Por delante vaya, que mis conocimiento informáticos no pasan de nivel usuario decente, que se la apaña solo, si la impresora se queda sin tinta, sin necesidad de llamar a los de IT. Vamos, una cosa normalita. Pero de dramas de alto valor emocional, puedo hablar con más seguridad. Y esto es Halt and Catch Fire. No necesita nadie saber lo que es un byte para sumergirse en la pantalla negra y verla llorar código verde.

Esta placa base, sostiene un microprocesador inteligente que nos descubrirá múltiples capacidades humanas. El genio llevado al extremo, el amor imperfecto y la conexión creación-destrucción van a incorporarse a nuestra RAM vital para resetearla y darnos un nuevo sistema operativo del comportamiento humano. Vamos a disfrutar como un niño con su primer juguete de adulto, vamos a odiar y amar a la misma persona una y otra vez, vamos a perdernos, seguro, en la jerga friki, sin que nos importe y vamos a querer aprender inglés con acento tejano. Y, como no, vamos a colocar a Joe Macmillan en el top ten de los antihéroes, por altura física y mental, en su afán de jugar a ser Dios 3.0.

Si lo que queremos ver es una serie que entretiene y alimenta con calidad nutritiva, este floppy ochentero contiene terabytes de emociones para pasarnos unas buenas horas delante de las pantallas los ordenadores de cada unos de sus protagonistas. Cada uno puede tener su favorito. Yo voy y vengo entre el tiburón genio que destruye lo que crea y sobre lo que destruye vuelve a crear; la genio rebelde, cuyo atractivo físico se iguala con su atractivo cerebral; el genio friki cuya ingenuidad es tan mortífera como un troyano cabreado y la genio* esposa que se convierte en madre de la "comunidad".

Si quiere uno pasar de nivel usuario y abrirle las tripas a una CPU, esto es lo que se va encontrar: gente maravillosa a la que odiar-amar.

*Sí, no lo he dicho, pero en Halt and Catch Fire el CI de cada protagonista debe andar por 210. Una cosa bárbara. Te hace sentir menor, pero al ver que sufren como perros, entiendes que también son humanos.

Mother of the beautiful love! Lord of the great power! Eso diría mi abuela si fuera british, pero lo digo yo. Y es que no dejo de llevarme las manos a la cabeza con este carajal. ¿Se podría haber hecho mejor? No lo dudo. Obvio. Pero, ¿se podría haber hecho peor? Pues no lo creo.

Deshecha en lamentos, ya desde el minuto 10 del capítulo uno, no dejaba de repetirme a mi misma , cómo es posible que Neflix haya dado luz verde a este amasijo de despropósitos? No llego a entenderlo. Y me hago muchas preguntas.
¿Por qué actúan tan mal... todos? Ya sé que Henry Cavill no es el puto Lawrence Olivier, pero la construcción de su personaje tiene más fallos que un puente de Calatrava. Nada que objetar a su presencia física híper imponente, que a veces no te deja concentrarte en lo que pasa. Claramente, soy chica y se me ve el plumero, pero esa no es la cuestión. Puedes estar requetebuenorro -más casi que un roscón de reyes relleno de trufa- pero, por favor, hazme creer lo que está pasando. No pido más. Ni la voz ni el pelucón sobadete pasado de polvo del talco, ayudan. Y el culo de acero, pues la verdad, tampoco.

De las brujillas no merece la pena limar uña con el teclado, pero si me tiráis de la lengua, salto. Ni Anya ni Freya me convencen. Muy intensas ‪las dos‬, en plan malo. El momento Corporación Dermoestética de la primera, pasando de mojón a top model es de risa. y de la segunda, pues no aguanto más carusas de miedito y aspaviento. Y luego el resto.... ni la reina ni el maridillo, ni el juglar popero, ni nada de nada. Esto no lo levanta nadie.

Si ya me pongo a desguazar la línea temporal y cómo está contada la historia, ruego me done Thor su martillo para poder destrozar el trabajo de los guionistas con arma divina. Mira que lo digo veces, fuma lo que quieras antes de escribir. Pero cuando te lo vayas a leer/releer, tomate dos cafés. De lo contrario, perpetrarás un descalabro narrativo considerable y, dicho sea de paso, insultante para el espectador.

Podría preguntar también, por qué los efectos visuales y especiales son de segunda regional. O por qué todos los monstruos que salen son como de los 80 y de plastiquet. O por qué.... porque nada... mejor no preguntarse nada y pasar de verla.
Te ahorras el disgusto y puedes destinar las horas a una buena pedicura, colocar los jerséis por colores o contar las pelusas que viven contigo debajo de la cama. Cualquier cosa será más provechosa y entretenida.

Y por si no lo dicho, esta serie es MALA. Mala, muy grandemente mala. Huid insensatos.

La base de esta pizza marinera es una gruesa capa de patriotismo, sobre la que yacen crujientes y deliciosamente horneados los 200 marines más puros y entregados de la Navy USA, una científica top (model) y toda la mala baba de la raza humana en estado de extinción inminente, todo ello convenientemente sazonado de orégano Bay y puesto en la mesa para ser engullido a la velocidad del rayo.

Pues sí, a mí no me gusta la comida rápida, pero de vez en cuando me doy un atracón. Después me siento culpable, me veo algo de arte y ensayo para seguir ejercitando neuronas, pero recalo nuevamente en un pecado venial para dar alivio a la mente y apagar los calores del verano. Aunque dicho sea de paso, tanta adrenalina en la masa me ha hecho sudar en cada capítulo. Tan intensa y veloz como una montaña rusa, The Last Ship es el perfecto alimento para caprichosos bulímicos de series de relleno. Entretiene quieras o no.

Lo único que hay que hacer para digerirla bien y sin ardores de estómago, es pasar por alto las barras y estrellas, junto con el tufo salvador de los United States. Si se ve con malos ojos, pues querrá uno coger un submarino y torpedearlos a todos, empezando por Michael Bay, siguiendo por el Capitán “Ken” Chandler, la científica cuyos pechos albergan neuronas y todos los históricos clichés que navegan por este proceloso y vírico océano "armageddonico".

Abstenerse exigentes, antiamericanos y personal con espíritu crítico, pero altamente recomendable para quien quiera pasar el rato sin más y anhele un marine saleroso como animal de compañía.

Me tiembla la mano al escribir. No sé si tendré palabras que estén a la altura, para definir este momento de cine superlativo. ¡Ves! Ya está, cagada. ¿¿¿Superlativo??? ¿Es que no se te ocurre nada mejor que decir? Tal vez sea que no hay palabras. Intento otra vez. Esta serie ( vergüenza me da llamarla serie... es muy corto llamarla así) es como.... vamos a ver, imaginad que hubierais amado a alguien durante mucho tiempo, sin que ese ser divino a la vez que humano, os hubiese visto, olido u oído. Vamos que para él o ella erais una partícula de sucio polvo en el universo. Imaginad que de repente un día, ese ser se enamora de vosotros de la misma forma recíproca -loca y desenfrenadamente-. Os hacéis una idea, ¿no? Bien, pues el primer beso que os diera ese ser, sería el equivalente de un capítulo de The mandalorian, visto por primera vez.

Puede que exagere. Normal, esto es una crítica y siempre son subjetivas. Pero es que hacía mucho tiempo y muchas vidas que no me quedaba colgada de un producto audiovisual de esta manera. Vale, y ¿por qué? Por un poco de todo. Porque templarios y vaqueros se han reunido en una entelequia que ha visto la luz. Porque la dirección de arte está mimada, estudiada y repensada. Porque quien se encarga del combate escénico es una suerte de Nureyev de lo suyo. Porque los títulos finales son para enmarcar. Porque el casco del mandaloriano nos hace soñar y sufrir. Porque su armadura es lo más cool que ha creado George Lucas. Porque –ya voy- Baby Yoda es amorosísimo. Pero lo es aún más, cuando combina su química con las emociones cubiertas de Beskar que afloran por una armadura. Porque la historia es al mismo tiempo tierna y dura. Porque los secundarios apoyan y roban planos. Porque Giancarlo Esposito es un villano delicatesen. Porque los stormtroopers pueden ser muy cómicos. Porque piensas que en cualquier momento Mando se va a comprar un poncho. Porque… podría seguir toda la noche, pero no debo.

Solo os pido que la veáis. No hay que ser fan de Star Wars ni nada de nada. Solo te tiene que gustar el cine con mayúsculas. Sí, el cine. Porque aunque esto lleva traje de serie, esa clasificación es solo el disfraz de una gran película.

This is the way. Y no hay otro.