Película que no tiene más pretensión que la de hacer pasar un rato entretenido. Aunque el guion es inexistente no llega a aburrir ya que es una historia de pura persecución y huida: los zombies persiguiendo, los "buenos" escapando, tratando de encontrar una salida a la situación, nada nuevo ni original pero bien manejado en los tiempos. Lo de los sustos es marca de la casa (si es que has visto la primera parte) pero ya no asustan tanto, claro, pues es el riesgo de situar a nuevos personajes en el mismo entorno que en el de REC.
Por otro lado el factor sorpresa de aquella se pierde en esta, pues allí se iba introduciendo poco a poco al espectador en el desarrollo de una historia que en esta segunda parte nos viene dada desde el minuto uno. No hay que buscar tampoco interpretaciones de óscar ni giros espectaculares de guion, ya que la película va a lo que va, a satisfacer las ansias de un público ávido de una marca concreta, la que REC inauguró con gran acierto en su estreno. Cine para fans y no pensar demasiado. Y lo consigue. No todo ha de ser Bergman.
* Pongo nota de valoración porque es obligatorio para poder hacer mi crítica, aunque no crea en el sistema de puntuaciones.

Dudaba pero le voy a poner un 8. No soy un gran consumidor de este tipo de películas: las interpretaciones son más bien regulares, con decenas de clichés y tópicos y está destinada a satisfacer a un público más bien joven y poco exigente. Pero... ¡es simplemente cine de aventuras, sin darle más vueltas! Y consigue entretener con un ritmo trepidante, midiendo muy bien los tiempos con una trama que no decae en ningún momento. Hay tiempo para todo, para ver Persona, de Bergman, el cine de Kim-ki Duk o al mejor Fellini. Pero también para películas que estén bien contadas y estructuradas, que no se anden por las ramas y que no sean extremadamente violentas. No le busquemos tres pies al gato. Mejor mirémosle a los ojos.

Si ya de por sí resulta difícil hacer una crítica cinematográfica de cualquier película con Eraserhead la cosa se complica más aún. El cine no es una ciencia exacta, es un arte, una herramienta de expresión del imaginario humano completamente subjetiva. En el cine no existen los éxitos seguros ni los fracasos totales y la valoración de una obra depende de muchos factores, entre ellos los emocionales, del público y de la crítica especializada. Alegremente podemos decir que es buena o mala, sin detenernos a pensar en que tal vez hayamos querido decir "me gusta" o "no me gusta". No obstante pasamos por alto esto y coloquialmente podemos aceptar eso de "buena" o "mala" sin sentimientos de culpa inútiles. Esto es un arte para el juego de conocernos a nosotros mismos. Un placer, un disfrute.
Dicho esto Eraserhead es una obra totalmente personal de su director, David Lynch, además de su estreno como largometrajista. Y debuta de la forma más extraña en que podía hacerlo. No se la puede considerar ni surrealista, ni abstracta, ni experimental, ni cine de arte ensayo: es lynchiana, tal vez demasiado lynchiana. Para mí ese es su único problema. Corresponde a un momento muy concreto de su vida (también en lo emocional, como él mismo suele reconocer) en el que como director paradójicamente se ajustaba a un modo de narrar historias de forma muy impersonal, tal y como hacía en sus cortometrajes. Se echa a faltar su acercamiento al espectador como a un amigo a quien se le cuenta un cuento, un sueño. Falta emocionabilidad, empatía directa, cuesta mucho identificarse con su extraño protagonista y sus aún más extraños acompañantes y en ningún momento da pie a ello. El crudísimo blanco y negro de la fotografía todavía vuelve más oscuro todo: la atmósfera, la trama, los conflictos de paternidad... Por meterse en los terrenos en que se mete (los sueños, el subconsciente, los miedos y angustias, las obsesiones...) se torna en su conjunto una película muy "profunda" pero también muy lejana. Tanto que a veces se llega a perder un poco la atención y el interés.
Eraserhead puede ser analizada de muchas maneras pero eso ya no forma parte de la labor del crítico sino del público a la salida del cine. De alguna forma, no obstante, es una obra que no suele dejar indiferente, impacta, bien sea alabándola como una obra maestra o despreciándola con dureza. Lo que no se puede negar es que Lynch da rienda suelta como nunca a su libertad como creador sin tener demasiado en cuenta a un espectador, en general, demasiado acostumbrado al paradigma cinematográfico clásico norteamericano, lo cual por lo menos resulta atrevido y muy valiente. Su cine va más allá de lo lineal y lo supuesto, y más que explicar abre puertas que acaban llevando a rincones inexplorados de nuestra propia mente, generando finalmente más preguntas que respuestas. Lynch no es fácil de ver. Por supuesto si te gusta el estilo de otras películas suyas esta te atraerá de algún modo. Pero si el director no es de tus favoritos mejor no la veas. Para dejarse conducir y no pensar.

Película de animación que se centra mucho más en su factura técnica que en el contenido de la historia y el desarrollo del guion y los personajes. Deprime a la fuerza y con artificiosidad, sin elegancia, con presuntuosidad calculada y tramposa. Lenta, pesada, anodina, tediosa, turbia, aburrida, que pretende utilizar los elementos del cine existencialista de autor para epatar sin pudor y acaba provocando rechazo por el uso de tópicos y clichés mal disimulados.

Más que catalogarla dentro del género de terror La maldición de Hill House es una serie dramática con tintes sobrenaturales. Es brillante y original aunque algo excesiva de duración y reiterativa en algunos conflictos de los personajes. A veces se alargan demasiado, como un chicle y su resolución no está a la altura de lo que se teme o espera de estos conflictos.
La factura es en general excelente. La atmósfera está muy bien diseñada y su ritmo es lento pero seguro. No obstante le sobran momentos puntuales de susto gratuito. Y ahí Flanagan quizá se excede dado el público objetivo al que está destinada la serie. Lo que da miedo se intuye más que se percibe directamente, apoyado por una fotografía inquietante sin llegar a ser oscura. Sabe mover la cámara y crear clímax y con esto le podría bastar para aterrar pero los golpes de efecto acaban por ir diluyendo la inquietud inicial hasta transformarla en mera curiosidad.
Siendo un drama familiar no cae fácilmente en el melodrama lacrimoso, lo que es de agradecer. Si bien es cierto que consigue este efecto liberador de tensión, el de la lágrima, al final de la serie de un modo muy contenido pero emocionante y sin artificios ni demasiadas trampas (aunque le sobre tal vez algún tema musical moderno que quiere provocar el llanto fácil). Tiene un par de secuencias cursis de manual a lo largo de su desarrollo pero tampoco se pasa.
Los actores están comedidos, sin sobreactuaciones, y sus personajes sufren un cambio gradual, una evolución que logra el efecto de la empatía del espectador.
En cuanto a estructura general es algo irregular. Hay capítulos realmente soberbios y otros que se hacen algo pesados y redundantes, que no aportan demasiada información y ralentizan el ritmo emocional, pero nunca pierde el tono, se sabe que siempre se está viendo la misma serie. El final tal vez no está a la altura de las expectativas y desinfla un poco toda la serie pero puede ser debido, como he dicho, a su excesiva duración. Le sobran dos o tres capítulos.
A destacar el capítulo número seis, una verdadera obra maestra en la historia de las series que le otorga un punto extra de calidad.
No es perfecta pero es muy recomendable y entretenida.