Aunque cada plano y escrito del diario de Toller sea un poco más extenso de la cuenta, estamos ante el 'Taxi Driver' actualizado. Con la misma rabia y frialdad, pero esta vez desde la vertiente religiosa, crítico con el inminente cambio climático y con un final aún más desconcertante.
¿Qué importancia tienen nuestras decisiones? ¿Dios nos perdonará?
Exquisita reflexión sobre la angustia emocional para los que aún se siguen cuestionando las cosas.

La podéis ver en D'A Film Festival Barcelona el 06/05/2018 - 17:00 en el Aribau Club 1

Los Ángeles. Año 2019. Bajo una atmósfera futurista y sucia, la poderosa Tyrell Corporation, ha creado una serie de robots clasificados como Nexus 6, fabricados para ser esclavos de la humanidad en las colonias exteriores de La Tierra. Sin embargo, estos seres llamados replicantes, se rebelan, algunos de ellos con mucha agresividad. Es por ello, que Harrison Ford, policía de las brigadas especiales, los Blade Runners, es el encargado de llevar a cabo las órdenes de matar a todos los que no acaten la condena. Pero a esto no se le llama ejecución, se le llama retiro. Algo atroz ya experimentado por la humanidad sin necesidad de llegar a una época futurista.

La música de Vangelis invade toda la pantalla de una hipnótica tiniebla sonora y visual. Las naves que recorren el denso y oscuro cielo se mezclan entre poesía. Un mundo invadido de luces de neón, publicidad omnipresente, perritos calientes y humos que emergen de las cloacas, espera poder corregir sus propios errores. Para arreglarlo, Harrison Ford, deambula por las calles deshumanizadas y mestizas del barrio Chino, donde persigue a unas máquinas con ansias de venganza e inmortabilidad. Tras Alien, el director Ridley Scott, vuelve hacer un film minucioso en el que no se le escapa nada, un ambiente creíble y aprisionador pese algunas carencias tecnológicas de la época, un desarrollo tenso con el carisma de Ford y un gran trasfondo social. Una película de ciencia ficción completa que abarca la esencia de las novelas de Philip K. Dick.

Pero si por algo se recuerda esta película, a pesar de sus numerosas versiones, es por una de las escenas del final. Rutger Hauer, uno de los androides, se encuentra en un tejado bajo la intensa lluvia luchando con Harrison. La música de Vangelis vuelve a sonar y la mezcla perdura en nuestras retinas. "He visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir…". Ante frases como ésta, no hace falta decir nada más.

La última película arriesgada y de estilo clásico dirigida por Roman Polanski, en la que trabajan Jodie Foster, Kate Winslet, Christoph Waltz y John C. Reilly, responde a las expectativas de ser la adaptación de la obra de Yasmina Reza. Un incidente, una pelea entre niños que acaba con dos dientes rotos y un apartamento que sirve de escenario durante todo el film a un acto de reconciliación entre los padres.
Elementos que, durante ochenta minutos en tiempo real, nos divierten y logran esconder tras la risa, la realidad, que saca a la luz toda la hipocresía de una sociedad que busca tranquilizar su conciencia. No hay buenos ni malos. Ni tan siquiera vencedores y vencidos. Sólo cuatro adultos que se enzarzan en una calurosa discusión a cuatro bandas, que dejan en evidencia, a unos individuos vacíos de comprensión y sobrados de apariencias para los que la sinceridad es grosería. Como bien indica el título son salvajes, seres barnizados de una ética moralista que se enfrentan entre ellos con un mismo fin -como se demuestra entre las miradas entre un gran Waltz (escéptico) y Foster (idealista) o con la enmascarada pobreza moral de Reilly y Winslet-.


Polanski utiliza la estrategia que consiste en tensar la cuerda hasta el punto que dudas si es drama o comedia y no sabes si tu reacción debe ser risa o náusea. Es en ese momento, cuando el director ofrece su versión más oscura y por ello la transforma en graciosa.


Buena parte de las virtudes de la película cabe atribuirlas a la obra original de Yasmina Reza. El film, con una aparente ligereza y facilidad para conectar con un ritmo enérgico, recae en el mecanismo cuidadoso del guión que no desfallece en ningún momento y cuyos calculados giros funcionan a la perfección. Sin embargo, la película no consigue, aunque lo intente, ese clímax que te deja inmóvil en el sillón y que te hace pensar más a la salida de la sala.

Buscando un beso a medianoche es una película independiente, hecha con poco presupuesto y que nos muestra el cine de otra forma. Particularmente, en esta película, de una forma más cercana. Consecuente de una idea simple: enseñar por la pantalla la vida cotidiana de las personas.

Su director Alex Holdridge, apostando por el blanco y negro, nos puede llevar a recordar al cine clásico, pero más bien, nos da paso a pensar en el film Antes del Amanecer de Richard Linklater (1995): un chico se encuentra con una chica, se conocen, parecen no acabar de conectar en un primer momento, pasan unas horas deambulando juntos por calles de la ciudad (en este caso en la crucial fecha de Nochevieja), hablan sin parar y los dos personajes evolucionan de su identidad inicial hasta confesar sus sentimientos. Así pues, nos encontramos ante una película que muestra un amor platónico, pero que no se queda ahí. Aporta mucho más como el vacío, la soledad de las personas y la necesidad de sentirse vivos, aunque sólo sea por una noche.

Y es que, el fuerte de esta película recae en la identificación con sus personajes. Así nos lo demuestran sus diálogos: cotidianos, reflexivos, frescos y atractivos, para los cuales ningún tema es tabú y la verdad no importa en un primer momento, pues lo más importante es reírse de uno mismo para entender a la otra persona. Pero esas enunciaciones no están solas. Una brillante fotografía con cierto contraste y mucha nitidez, embellece lo que se cuenta en primeros planos y resta importancia a esos travellings hechos a trompicones. Los dueños de la escena son los actores, no los movimientos de cámara, ni la edición.

Estamos ante un guión que plantea una historia en forma de melancolía romántica, que a través de la comedia nos hace llegar al drama. Un film que nos expone unos personajes que van creciendo en intensidad al estilo de las películas de Truffaut y que nos los devuelve débiles y afables para que no se nos olviden en nuestra retina.

Keller Dover (Hugh Jackman) se enfrenta a la peor pesadilla de un padre. Anna, su hija de seis años, ha desaparecido con su amiga Joy y, a medida que pasa el tiempo, el pánico lo va dominando. Desesperado, decide ocuparse personalmente del asunto, al mismo tiempo que el policía de la localidad investiga en su coche patrulla de puerta en puerta bajo una intensa y omnipresente lluvia. Pero, ¿hasta dónde está dispuesto a llegar para averiguar el paradero de su hija? Siguiendo esta trama -la cual recuerda a la serie The killing- arranca Prisioneros, una película con un guión muy consistente que se teje a base de dudosas pistas y unos giros de guión que van despistando al espectador. Sin embargo, este largo abanico lleno de frentes que se abre a los largo del metraje, no llega a pesar al guionista del filme, el cual logra con buen hacer, que concurran sin dejar ningún cabo suelto.

Mediante esta técnica persuasiva fruto del guión y la buena realización de su director, Denis Villeneuve, Prisioneros va provocando poco a poco en el espectador un inquietante cosquilleo en el estómago y un continuo movimiento en las piernas a modo de tic. Algo que parece contagiarse al coprotagonista y policía de la película, un Jake Gyllenhaal lleno de muecas que desespera en busca de unas respuestas que van llegando a cuenta gotas. Quizá, por ese ritmo lento, la película llega a sus 153 minutos de duración, algo larga para los que estén acostumbrados a la acción y esperen persecuciones. Prisioneros es una película que produce una tensión lenta, que va en aumento poco a poco en la investigación y que complace, una vez el publico ya es cómplice de la historia, sus expectativas. Sobre todo, en la culminación del filme, mediante una suspicaz última escena que lo cierra de una forma prodigiosa y que huye de las típicas imágenes de happy ending del cine hollywodiense.

Así pues, Denis Villeneuve vuelve a demostrar sus grandes dotes como director, aunque no llega a la perfección de su antigua película Incendies. Ahora nos queda esperar qué esconde su próxima película ya proyectada en festivales como el de Sitges y que también trae a Jake Gyllenhaal como protagonista: Enemy.

Reparto:
Todo el reparto del filme lo hace verdaderamente bien y de una forma muy creíble, en el que destacan unos magistrales Jake Gyllenhaal -lleno de tics nerviosos y que simplemente por su carácter ya te puedes imaginar como es- y Paul Dano -con una mirada asfixiante e inocente que evoca pena y rabia hacia su personaje-.