Cuando Pedro Almodóvar consiguió ganar el Oscar por "Todo sobre mi madre" eran muchos los que pensaban que su próxima película iba a seguir una senda parecida. Si la fórmula le había funcionado una vez, por qué no repetirla. Los ingredientes estaban ahí, sólo había que mezclarlos de nuevo para que el cóctel se convirtiese en otro éxito mundial. Afortunadamente el director manchego decidió que con una película como esa ya era suficiente. Había que probar cosas nuevas. Había que adentrarse en un terreno diferente. Lo que nadie sospechaba es que ese camino le iba a llevar a rodar su obra maestra. Mucha gente estará en desacuerdo. Pese a su prestigio internacional (de toda su filmografía es la película mejor valorada en el extranjero) el público y la crítica de este país se sintieron decepcionados al no ver en pantalla otro melodrama femenino. En esta ocasión los protagonistas eran dos hombres. Y las mujeres se pasaban casi toda la película sumidas en un coma profundo. Ellos llevaban la batuta, ellos hablaban, ellos lloraban y ellos ponían voz y rostro a una de las películas más arriesgadas de Almodóvar, precisamente por irrumpir en cartel cuando todo el mundo le pedía más de lo mismo. A muchos el cambio no les gustó.

No sé si es su mejor guión. No sé si se merecía el Oscar que le dieron por él. Ni siquiera sé si es una de las mejores historias que ha ideado a lo largo de su carrera. Lo que sí sé es que todo está contado de manera magistral, que los personajes traspasan la pantalla, que no desperdicia ni uno solo de sus planos, y que desde que el telón se levanta para que podamos contemplar un fragmento del "Café Müller" de Pina Bausch es imposible apartar los ojos de la pantalla. Es fascinante hasta en sus silencios. Aún recuerdo la primera vez que la vi, sentado en la butaca del cine, paladeando cada momento. Y no se me olvidará nunca cómo se me aceleró el corazón cuando empecé a comprender la verdadera naturaleza de su protagonista y al ver el alcance de lo que había hecho. Qué cantidad de momentazos tiene esta película. Consigue que hasta una corrida de toros se vea como algo hermoso y espectacular. Y eso lo dice alguien que no es aficionado a la tauromaquia precisamente. Bellísima y terrible. Me encanta. No le doy un diez porque sé que no es perfecta, pero poco le falta.

Los catetos de pueblo vuelven a ser una fuente inagotable de inspiración para el género de terror. Y si además de brutos y primarios resultan estar (aunque no se sabe muy bien por qué) como auténticas cabras, súmale otro ingrediente más a la receta. Ésta y la de la familia que se muda a una casa encantada nunca fallan.

El caso de "Calvario" no deja de ser más o menos interesante. Parte de premisas un tanto trilladas, pero sorprendentemente introduce algún elemento que la hacen diferenciarse de otras películas similares. Incluso consigue dejarte mal cuerpo en unas cuantas escenas. Pero una vez echadas las cartas sobre la mesa, y se toma su tiempo para hacerlo en condiciones, a lo mejor el director debería haber desarrollado un poco más la historia para impactar del todo al espectador. Material de partida tenían, eso desde luego. Da la impresión de que, llegados a un punto, la película tenía que haber sido más exigente consigo misma. No está mal, pero podía haber estado mejor.

El sobadísimo subgénero de casas encantadas ha tocado fondo con esta película. Tiene todos los tópicos habidos y por haber. O más que tópicos, habría que hablar de marcas de fábrica: mudanza de familia con problemas, casa embrujada con pasado siniestro, chico que "conecta" con los entes del más allá, efectismo, sustos a tutiplén, actores pésimos... Desgraciadamente la mezcla, que más o menos funciona en otras ocasiones, aquí termina convirtiéndose en la cosa más aburrida, ridícula e indigesta del mundo. El final es para enmarcar. Un bodrio considerable. Encima quieren que nos creamos que está basado en hechos reales. Sí, ya, y qué más.

"Cisne negro" es un ejemplo inmejorable de cómo hacer que una historia que ya se ha contado antes, incluso en películas que están consideradas auténticas obras maestras, resurja ante los ojos del espectador con un envoltorio que la hace parecer algo completamente nuevo y diferente. Quizá sea la puesta en escena, las soberbias interpretaciones de sus protagonistas, el tono siniestro que empapa todo el metraje, los momentos perfectamente calculados en los que la historia se desliza hacia el género de terror, la atmósfera claustrofóbica, la belleza estética de sus imágenes o la radiografía que hace del mundo del espectáculo, pero, sea por la razón que sea, la película de Aronofsky consigue endosarnos sin vaselina una historia conocida desde hace décadas y nosotros, como buenos gourmets, nos la tragamos saboreándola encantados aunque en el fondo sepamos que no es la primera vez que probamos ese plato. La verdad es que es una película impresionante. Funciona como drama, funciona como thriller, funciona incluso como película de terror psicológico. Todo fluye de manera excelente desde el principio de la historia, sin apenas baches o tropiezos importantes en el ritmo, siempre ascendente. Pasea por muchos lugares comunes, es verdad, pero lo hace de una manera tan fascinante que no importa lo más mínimo. Y además tiene unos veinte o treinta minutos finales que te hacen rezar al cielo para que la película no se acabe. Buenísima.

Espero que dentro de unos años alguien haga un estudio sobre los daños colaterales que la obra de los hermanos Wachowski ha provocado en el cine de acción palomitero de la última década. La nueva película protagonizada por Paul Bettany, actor que parece abonado a éste tipo de subproductos aderezados con religiosidad cristiana y mística de andar por casa, viene a ser algo así como una mezcla un tanto deficiente entre Matrix, Underworld, El libro de Eli, Constantine y Van Helsing (échate a temblar) que intenta encontrar un estilo propio pero no deja de ser una más entre tantas historias que caen una y otra vez en los mismos lugares comunes que todos, en mayor o menor medida, ya nos sabemos de memoria. Visualmente tiene su punto, claro, porque hay mucho dinero invertido en ella, pero en todo lo demás naufraga como un barco tocado por un misil en medio del océano Atlántico. Es tan predecible y sin sustancia que a la media hora puede llegar a hacerse aburrida. Sólo se la recomendaría a los que consideran que las películas que he mencionado ahí arriba son de lo mejorcito que ha dado el género en lo que llevamos de siglo. Y puede que ni aún así les guste.

Lo mejor: la introducción con dibujos animados.

Lo peor: que es mala y encima parece que se toma en serio a sí misma.