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España España · Pamplona
Críticas de Asier Gil
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Críticas 85
Críticas ordenadas por utilidad
4
25 de noviembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando la inteligencia artificial supera a la suma de todas las mentes brillantes de la historia, sus límites pasan a ser la consciencia, la moralidad, la capacidad de interpretar sentimientos para actuar conforme a ellos. Una frontera peligrosa, porque la autonomía supone la última vara de mando para controlar una tecnología omnipotente y de la que dependemos por completo en el mundo conectado en el que vivimos. Este debate filosófico sobre los riesgos de humanizar a las máquinas es la base de 'Transcendence', una nueva incursión en la trillada posibilidad de un futuro apocalíptico en el que los seres humanos dejamos de ser la especie dominante de la Tierra.
La chispa que provoca el cambio la encarna un investigador que trata de crear una inteligencia artificial dotada del conjunto de las emociones humanas. Después de sufrir un atentado de un grupo terrorista antitecnológico, decide burlar a la muerte cargando su mente en su propio sistema. Mata así dos pájaros de un tiro: demuestra el potencial de su teoría y continúa con su vida junto a la mujer que ama. Pero al conectarlo a la red, su ambición por acumular poder se desata, y la humanidad deberá mutilarse para eliminar la amenaza en la que se convierte. Un final drástico -cortar internet- con el que acabar la historia y dar comienzo a su relato, ya que la película es enteramente un 'flashback'.
A los mandos de 'Transcendence' se sitúa el director de fotografía habitual de Christopher Nolan y ganador de un Óscar por su trabajo en 'Origen'. Wally Pfister se estrena en la realización con una película muy potente en su planteamiento gracias a las inteligentes preguntas que deja en el aire sobre la capacidad de la tecnología de ser consciente de sí misma, cualidad que el protagonista define como trascendencia. Sin embargo, ese inicio tan sugerente se pierde en un desarrollo contaminado de clichés y en el que la trama navega a la deriva entre un 'thriller' sin interés y un drama emocional con personajes evolucionando sin sustento en el guion ni brillo en la pantalla. Su labor en la dirección contiene ecos tanto de la espectacularidad de Nolan como de la oscuridad de sus personajes, pero Pfister no consigue eliminar la sensación en el espectador de haber estado filmando las dos horas con el piloto automático.
El reparto de lujo tampoco salva el filme. Johnny Depp asume el rol principal y, olvidándose de las típicas extravagancias de sus interpretaciones, construye un protagonista frío y mecánico, del que no molesta que solo aparezca en pantallas de plasma. Paul Bettany y Morgan Freeman están encadenados por la simpleza y los cambios bruscos en la mentalidad de sus personajes, por lo que es Rebecca Hall la que, como esposa del científico, se debe esforzar en dotar de dramatismo a una historia de amor carente de emotividad.
Para su ópera prima, Pfister escogió un tema manido del que intentar aportar luz con una propuesta intrigante, pero su ambición por asomarse a la metafísica resulta desmedida y sus argumentos pasan a ser ininteligibles e ilógicos. Sin fuerzas para buscar el aprobado en el drama romántico o en mantener viva la intriga, juega con imágenes oníricas para aparentar una profundidad y un carisma que su película no posee. Un intento fallido de destacar en el género, pero con la suficiente base para crecer y probar suerte de nuevo.

Diario de Navarra / La séptima mirada
Asier Gil
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6
25 de noviembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La profundidad de sus ojos verdes esconde muchísimo. A sus afilados pómulos como cuchillas, sus enormes labios de carmín, sus cuernos enrollados y esa actitud altanera de villano de manual se une una mirada que rezuma venganza y animadversión, pero también tristeza, culpabilidad, bondad y cariño. Así se construye un personaje, dotándolo de un alma que evoluciona conforme a los acontecimientos y que sufre tanto las consecuencias de sus actos que se ve obligado a cambiar su forma de ser. 'Maléfica' no es la exaltación del lado oscuro de los cuentos, ni la transformación de una infame en heroína. Es la complejidad que surge en el interior de todo aquel que se mueve por un corazón que late. Y que no se puede obviar, por muy hada que seas.
Disney no revisa la historia de 'La bella durmiente' para explicar los motivos por los que un hada protectora de un mundo de fantasía se convierte en un ser maligno y vengativo, sino que reescribe completamente la historia para que Maléfica sea el centro de atención y todo gire a su alrededor. En el prólogo, asistiremos a su niñez, contemplaremos su amor de juventud y entenderemos por qué se envileció su carácter y decidió declarar la guerra a los humanos. Después aparecerán la princesa Aurora y los demás personajes del clásico de 1959, pero el cuento ya no será el mismo, ni terminará de igual manera.
Robert Stromberg se pone al frente de un largometraje con dos Óscar en su bagaje gracias a su buen hacer en el campo de la dirección artística y los efectos especiales ('Avatar' y 'Alicia en el país de las maravillas'). Por ello, su película presenta una puesta en escena brillante, que en sus primeros minutos se asemeja a los planos aéreos del filme de James Cameron y que supone uno de los puntos fuertes del proyecto. La belleza de los paisajes y el impacto logrado en las batallas están acompañados de una agradable banda sonora, que, aunque potencia, nunca roba el protagonismo a las imágenes.
El acierto del guion es profundizar en la psique de Maléfica de forma sutil y tomándose el tiempo necesario, desterrando un arranque simplón para revelar finalmente todas las emociones que bullen en su interior. Sin apenas darse cuenta, el espectador se habrá metido en su piel, cautivado por su ternura y su ánimo de redención. El fallo es no prestar atención al resto de personajes, totalmente prescindibles y bochornosos, y dejados a su suerte en una trama pobremente construida y sometida a la evolución interior de la protagonista. Una historia a la que le sienta fatal un final feliz, que, por otro lado, es de obligado cumplimiento al tratarse de una película infantil.
Angelina Jolie encarna el último puntal de la cinta. Su actuación -la única que puede ser resaltada- es lo suficientemente sobria en los instantes de extrema vileza para conseguir deslumbrar cuando debe contar con miradas lo que nunca podría salir de la boca de un villano. Pese a cierto rebase en su caracterización, la actriz estadounidense entiende que el peso del filme recae sobre su espalda y, sin excentricidades, erige un personaje completo que no da ni miedo ni empacha con su dulzura. Una mezcla exacta de los vericuetos del comportamiento humano con la que pintar los claroscuros que todo cuento alberga.

Diario de Navarra / La séptima mirada
Asier Gil
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4
25 de noviembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Hasta qué punto es sano reírse de uno mismo? ¿Dónde está el límite de lo absurdo? Y, sobre todo, ¿merece la pena seguir viviendo pese a no tener ningún fular en mi armario? ¿Debería comprarme uno? Cuatro preguntas clave que asaltan la cabeza del espectador después de ver '3 días para matar', un anuncio turístico de París de 113 minutos de duración en el que Luc Besson, de la mano del director McG, nos presenta la historia de un agente de la CIA al borde de la jubilación. Él es Kevin Costner, que, además de modelo publicitario y experto sicario, en esta película asume los roles de padrazo en apuros, marido enamorado, torturador sin escrúpulos, magnánimo ciudadano, amo de la carretera, 'Léon el profesional', enfermo taquicárdico, padre de la novia, ciclista de urbe, maduro interesante, cocinero novato... y, sí, también guardaespaldas.ç
El pluriempleo de Costner tiene su analogía en la cinta, una unión de humor negro, 'thriller' y drama familiar, intercalado con secuencias de acción para oxigenar un guion que fracasa en casi todas sus ambiciones. El intento de Besson de acercarse a la figura de un agente del servicio secreto que acepta una última misión para dedicarse después a una familia a la que abandonó naufraga ante unos personajes desdibujados y unos saltos narrativos bruscos y superficiales. Tan pronto vemos a Costner dando caza a un terrorista de Europa del este, como persiguiendo a su hija adolescente por discotecas y salones de tatuajes, o tratando de salvar el matrimonio con su mujer.
El responsable de largometrajes como 'Los ángeles de Charlie' y su secuela se embarca en la tarea de poner en imágenes un texto del cineasta francés que supura por todos sus poros ese humor tan característico de su obra, junto a su afán por mezclar géneros en un mismo proyecto. McG salva con corrección y sin entusiasmo las escenas de acción, pero se estrella en las secuencias dramáticas del filme y, salvo momentos de lucidez, el metraje no logra despojarse de un aroma a videoclip.
Por su parte, el reparto hace lo que puede con unos personajes planos y descritos en ocasiones con muchas licencias en pos del humor. Algunos, como el dueño de un negocio de alquiler de limusinas, encajan en la comicidad de lo absurdo propia de Besson, pero la 'femme fatale' embutida en cuero e interpretada por Amber Heard no tiene perdón posible y solo puede existir en ese mundo, en el que un Peugeot es capaz de sacar de la carretera y destrozar un Audi tras una persecución por la Ciudad de la Luz. Costner aporta madurez y oficio a su personaje, en tanto que Hailee Steinfeld ('Valor de ley') se esfuerza en realizar al suyo maniobras de reanimación cardiopulmonar -la vida es dura para una joven caótica cuyo mayor dilema en la vida es qué hacer con su pelo-.
Llegamos ahora al punto crucial. Si todo esto fue urdido con el mero propósito de entretener y de reírse de sus propias carencias, y si no hay ningún interés en crear una obra que trascienda y tan solo se pretende amenizar dos horas de la vida de alguien, ¿merece la pena? Por si no le queda claro, ahí van las respuestas a las preguntas del principio: hasta que los demás empiecen a sentir vergüenza al verle; no hay prácticamente límites en el humor, siempre que uno sea hábil manejando las expectativas de lo que va a ver; aunque Costner se empeñe, sí; y no en esta vida.

Diario de Navarra / La séptima mirada
Asier Gil
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6
18 de noviembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Había mentiras en los cimientos de la casa. La familia había ido creciendo sin que nadie se ocupara de arreglar las grietas que asomaban por las paredes, de investigar las causas por las que la estructura estaba cada día más comprometida. Y ahora todo amenazaba con venirse abajo, poniendo al descubierto las verdades que duelen, aquellas que dejan un terreno yermo en el que no puede volver a construirse nada. Por muy buen arquitecto que seas. Y por muy adentro que escondas los secretos sobre los que edificar tu existencia.
Esta es la clave de la nueva película de Asghar Farhadi, cuya primera secuencia ya desvela el papel que deberá asumir el público. Al comienzo de 'Nader y Simin, una separación', quedaba claro que seríamos nosotros los que juzgaríamos a los personajes; y en 'El pasado', el primer encuentro entre los dos protagonistas, separados por un cristal que impide que se entiendan, nos explica que nuestro cometido será el de desenmarañar la trama ante una falta de comunicación propiciada por las intenciones ocultas. El contexto es propicio para elevar las tensiones: un iraní regresa a París para firmar los papeles del divorcio con una mujer con la que vivió cuatro años, que tiene dos hijas de un matrimonio anterior y que ahora reside en la misma casa con una nueva pareja, acompañada de un niño conflictivo y con una esposa en coma en el hospital.
El director iraní vuelve a deslumbrar con su talento para describir las relaciones familiares. Sin un aparente cuidado del aspecto formal -sin 'travellings', sin música, sin 'flashbacks', sin narrador, sin planos elaborados, con más fluidez que ritmo...-, Farhadi solo deja que la cámara siga a los personajes para que sean ellos los que revelen la historia. El reparto hace suyo un guion potente que nos encierra en pequeñas habitaciones para que desmenucemos la trama y averigüemos qué esconde cada miembro de la familia. Unas bombas de relojería con las que avivar el interés del espectador por completar el puzle, pero con las que el filme se asoma demasiado al precipicio del melodrama. Donde en su anterior película los personajes actuaban de forma coherente a lo que se había presentado desde un principio -aun guardando secretos en su interior-, en 'El pasado' cambian de víctima a verdugo con demasiada facilidad, y la historia coquetea tanto con los extremos que ya no transmite sensaciones con el mismo impacto.
Bérénice Bejo, Ali Mosaffa y Tahar Rahim aportan la carga emocional y transmiten los matices con los que avanza la trama. La actriz de 'The Artist' se convierte en la principal fuerza interpretativa, gracias también a que su personaje es el nexo entre todos los demás y, a la vez, el más oscuro de todos. Buen trabajo también entre los papeles infantiles, en un aspecto clave para Farhadi, ya que los niños serán quienes descubran al espectador los mayores secretos.
La efectividad narrativa del cineasta iraní continúa en niveles muy altos, pero el relato es tan denso que la historia, al solo descubrirse a través de los diálogos, fuerza en ocasiones a los personajes a hablar más de la cuenta para echar una mano al espectador. La película no consigue alcanzar las cotas de brillantez de su predecesora, pero Farhadi construye con tanta maestría el retrato de la tragedia en el seno familiar que el resultado sigue siendo absorbente y digno de aplauso.

Diario de Navarra / La séptima mirada
Asier Gil
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6
18 de noviembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizá ni ella misma lo supiera. Tomó un camino solo para descubrir qué escondía la puerta cerrada de una habitación de hotel. Pero en sus pasos no había deseo, ni presiones externas, ni necesidad económica. En su interior le quemaba la rebeldía que en la adolescencia te obliga a transgredir y te incita a experimentar sin las cadenas de la paciencia o la razón. Es esa búsqueda personal la que te lleva a cometer errores, con los que maduras a golpes. Y si eres joven y bonita, ese camino de dinero fácil y camas extrañas se abrirá ante ti. ¿Por qué cogerlo? No esperen encontrar respuestas en esta película. Esto no es 'Belle de jour'. Aquí no hay una mujer incapaz de satisfacer sus pasiones más ocultas ante la perfecta corrección de su marido. No existen por mano de Luis Buñuel ni traumas infantiles ni la necesidad de liberarse de una sociedad burguesa que oprime. Esto es Ozon y, de nuevo, la adolescencia. Sin juicios morales ni reflexiones sociológicas, el espectador volverá a ser un 'voyeur' dentro de la cámara del director francés.
La protagonista en esta ocasión es una joven que acaba de cumplir 17 años. Vive cómodamente con su familia y pierde la virginidad con un ligue alemán una noche de verano. Cuando regresa a las clases, recibe la proposición de un hombre que la incita a tener sexo a cambio de dinero. A partir de entonces, comienza una doble vida: estudiante por las mañanas y prostituta de lujo por las tardes. Todo a espaldas de su familia, que no descubre su secreto hasta que la policía toma cartas en el asunto y que desde ese instante trata de entender los motivos que la movieron a entrar en ese mundo.
François Ozon deja muy patente que es el público el que debe responder a las preguntas que él plantea a lo largo del filme. No se aventurará a esgrimir razonamientos ni motivaciones que expliquen el comportamiento de su personaje. Solo plasmará su evolución en un año a través de un ritmo pausado y con un lenguaje visual terriblemente atrayente. Intentará que el espectador se revuelva en su asiento, pero esta vez la perturbación se debe al tema del que trata la película y no tanto a su ejecución.
En su largometraje 'En la casa', el realizador francés atrapaba las miradas con una historia plasmada de forma sublime, en la que uno era incapaz de escapar de la imaginación de ese joven que, a través de sus escritos, se introducía en las relaciones de una familia y hacía desquiciarse a su profesor de literatura. En 'Joven y bonita', Ozon filma también secuencias muy sugestivas, pero la trama carece de la fuerza que imprimió en su anterior trabajo. No obstante, su sello es inconfundible, sobre todo al forzar un final tan abierto y que será desgarrador para aquellos que se enfrenten a la película con la intención de imponer el sentido común en la historia.
El poder magnético de las imágenes se debe en gran medida a la enorme belleza y a la intriga que Marine Vacth aporta en su actuación. La mirada de esta joven modelo y actriz desprende tanto misterio que encaja a la perfección con el deseo de Ozon de que su personaje sea ininteligible, tal y como el comportamiento de los adolescentes lo es para sus padres en la mayoría de las ocasiones. El objetivo del filme es que el espectador salga del cine impactado ante la dureza de la situación que describe y dispuesto a reflexionar sobre el tema tan incómodo que aborda.

Diario de Navarra / La séptima mirada
Asier Gil
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