Es una suerte contar con bazas como esta para acallar a aquellos que dicen que el cine español es todo igual. Y es que, camuflada entre las películas aparentemente comerciales, nos encontramos con un thriller apasionante.

Un vigilante nocturno huye de la morgue tras comprobar que falta un cadáver. Y el marido es el asesino, pero no es el ladrón. ¿Es una broma de mal gusto? ¿O acaso ella está viva y todo es un plan perfecto para inculparle? Como si fuera el clásico mayordomo asesino, la película nos empuja sin miramientos y nos sumerge en un océano de pistas, detectives e intereses cruzados. Donde no falta ni sobra nada.

Si acaso sobran, son caras conocidas. Porque los actores están muy bien por separado, pero falta armonía en la elección del casting. ¿Soy el único que ha encasillado irremediablemente Juan Pablo Shuk como el malo de “El barco”?

Oriol Paulo escribe (y dirige) con precisión quirúrgica este thriller, que si bien recuerda en muchos aspectos a grandes clásicos como “El sexto sentido”, no deja de ser “una película de Belén Rueda”.

El argumento es genial, aunque peca de ser demasiado biográfico (bastantes escenas no tienen relevancia ni continuidad en la historia y la alargan innecesariamente). Por otro lado, a nivel técnico está muy bien, hay planos y giros de cámara realmente buenísimos. En cuanto a los actores principales Abhishek Bachchan hace un papelón y Aishwarya Rai destaca como actriz y bailarina, y demuestra por qué fue Miss Mundo en 1994. Los bailes bollywoodienses: maravillosos y bien integrados. Finalmente tiene muy buenas frases y moraleja para recordar, so let's do some business!

El buen ambiente que pueda respirarse en un grupo de colegas se transforma en nieve para llegar a un almacén de embalaje de cadenas de automóvil y calentar los corazones de los protagonistas. Combatiendo contra sus complicadas situaciones domésticas consiguen forjar una magnífica relación personal-laboral que mudará la carcelara sala de embalaje en una pista de baloncesto, cafetería-picnic o sala de lectura del tarot.

Pero lo que las cartas no adivinan es que los "malos rollos" de casa pueden llegar al trabajo y las hostilidades aumentan exponencialmente según se desarrolla una quizá demasiado prefabricada estructura de introducción, nudo y desenlace.

Contra el conformismo, pesimismo y depresión se alza Ángela (una espléndida Laura de Pedro), cuya ilusión por la vida nos hace ilusionarnos desde el sillón. Mucho más viendo las grandiosas interpretaciones de una multidisciplinaria Asun Aguinaco, un adecuado Gabriel Latorre y un bastante acertado Xabi Yárnoz.

Y como el tiempo es el que hay, y no me refiero sólo al meteorológico, que también, si empleamos demasiado tiempo en una introducción realmente buena, nos queda un final realmente forzado. En pocos minutos la película acaba sin saber muy bien por qué y nos queda con ese sabor en la boca que nos pide más, pero la historia tan sólo acaba de empezar fuera de la pantalla.

Los grandes problemas de la historia derivan de problemas de comunicación. Y estos a menudo ocurren cuando el emisor supone conocidas cosas que el receptor ignora. Por eso es intolerable –mucho más en el cine mudo– suponer que el espectador conoce, en este caso el caso Dreyfus. Probablemente cualquier francés de finales del siglo XIX estaría al día, pero desgraciadamente un siglo después hay gente que no lo entendemos y tenemos que parar el vídeo a la mitad para buscar información en la Wikipedia porque no nos enteramos de nada. Supondré en su defensa que Méliès no concibió el cortometraje para trascender, sino solo como pataleta política.

Por otro lado, hay que reconocer el mérito de ser el primer cortometraje “basado en hechos reales” y ser una denuncia social del tema dreyfusista, de moda en 1899. Aparte quedan aquí las apariciones y desapariciones características del mago francés para contar una cruda historia que, en su momento, conmovió a toda Francia.

“Nueve cartas a Berta” trata en el 1966 un tema de absoluta actualidad entre los estudiantes Erasmus: un estudiante de intercambio (¡antes de que existiera el Programa Erasmus!) que vuelve a España y se deja el corazón con Berta en Inglaterra. Y desde su Salamanca natal no puede dejar de comparar la belleza de la tierra y gastronomía españolas con la melancolía de un amor e ideales cosmopolitas que están lejos.

La dirección de Basilio Martín Patino, sin embargo, no ha envejecido tan bien. La música y grabados renacentistas de los entreactos rompen la atmósfera popular charra que tanto cuesta crear durante los actos o cartas a Berta. El sonido en general y el doblaje de algunas escenas en particular chirrían como una puerta vieja, a pesar de que las actuaciones de los mismos actores doblados sean de un naturalismo pasmoso. Los diálogos y el habla popular, por último, sí nos transporta al tiempo de nuestros abuelos, con sus manías, sus costumbres y sus cosillas… que laten aún en la España del 2014.