John Waters dijo haberse basado en un macarrilla local que había muerto con quince años debido a su vida delictiva. Teniendo en cuenta que todos tenemos un género a odiar dentro del cine, y que el mío son los musicales, la ácida parodia del mundo Trap-Square que hace Waters suple con creces los momentos musicales que, casualmente, son imprescindibles para la película. Una selección de buenas canciones, un Johnny Depp mitad músico mitad actor, y unas apariciones sorprendentes y agradables como las de Willem Dafoe e Iggy Pop, convierten a esta película en todo un clásico que vi por primera vez en mi más tierna adolescencia y nunca he podido olvidar.



P.D. Para los amantes del buen cine, en versión original gana mucho más.

Después de Garden State no esperaba sino otra gran película de Zach Braff. Recuerda un poco al libro de David Trueba, Cuatro Amigos, donde cada protagonista alcanza un punto de su vida en que las cosas ya no son una decisión propia, sino que suceden hasta que uno se para a pensar si en verdad es eso lo que quiere para el resto de su vida, preciso instante en el que se comprende que la juventud como tal ha pasado y se está haciendo adulto. Algo así como la crisis de los treinta. También es una película de realidades, ya que a veces no queda sino perdonar para poder seguir adelante.

Las críticas pueden ser demoledoras, y lo que voy a decir no es del todo representativo, pero tratándose de una película española si lo es: Airbag fue la película más taquillera del cine español en 1996, hasta que llegó Torrente.
El que intente tomarse esta película como algo serio comete un gran error. Partiendo del surrealista argumento, el humor absurdo y a veces obvio en el que sumerge es su magia, así como todos los grandes actores y actrices que participan en ella (Luis Cuenca... siempre genial). Es una de esas películas que siempre te acuerdas de ver una tarde de domingo aburrida, solo por echarte unas risas. Si a la gente le gusta Torrente no entiendo porque no Airbag... que es menos visceral y grotesca.

Toda película basada en una historia real provoca un conflicto en el espectador: inevitablemente pasas un cierto tiempo intentando descifrar cual será la realidad y cual la ficción necesaria para llevar a cabo una historia cinematográfica de calidad. Fernando Meirelles (el Coppola brasileño se comenta por los posters) ha conseguido que esta duda se elimine por completo desde el principio, quizá por no tratarse de una película de Hollywood o quizá porque no había otra forma de retratar un mundo tan duro como el que se desarrolla en este barrio de irónico nombre.
Ante esto toda crítica que pueda hacerse es poca, y una vez se ha visto te queda esa sensación de emoción, vacío, impotencia, inquietud e incertidumbre que solo provoca el buen cine cuando te remueve algo por dentro.

Me gusta pensar que Robert Rodriguez es un hombre que hace lo que tiene que hacer para hacer lo que de verdad quiere hacer, y por el encanto que tiene por las películas B me da la impresión de que su homenaje al género de terror se convirtió en un producto de lo más comercial llamado The Faculty. El reparto de los profesores es increíble, y Elijah Wood siempre borda los papeles de pringadete, pero por lo demás resulta un film trillado, previsible y tañido. Es entretenida para ver un domingo por la tarde si no tienes otra cosa que hacer, pero tampoco hay que esperar nada de ella.