Está película representa el culmen de la genialidad de Kim Ki duk precisamente porque representa lo más íntimo y esencial de todo hombre: aquel ser que es parte de una armonía natural que, como las estaciones del año, cumple un ciclo vital desde la infancia hasta la vejez como parte de un aprendizaje en el que la sabiduría se logra a través de la experiencia, del ensayo y error. Es una película que es a la vez una obra de arte, una lección religiosa y una visión filosófica de lo mejor de la cultura oriental, tan íntimamente ligada a la conexión del hombre con el medio natural: lugar en donde se conoce a sí mismo. Es una de las películas que debes ver a lo menos una vez en la vida. Y aprender de ella.