No siempre el éxito de una gran película se convierte en el éxito de una gran novela. He escuchado y leído toda clase de comentarios respecto de "El secreto de sus ojos" y casi ninguna referencia a "La pregunta de sus ojos" de Eduardo Sacheri.
La obra que fue origen de esta excelente película es la no menos excelente novela de Sacheri. No es mi propósito aquí afirmar que este o aquel final son mejores, o me gustaron más. Vale decir (y para no adelantar detalles) que la potencia de la historia se banca otro final. Quizás la historia contada por Sacheri es una historia de amor, y la de Campanella es una policial más dura. Que el interés de Espósito por descubrir las verdades ocultas tras un crimen no es el mismo que el de Chaparro (el protagonista en la novela) a quien motivan más los ojos de Irene que le preguntan algo que él se siente incapaz de responder.
Lo interesante de Sacheri es que sabe contar una historia entretenida del principio al fin, que es un magnífico narrador cuyos relatos anteriores no lo desmerecen y de quien recomiendo, sin dudas, el libro de cuentos "Un viejo que se pone de pie", cuyo primer relato, el que le da título al libro, no puede leerse sin sentir un estremecimiento. Tiene, además, varios libros sobre fútbol en su versión literaria.
Creo que la confrontación de las dos creaciones, la de Sacheri y la de Campanella, lejos de redundar, pueden dar una visión más que interesante sobre una historia casi, casi perfecta.

La maravillosa película de Tornatore parece una recreación de "A puerta cerrada", el drama de Jean Paul Sartre.
En un cuarto cerrado, con mínimas interrupciones o intromisiones del "afuera", dos hombres conversan en variados tonos, que van desde la admiración a la amenaza, pasando por un falso intercambio de información; falso porque no es tal, y las respuestas están aguardando a ser comprendidas para hacerse oir.
Todo es un engima, un mal sueño del que, sin embargo, no se quiere despertar. El inquietante Polanski, admirable inspector de policía de un pueblito sumido en la lluvia incesante, interroga, aparentemente por "simple formalidad" al famoso escritor (Depardieu, un gigante) quien no tiene nada que ocultar, hasta que... comprendemos que tiene todo por ocultar y ocultarse. Cuando el interrogado acepta que debe "confesar(se)", el interrogatorio cesará, cada uno de nosotros comprenderá qué parte le ha tocado jugar en la historia y, ante la mirada de infinita tristeza del condenado, se cerrará una de las películas más perfectas que recuerdo haber visto en muchos años.

Todas, o casi todas las críticas que he leído acerca de este film me han parecido de una solidez que solo puede anidar detrás de personas sumamente expertas, que saben mirar el cine como lo que es, un arte.
Con cierta vergüenza por acercar mi comentario, que no es para nada tan especializado, pues no soy tan conocedora como mis coequipers de este foro, quisiera dejar anotado que Daldry tiene una cualidad en su realización que no suele apreciarse a menudo y de la que la novela de Schlink carece, por manejarse en otro ámbito, como es lógico. Es la mirada del director. La mirada al mundo de una mujer. Y, además, lo que no es poco mérito, de una mujer que calla.
Esa mirada que debería resultarle extraña por una mera cuestión de género, es lo que me atrapó: su capacidad de comprensión del universo femenino que ya tuvo su antecedente en "Las horas", por supuesto. Me atrevería a comparar esa mirada con "La otra mujer" de Woody Allen, donde parece imposible que un hombre tenga una mente tan abierta como para saltar la barrera del género y adentrarse en ese mundo del "otro", con la sutil delicadeza que tal operación requiere para no caer en la caricatura.
Lo demás, ya fue dicho: la estupenda Kate Winslet, su mirada, sus mínimos gestos, su desolación. Una actriz de raza que siempre ha conseguido los mejores protagónicos. Como dijo alguien en esta página, no hay papel que se le resista por difícil que sea. Por eso su personaje de la nazi juzgada no nos repele: hay algo en su manera de recrearlo que nos hace sentir el sin sentido de esa existencia y nos pone ante los ojos esa necesaria mirada de comprensión.