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España España · almeria
Críticas de TOM REGAN
Críticas 5,255
Críticas ordenadas por utilidad
8
21 de mayo de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
164/24(20/05/22) Estupenda adaptación de la mítica ópera homónima de 1892 del napolitano Ruggero Leoncavallo, dirigida por uno de los grandes de este género (dirigió varias óperas en los escenarios) como es el florentino Franco Zeffirelli, rodando en la La Scala de Milán y en un set de sonido, ello teniendo de director de orquesta al galo Georges Prêtre. Teniendo de protagonistas a unos majestuosos como el madrileño Plácido Domingo (derrochando carisma y fuerte personalidad. Domingo había interpretado con frecuencia el papel de Canio en el escenario desde 1966, grabó previamente la ópera en 1971 con Nello Santi) y la ‘torontiana’ soprano Teresa Stratas, interpretando el rol de modo entrañable, inundando de veracidad, sobre todo en su enfrentamiento con Silvio y en su enfrentamiento climático en el final con Pagliacci. Dos grandes de la ópera en sus momentos cumbres de sus carreras con 41 años él y 44 ella (aparenta mucho menos), derrochando pasión y sobre todo una voz fascinante, que llega a conmover por la fuerza emocional que transmite.

No es una representación teatral filmada, pretende ser una película, con exteriores (aunque orgullosamente falsos en sus fondos pintados), pero siempre con sentido intimista ya desde el clímax en una pequeña carpa con un poquito de público, donde se juega pérfidamente con el meta-teatro. Ello con alternancia potenciado por la moldada cinematografía de Armando Nannunnzzi (“Sandra” o “Luis II de Baviera, el rey loco”), con planos generales, medios y primorosos primeros planos, en una edición grácil para emitir sentimientos a flor de piel.

Siendo fiel al material original con la historia clásica del payaso triste, reflejado en Canio (Plácido Domingo), un artista ambulante al que su bella esposa Nedda (Teresa Stratatas) le es infiel, todo ello ‘implosionando’ durante una representación teatral donde realidad y ficción se difuminan, cuando Pagliacci pide a Nedda identifique a su amante. Siendo un relato donde afloran sentimientos universales como el amor, el deseo, los complejos físicos, la marginación, los celos, la traición, ello impulsado por unas formidables voces.

Ambientada en el sur de Italia. Canio (Plácido Domingo) es el líder de un grupo de actores itinerantes en una compañía de commedia dell'arte. Interpreta al payaso Pagliacci. Su esposa mucho más joven, Nedda (Teresa Stratas) está enamorada de Silvio (Alberto Rinaldi). Tonio (Juan Pons) es un miembro tosco y deforme de la compañía. Él desea a Nedda, pero ella se ríe y lo humilla.

Posee un arranque grácil con la presentación de la ‘tropa’ de artistas ambulantes (lo actualizan del material original era en el SXIX, y aquí es en la primera mitad del XX, algo que no tiene trascendencia alguna en el espíritu de la obra), con un entusiasta tema, ‘Si puo’, que Plácido entona a los lugareños. Para a continuación desarrollar un virulento drama romántico que entronca (por lo menos para mí) con el espíritu de Shakespeare y su “Othello”, con el que esta obra tiene muchos paralelismos. Todo ello con un crescendo emocional exacerbado, con un ritmo fluido y rápido (dura apenas 72 minutos), donde nada sobra, donde los sentimientos siempre son marcados hacia el espectador. Donde se puede ver también como un sentido tributo a las artes escénicas como vocación, ello con ese clímax de Nedda decidiendo actuar y maquillándose de forma trascendente, demostrando aquello del ‘Show must go on’. Para desembocar todo en un rush final maravillosamente llevado sobre las tablas, con la paradoja del drama evolucionando con los rostros difuminados tras maquillaje de payasos, lo cual acrecienta el tono tristón.

Entre los secundarios destaca el balear Juan Pons como el ‘quasimodesco’ enchepado Tonio, excelente en como transmite un deseo irrefrenable por Nedda, siendo desgarradora la escena en que profesa su amor irredento por ella, acosándola de forma física doliente, haciendo de su complejo rol alguien que despierta un contradictorio sentimiento de empatía condescendiente por su deformidad, como hacen chanzas de él, y a la vez lo hace despreciable en como ‘atropella’ a Nedda hasta casi vejarla, muy bueno; La contraparte es Alberto Rinaldi como Silvio, el amante de Nedda, amable, dulce y cariñoso.

Tiene momentos épicos la ópera como es el tenor Pagliacci/Domingo entonando el neurálgico aria ‘Vesti la giuba’ (Ponte el traje); con el "Ríe, Pagliaccio, ríe" cantado por la pareja protagónica Stratas/Domingo; el ‘Non Pagliaccio, non’, estremecedor; el aria que canta Nedda entonando su infelicidad con Canio; o el ‘Coro de Bell’.
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TOM REGAN
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6
10 de mayo de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
149/09(08/05/22) Con motivo del 15 aniversario del estreno de esta película la he revisionado. Es un exitoso y bonito drama musical, aunque no tanto (en mi modesta) opinión como lo elevan, al que rezumando realismo, naturalidad y frescura le encuentro que aun siendo escaso de metraje (no llega a la hora y media) se hace largo, se hace reiterativo, alargando algunas escenas demasiado, excediéndose en los temas musicales, en claro sentido de no tener mucho que contar y hay que rellenarlo con canciones. Y es que parece que por ser un producto ‘indie’ de muy bajo presupuesto (y se nota, con apenas 112,000 € y filmándose en apenas 17 días, con los exte5riroes rodados a escondidas de las autoridades), filmado con cámaras de video, con actores no profesionales, y ya tiene puntos de premio ganados sin más, y para mi teniendo aciertos, tiene también defectillos. Es una historia clásica de ‘chico encuentra chica, ...’ (ambos conocido únicamente como el chico y la Chica, ello queriendo universalizar a los personajes) y lo que sigue, teniendo la particularidad de que los protagonistas son amantes de la música, un romance con mucho de platónico por el modo casto de darse sin contacto físico alguno, pero no por esto debe ser de alabar, no es el primero así, tiene un final entrañable por como transpira veracidad y a la vez pureza, esto adornando con el tema icónico (y oscarizado) del film, “Falling slowly”. Pero aun teniendo vibrantes secuencias, como son algunos temas musicales preciosos en cómo se muestran, hay algunos valles que para mí la lastran y la impiden ser lo que muchos pregonan, como son algunos tramos maniqueos que quieren empujarte a la lágrima fácil.

Producción irlandesa escrita y dirigida por John Carney, siendo protagonizada por los dos actores noveles (y que después no han actuado más en cine) Glen Hansard y Markéta Irglová como dos aspirantes a músicos profesionales en Dublín, Irlanda. Hansard e Irglová habían interpretado previamente música como ‘Swell Season’ y compusieron e interpretaron las canciones originales de la película. Siendo uno de los méritos del director el integrar de modo orgánico los temas musicales en la historia, cuando se escucha un tema es porque lo tocan (bien sea en una tienda de instrumentos musicales, en un bus, en un dormitorio, en una fiesta o en un estudio de sonido) o lo escuchan en una grabación (la Chica oyendo el cd que el Chico le ha pasado, esto mientras pasea a la tienda de noche con unas zapatillas aparatosas intentando poner letra a la música). Además, hay poco diálogos, ello pienso que para exponer el aislamiento de los dos protagonistas que se hablan más por miradas y gestos, además de por el sentido melancólico de los temas que oímos, marcados por el desamor del Chico. Siendo apreciable la genuina química que brota entre Hansard e Irglová, esto derivado claramente de que se hicieron pareja real durante la filmación, y esto se nota en sus ententes cargados de calor humano, siendo chispeante ya desde ese primer “Falling slowly” que tocan en la tienda al piano ella y él con su guitarra. Aderezado todo por un final adecuado y bonito en cómo no cae en lo acomodaticio (spoiler).

Ella es una joven checa emigrante en Dublín, viste de modo humilde, posee una grácil sonrisa, busca su lugar en el mundo, es aficionada a tocar el piano, con sus traumas a cuestas de estar con un bebe sola en la capital irlandesa, mientras casada, tiene a su marido en Chequia; Él es un guitarrista dublinés que ha vuelto a la ciudad para estar con su padre tras morir la madre, aunque trabaja en la tienda del padre como reparador de aspiradoras, tiene la pasión de triunfar en la música, para ello en sus ratos libres toca en la populosa calle de Grafton como pedigüeño. Lleva a cuestas el trauma de que su gran amor lo dejó hace poco, y esta amargura existencial la vuelca en sus tristones temas; Y en esta calle se conocen y poco a poco traban amistad, y para él esto va a más sentimentalmente hasta enamorarse de ella, peor la Chica sigue siendo fiel a su marido y no da pie a ir a más. Ello entre medio de temas musicales va forjándose una cariñosa relación. Donde transpiran las grietas anímicas de una y otro, la conexión que da estar solos, o su gusto por la música. Tienen un especial tramo cuando van en la moto Triumph del padre a un mirador a las afueras de Dublín, allí él quiere tocarle el corazón a ella pidiéndole le diga cómo se dicen frases románticas en checo, ella lo hace pero a una le responde en checo y le dice (dijo el director que esto fue improvisado por ella) que quiere decir (ni hay subtítulos, para quedarnos como el Chico), en realidad ella le dice que le ama.

Pero todo esto bueno queda un tanto contrapesado por otros tramos errados. Como es cuando el Chico ve un video de su ex novia mientras canta ‘Lies’ (dedicada claramente a la ex), pero esto me resulta muy facilón y simplista para empujarme a emocionarme artificiosamente; Como me ha sido rozando lo ridículo cuando la pareja van a pedir plata al banco, el ponen una cinta para la es cuche y sea este el aval (¿?), esto ya de por sí es ridículo, como si un banquero tuviera que saber de música para dar crédito. Pero es que luego como respuesta el banquero coge una guitarra y se les pone a cantar, muy chusco momento de pretendido humor, pues además estamos en Irlanda, donde la música es casi una religión más grande que el catolicismo; Como me resulta facilón cuando están en el estudio de grabación, y tenemos a un técnico de sonido pasota con ellos, y cuando se ponen a tocar "When your Mind's Made Up" queda extasiado; Adolecemos de información del pasado de ella, pues no sabemos por qué ha dejado Chequia, no es precisamente un país de gente que salga a buscarse la vida fuera, y tampoco es que ella sea alguien con estudios para tener un buen empleo remunerado en Dublín, de hecho trabaja como limpiadora, no es normal hay dejado su patria para vivir míseramente en Irlanda;... (sigo en spoiler)
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TOM REGAN
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8
10 de mayo de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
151/11(09/05/22) Con motivo del 25 aniversario del estreno (01/02/1997) de este film me lo he visto, gran lunar el mío, pues me he encontrado un lindo film iraní, de los que te hace ver el cine de un modo diferente, film modesto en producción, pero que demuestra que para hacer un film lo que hacen falta son buenas ideas y plasmarlas con fuerza narrativa y aquí el director y guionista Majid Majidi lo hace de modo radiante, extrayendo de una sencilla propuesta sobre dos hermanitos (de una modesta familia iraní) que para ir a la escuela deben intercambiar sus calzados cual carrera de relevos (por cierto, en Teherán los niños no solo no dan la clase mezclando los sexos, además sus clases se dan a diferentes horas ¿?), para que los padres no se enteren que uno de ellos perdió el calzado del otro, y con estos escasos mimbres se desarrolla una entrañable cinta, de las que recordarás por siempre, sin sensiblerías, rezumando sinceridad. Todo visto desde la óptica de los niños, el mundo a través de su límpida mirada, un relato del que emanan buenos sentimientos, amor fraternal, amor a la familia, amor a la educación, y unas dosis de crítica a la grieta social entre los pobres (los protagonistas que viven en precarias condiciones) y los poderosos (la gente de las mansiones que los protagonistas van a jardinear), y todo esto regando el metraje de sustanciosas dosis de costumbrismo del país. La película nominada al Oscar a Mejor película de habla no inglesa en el 1998. Fue el primer título iraní en ser nominado al Oscar a la Mejor Película Extranjera, perdió ante la muy sobrevalorada “La vida es bella”, también con otra mirada infantil. .

Un niño en Teherán recoge los zapatos rosas de su hermana del zapatero y luego los pierde mientras hace otros mandados en este drama suave y lánguido. Los hermanos idean un plan para evitar que sus padres, con problemas de dinero, descubran la pérdida compartiendo un par de zapatillas que cada uno debe usar para ir a la escuela.

Los niñitos Amir Farrokh Hashemian como Ali y Bahare Seddiqi como Zahra son una delicia que transpiraran naturalidad, inocencia, dulzura, bondad, ingenio, y una química entre ellos fabulosa, de esa que brota con solo mirarse, con esas sonrisas mientras juegan con las burbujas mientras lavan el calzado, con unos ojos grandiosos y ultra expresivos, emitiendo toda una gama de emociones formidable que es el motor anímico de la narración. Sus carreras por las callejuelas de Teherán (lugar donde se filmó todo, aunque nunca se diga) inundan la pantalla con su energía infantil, hacen que sus problemas sean los nuestro y suframos con ellos, como cuando Zahra pierde su calzado en una canalilla de la calle e intenta atraparla y se le escapa una y otra vez, hasta que queda encallada y llora desconsolada, ello mientras el hermanito espera el relevo para poder llegar a tiempo al colegio. Todo evolucionado con intensidad dramática febril, como cuando a Ali el rígido director del colegio (regla amenazante en mano) lo expulsa por llegar tarde, le exige vengan sus padres a hablar con él y el chico le dice que su padre (buen Amir Naji) trabaja y su madre (correcta Fereshteh Sarabandi) está enferma, y se marcha desconsolado entre lágrimas. Hay momentos de felicidad que nos tocan el alma, como cuando Zahra se esconde en clase de educación física ene l patio avergonzada por su calzado, y cuando la profesora dice que lo conveniente es venir a esta clase con deportivas, Zahra sale de detrás para ponerse en primera fila orgullosa de llevarlas, cuando Ali cuenta a la hermana alborozado que conseguirá unas zapatillas para ella en una carrera como premio. O por supuesto la ya comentada de los dos hermanos fregando el calzado en el estanque de su hogar.

Maravillosa la sub trama en que sin palabras, la fuerza de las imágenes hablando con potencia, cuando Zahra descubre que una niña de su colegio lleva sus zapatillas rosas con el lacito, y no le dice nada a la que las lleva. La sigue tras la clase para ver donde vive. Al día siguiente va con el hermano a escondidas, y ven como la niña sale de la casa con su madre y padre, juega con su padre, a la vez que vemos que este es un ciego chatarrero, los hermanos no se dicen nada y se marchan, sienten lástima por la familia de la niña y nunca le dirán nada, todo sin decir palabra. Esto se encadena con que la niña de las zapatillas observa un día que a Zahra se le ha caído el boli que le regaló su hermanito (que a su vez ganó por buenas notas en clase), intenta devolvérsela, pero Zahra tiene prisa por llegar al relevo de calzado y la niña se lo lleva a su casa, allí la vemos entusiasmada con el boli, y podemos pensar se lo quedará, pero al día siguiente en el cole le devuelve el boli a Zahra, y nos sentimos reconfortados.

Hay otro hermoso tramo en que Ali acompaña a su padre intentando le den trabajo de jardinero en alguna gran casa, van por la zona en bici en secuencias que recuerdan indefectiblemente a “Ladrón de bicicletas” (1948) de Vittorio de Sica. La calidez que transpira la relación paterno-filial es conmovedora, ejemplo cuando el padre cuenta a su hijo como debe pedir trabajo a través del telefonillo de las casas, y entonces el padre pica uno y cuando le contestan se queda bloqueado y es Ali el que pide el trabajo; En este tramo también está cuando vemos la mencionada grieta clasista cuando al padre le dan trabajo en un gran ‘casoplón’ donde el abuelo de allí le indica todo lo por hacer en el abandonado jardín, mientras trabaja, Ali juega con el nieto, confrontando la clase obrera con el hedonismo de la clase alta.
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TOM REGAN
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8
28 de abril de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
119/16(12/04/22) Poderoso drama antibélico que he visto con motivo del 90 aniversario (19/01/1932) de su estreno, dirigido paradójicamente por un especialista en la comedia sutil como el berlinés Ernst Lubitsch y su famoso ‘Toque’. El guión de Samson Raphaelson (“El bazar de las sorpresas”) y Ernest Vajda (“El teniente seductor”) se basa en la obra de 1930 “L'homme que j'ai tué” de Maurice Rostand y su adaptación al inglés de 1931, “The Man I Killed”, de Reginald Berkeley (“Cabalgada”). Film con mucho coraje en lo referente a su pacifista mensaje en un periodo de entreguerras, donde la dirección (aunque era una producción estadounidense y filmada en USA) es obra de un germano (los perdedores de la Gran Guerra), y donde incluso hay un alegato premonitorio sobre una guerra por venir. Una estremecedora obra desesperanzadora con la Condición Humana, contra su tribalismo xenófobo, contra el sin sentido de pelear vecinos contra vecinos (por motivos que ni ellos mismos saben, solo por mor de ser peones de unos jugadores de ajedrez que nunca se exponen), contra los patriotismos belicosos (capaces de mandar a morir a nuestros hijos de modo alegre), contra las religiones que amparan estos conflictos en pos de la comunión con el estado, contra el papanatismo de los pueblos que con sus cotilleos se vuelven endogámicos y tóxicos, un incisivo alegato en favor de la redención por los sentimientos de culpa, del arrepentimiento, de las ansias de perdón, de la esperanza en que haya gente que vea la inutilidad de las Guerras, un canto al amor en todas sus variantes. Todo ello desarrollado con sutilidad, con fuerza visual, con gran manejo del sonido (excelente como el padre del soldado fallecido observa la calle triste y oímos de fondo una marcha militar y sabemos lo que piensa), con algunas excepcionales interpretaciones, y con un final conmovedor, y ello por supuesto, sin caer en lo sensiblero.

En el prólogo, estamos en la conmemoración en París del primer aniversario del Armisticio de la Gran Guerra, redoble de campanas, salvas de cañonazos, desfiles militares (imágenes de archivo), estos pasan junto a un hospital miliar donde pone ‘Silencio’ y ante el ruido callejero los enfermos gritan desorientados. Pasamos a la culminación en la catedral con una ceremonia con el templo plagado de militares luciendo la pompa de sus condecoraciones, Lubitsch se fija en la paradoja de que un lugar de Paz como este sea desbordado por gente armada, esto realzado por un mordaz travelling donde vemos los sables de los soldados rozando el suelo del pasillo en una disposición sinérgica mientras el sermón habla de Paz, mientras se habla de mirar al mañana vemos a un oficial pensando claramente en lo vivido, ‘olvidemos el ayer’ y vemos las medallas de batalla, ‘Paz en la Tierra’ y vemos las pistolas, vemos se ponen de rodillas y lo hacen con sus botas militares con espuelas, oímos cañonazos contra un resplandeciente crucifijo.

Tras ello estos oficiales se levantan y marchan dejando vacía la Iglesia, entonces vemos un hermoso zoom en pic ado desde un ángulo alto acercándose a un banco y atisbamos unas manos sobresaliendo unidas, allí hay un hombre de rodillas, Paul, su rostro está sudoroso, mira el confesionario del que sale el párroco. Paul confiesa al cura que mató a un hombre, que no sabe porque lo hizo (mensaje sobre el sin sentido de las guerras), le comenta que él era un violinista francés que está obsesionado que "Quería traer la música a este mundo, pero traje el asesinato". Pasamos a través de sus ojos al flash-back de los hechos, donde los suyos se funden con los de su víctima alemana, estamos en una trinchera y el moribundo alemán pide con gestos le acerque un libro con la portada de Beethoven, lo abre y allí hay una carta y el francés ayuda al germano a firmarla y justo antes de poner la r final de Walter fallece. Paul lee es una epístola a su novia comentándole el despropósito de la Guerra. Pasamos al presente y Paul comenta al sacerdote que sabe alemán pues lo aprendió en la escuela, y que los alemanes aprenden francés y luego los mandan matarse unos a otros. Pronuncia la dirección del teutón y se derrumba, el párroco lo levanta y le dice que lo absuelve, que no hizo nada malo, que era su deber (la comunión entre estado-patria e Iglesia), Paul le espeta ‘que si su deber era matar?’, el cura impactado le absuelve incluso (según él) de la blasfemia. Paul le espeta que "Fueron 9 millones, qué más dará, en la siguiente serán 90". Paul observa un cuadro de la Piedad e Jesús con María sosteniendo el cuerpo bajado de la Cruz de Jesús, el clérigo le dice que ella perdonó a los que mataron su hijo, entonces Paul hace la analogía y dice que Walter tendría una madre, y como sabe la dirección irá a visitarla para pedirle de rodillas el perdón. 12 minutos de una brillantez epicúrea en su ardor emocional.

Luego desembocamos en este pueblo alemán, cargado de animosidad contra los franceses. Aquí las emociones se desbordan. Asistimos al cementerio donde está enterrado Walter, conocemos a la cariñosa familia de este, a la ternura que se profesan, a la devoción que sienten por el hijo muerto. Y aquí irrumpe Paul intentando buscar el perdón, y en un giro muy habilidoso de guión Paul se torna a los ojos de los padres y prometida en una migo parisino de Walter, ello por seguramente, por ver la felicidad en los ojos de todos ellos al recordarles a su retoño. Esto vira hacia un incipiente y sereno romance platónico (en principio) entre Paul y Elsa, con paseos por la villa, donde los ojos inquisitoriales de los lugareños se les clavan como agujas. El odio al francés se hace patente, y todo esto culminando en la escena cumbre del film, la que da sentido a toda la obra. Cuando el Dr. Holderlin llega a la cafetería a tomar unas cervezas con ‘sus amigos’ y se encuentra con que le hacen el vacío por tener relación cordial con un francés... (sigo en spoiler)
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TOM REGAN
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6
27 de abril de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
131/28(24/04/22) Entretenidísimo y muy divertido debut en la dirección del hasta entonces guionista Brian Helgeland (mientras rodaba le dieron el Oscar por el libreto de “L.A. Coiinfidential”), un producto escapista sin ansias de trascendencia, simple y pura acción que homenajea a los tipos duros de los 70 (llámense Clint Eastwood, Charles Bronson o Lee Marvin), ello se nota en su estilo seco, adusto, en su escenografía anclada en el tiempo (sin coches modernos, sin móviles [hablan por teléfonos de disco], sin nada que nos diga exactamente el tiempo, ni tan siquiera sabremos la ciudad donde estamos, se rodó entre Los Ángeles y Chicago), con una fotografía muy granulada, música vintage, apareciendo nombres que nos retrotraen al tiempo del tributo como Carter (“Get Carter” de 1971), Bronson (el mítico actor encasillado en héroes de acción en los 70 y 80 Charles Bronson), la organización criminal se llama Outfit (“The Outfit” de 1973, también basada en una novela de Westlake), y está el bar Varrick's (“Charley Varrick” de Don Siegel en 1973)

Un noir sencillo y directo desde el minuto uno. Aquí Helgeland adapta libremente la novela “The Hunter” de Donald E. Westlake usando el seudónimo de Richard Stark, que anteriormente se había adaptado en 1967 “Point Blank”, dirigido por John Boorman y protagonizado por Lee Marvin. Producto hecho para el lucimiento de un actor que estaba entonces en la cresta de la ola como era Mel Gibson como Porter (solo Porter), donde luce rostro pétreo de tipo duro imperturbable, no parece sentir ni padecer, no sonríe, no sufre, una roca que no para de fumar, con un objetivo entre ceja y ceja, sus 70,000 $ y punto (como bien espeta el malo al que da vida el siempre carismático James Coburn: ‘Mis trajes cuestan más que eso’), no quiere, más ni menos. Esto lo hace singular ser un tipo con principios, que sabe ese fue el valor de su vida. Ser estoico y brutal en sus medios de ‘persuasión’, ejemplo el modo de interrogar a un tipo con un piercing en la nariz (y si, lo que sucede lo has adivinado), un antihéroe de los que cae bien pues sabes que solo zurrará a los villanos. Tipo que por el modo de comportarse sabes que nadie puede con él, lo cual repercute en la falta de tensión dramática, pero tampoco busca eso el film

Película simplista, con múltiples clichés malos malísimos en diferentes, aquí no hay gente moralmente buena, desde ‘amigos’ traidores, narcotraficantes, sicarios, polis corruptos, poderosas organizaciones criminales, bandas chinas sádicas, todo un compendio de lo mejorcito de cada casa. Donde este sub mundo del lumpen se divide entre malotes, prostitutas de diversa índole (yonkis con una buena Deborah Kara Unger; dominatrix con una sensacional roba escenas Lucy Liu; y putas de buen corazón con Maria Bello en un papel tenue de mujer florero); remaneciendo un claro tiente misógino), y en el centro Porter.

Gibson (productor del film) elogió al director novato. Eso es, hasta que Helgeland le mostró a Gibson una versión preliminar de Payback y la estrella vio lo poco heroico y repelente que era. Gibson quería reescrituras; Helgeland no las haría. Así que Gibson trajo a Terry Hayes, quien había escrito el guión “Mad Max”. Gibson quería que Helgeland dirigiera el nuevo material (aproximadamente el último tercio de la película); Helgeland se negó y fue despedido durante la posproducción (pocos días después de ganar un Oscar al Mejor Guión Adaptado por “LA Confidential”). Entonces, Gibson contrató a un nuevo director (no dirá quién), y dijo a Premiere: "No fue una cuestión de ego, solo quería que la película fuera realmente buena". Ocho años después de que fuera un éxito moderado en los cines, al escritor y director Brian Helgeland se le permitió regresar y recrear su versión de Payback para DVD. El corte de Helgeland es más intransigente al estilo de los años 70 y termina con una nota más ambigua. Un ejemplo de su tono más oscuro es que Helgeland tiene un bulldog asesinado a tiros en su versión. La muerte del perro fue un punto principal de discusión durante la batalla de Helgeland con el estudio, por lo que el perro, por supuesto, se muestra sobreviviendo en el corte teatral. Habiendo muchos más cambios, con comienzo diferente, eliminación de escenas, eliminación de personajes, y un nuevo final.

La película engancha por su agilidad narrativa, con personajes que aunque arquetipos, son seres bien delineados, con escenas que transmiten carácter ya desde el inicio, con ese Porter que alegóricamente emerge de las profundidades... del metro a la superficie, chocando con la gente modo flemático, robando el dinero de un pedigüeño, al modo carterista dele encontronazo sustrayendo una cartera, utilizando una tarjeta de la misma para ropa, comer o comprar un reloj que luego empeña para obtener un revólver, y esto en apenas unos escasos minutos, maravillosamente sintetizado en el montaje. Para a continuación llevarnos al torbellino de sus indagaciones para dar con su objetivo Val (buen Gregg Henry), llevándonos con una meretriz drogata con la que tiene una pelea nada políticamente correcta. Luego encontrarnos con el narcotraficante Arthur Stegman (encarnado por un jocoso David Paymer), y después adentrarnos en los gustos un tanto peculiares del sexo de Val, con una brutal dominatrix que disfruta con su trabajo (Lucy Liu), arrolladora en el humor negro que destilan sus acciones. Un festival de palizas, peleas, disparos, atropellos, donde los límites de lo creíble se rebasan con mucho. Todo ello con gran vigor en la acción.

Para desembocar todo en un final (con sus incoherencias) bien expuesto en su desarrollo adusto y cotronado por una nota ambigua ingeniosa (spoiler).
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TOM REGAN
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