El año que se estrenó "Akira" con un presupuesto desorbitado hasta entonces para un anime japones que requirio un consorcio de estudios para poder hacer frente a los 7 millones de dólares que costó, se estrenó también "Mi vecino Totoro" de Hayao Miyazaki una joya de un joven estudio, Ghibli, con apenas tres años que iba a ser leyenda con un estilo muy diferente en fondo y forma al manga de Otomo, que dirigió su propia adaptación en anime antes de terminarlo y se aseguró de controlar el proceso creativo.

"Akira" fue un exito en su estilo, se convirtió en film de culto y su influencia en el anime posterior sobre todo de los 90 es incuestionable. Paradójicamente en la más reciente lista de los 100 mejores mangas de la historia, los japones ni la nombran. "Akira" fue un espaldarazo internacional al anime japonés con un salto cualitativo en las técnicas de animación.

A servidor que es más de Ghibli, esta aventura de "rebeldes sin causa" inspirados en el Japón cambiante de los sesenta que vivió el autor en su juventud, le cansa un poco tanta desmesura genómica, sobre todo en su segunda parte y no logro empatizar con ninguno de sus personajes principales, bastante planos. Algunos ejercen el terrorismo, el gobierno de turno es corrupto y hay un coronel que propone las viejas y peligrosas recetas de que el ejercito se haga con el poder. Un neo-Tokyo en el que Otomo imaginaba un 2019 que ya hemos dejado atrás. El ambiente apocaliptico que predecia su autor va por otros derroteros no menos peligrosos.

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Cuan diferentes serian esas sesiones de fotos vacacionales a las que nos someten y sometemos a amigos si detrás de esas imágenes saliera a la luz lo que pasa por nuestra cabeza en esos momentos en que posamos despreocupados o sonrientes enmarcados por monumentos o paisajes para el recuerdo.

Algo asi es lo que nos ofrece la directora barcelonesa Nuria Gimenez Loran en su segundo trabajo "documental". 50 bobinas de material filmado en 16 y 8 mm. encontradas en la casa suiza de sus abuelos ya fallecidos dieron a la directora un barro primordial en el que modelar una de tantas historias que se le ocurrieron. Utilizó las imágenes de sus abuelos como interpretes de un melodrama sirkiano tanto en el fondo como en la forma trabajando la restauración y digitalización de dichas imágenes que crean un mundo colorido, y aquí coincido con Paula Arantzazu de Cinemania: "un mundo y un tiempo que solo existe en sus imágenes".

Un experimento cinematográfico brillante y arriesgado. El uso y desuso del sonido y la sustitución de una voz en off por subtitulos son hallazgos creativos que se unen a una edición selectiva y mimada de más de 29 horas condensadas en 73 m. Imágenes que acaban por hipnotizarnos en un juego de voyeurs y que trascienden la realidad en un crisol de pura magía cinematográfica.

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En México llevan ya muchos años "malos para la lírica". Y para otras muchas cosas, sobre todo su pueblo. El adjetivo de "lindo" que suele acompañar al país ha sido sustituido por el de "violento". El resultado como en otras partes del mundo es un flujo migratorio hacia el prepotente vecino del Norte que les espera con los brazos cerrados y muros levantados a todo aquel que no tenga la vida resuelta, motivo por el cual precisamente migran, en busca de una oportunidad para poder vivir con dignidad. Y en este engañoso y tortuoso camino hacia la vida les esperan agazapados otros compatriotas que han optado por el otro camino, el de la muerte, la violencia, el robo..., para resolver la suya.

Y sin embargo el cine mexicano está más vivo que nunca dando fe artística de lo que pasa, denunciando con imágenes el sufrimiento de sus gentes. Fernanda Valadez (Guanajuato / 1981) en su madurez consigue sacar adelante con ayuda internacional un excelente guion escrito a dos manos junto a otra cineasta mexicana Astrid Rondero. Un debut más que notable que hace de la necesidad (escaso presupuesto) virtud y mima los encuadres, busca la belleza y el drama en lo más sencillo, esculpe los rostros, difumina los entornos, raciona la música y la palabra en busca de lo esencial, concede tiempos a la imagen, mantiene el suspense y acaba por sorprendernos tanto o más de lo que lo venía haciendo durante el metraje. CINE.

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"Bicho malo nunca muere". Esa parece ser la máxima o el denominador común de miles de dictadores a lo largo y ancho del mundo y su historia. Aquellos otros que apuntan maneras contrarias caen a la primera de cambio. Entiendo que los dioses quieran llamarlos a su seno pero podrían mandar con la misma diligencia a los otros al infierno. O puede que sea la confirmación más clara de que el infierno está aquí en la tierra.

El infierno particular que rigió el general Augusto Pinochet y su acólitos en Chile desde 1973 a 1990 tuvo en el Frente Patriótico Manuel Rodriguez (héroes de la independencia), guerrilleros de ideología marxista-leninista apoyados por Cuba, una resistencia interior armada que obviamente los USA que apoyaron el golpe de Pinochet encuadraron en su lista de grupos terroristas.

Su punto de inflexión fue el 7 de Septiembre de 1986 cuando llevaron acabo la operación "Siglo XX". Un atentado fallido contra el general cuando iba en comitiva desde  su residencia de descanso en el pueblo El Melocotón a Santiago.

Lo cuenta su director de forma caótica y confusa a la que añadiremos que la dicción de los actores y sus modismos chilenos hacen a veces ininteligible lo que dicen. Falta contexto social y de sus personajes principales como la comandante Tamara. La película queda pues como un bosquejo, un borrador de un momento crucial que al menos nos incita a buscar fuera de la pantalla más datos sobre los hechos y los personajes que los protagonizaron.

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Lo más decepcionante de esta segunda entrega es que se hayan reducido sus episodios. De 17 en la primera a 8 en la segunda.

Cada uno de ellos es una pieza única con un valor intrínseco muy disfrutable a gusto de cada cual. A mi me gustan todos. Reconozco que soy parcial y que me declaro fan irredento de este cómic visual que como ya comenté a tenor del primer volumen viene a resucitar en pantalla la extinta época dorada de títulos en papel como "Metal Hurlant", "Zona 84", "Dossier Negro", "Creppy" y por supuesto "Comix internacional".

Babeo solo de pensarlo.

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