Magnolia conjuga nueve historias en un mensaje sincrético y puro, recurriendo a la cronometrización de los eventos distantes consiguiendo al final la unificación de los ritmos en el de su creador.
Como un arpa cuyas cuerdas son rasguñadas a intervalos aleatorios pero cuya vibración se suma en una armonía de perfecta brevedad y consistencia emotiva.
No necesita explicarse, se vive y siente inevitablemente, tanto desde el sinfin de lecturas admisibles como desde la profunda incomprensión de la trama. Una obra maestra donde la emoción descarna la realidad.

En “El Hombre que pudo reinar” John Huston elabora una simple y directa analogía con el alma humana, exponiendo toda su improvisación y adecuación al medio que lo enfrenta y determina. Apoyado en dos artistas de la auto-interpretación como lo son Caine y Connery, la narración se construye a sí misma desde las circunstancias menos pretensiosas hasta alcanzar (conforme el ascenso físico) la cumbre del triunfo épico y la del espíritu. Con una sencillez total de recursos, inventándose y re-inventándose a cada descalabro un nuevo plan, los personajes se precipitan determinadamente (casi voluntariamente) al abismo, dejando en claro el trasfondo y destino final de toda empresa humana (como la conquista, como la vida, como el cine): la satisfacción del propio mito en la exaltación del ego colectivo. El precio del orgullo, el valor de la amistad, la cruda realidad del infinito universo frente a la miseria personal, las armas del humor y del amor, sin temor a exagerar, una cinta maravillosa donde poner el alma sin temor. Mención especial merece el simbolismo exacervado del "balón" del juego de la pelota.