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España España · Madrid
Críticas de Mengo
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Críticas 46
Críticas ordenadas por utilidad
8
16 de septiembre de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante el rodaje del cortometraje documental “Carboneros de Navarra” (1981), Montxo Armendáriz conoce a Anastasio Otxoa, un carbonero al que todos conocen como Tasio. Su fascinación por este personaje se traduce en la escritura de un guion de ficción biográfica. Después de año y medio de búsqueda de un productor para la que sería su ópera prima, Montxo contacta con Elías Querejeta, quien acepta las condiciones de rodar solo con actores naturales o muy poco conocidos.

El productor, además, apuesta firmemente por la película, aprobando un presupuesto muy por encima de la media (125 millones de pesetas) y contratando a un equipo técnico de primera categoría. Entre ellos cabe nombrar la dirección artística de Gerardo Vera, antes de que se pasara al teatro, José Luis Alcaine a la fotografía y Pablo G. Del Amo en el montaje, dúo con olor a “El Sur” (Víctor Erice, 1983).

Tasio defiende su independencia laboral, se vanagloria de no trabajar para otros, pues esto solo incrementa la brecha entre ricos y pobres. No es justo que unos trabajen y otros se lleven las ganancias, y si esto es ley de vida, más vale morir. Tasio mantiene una lucha perenne contra el status quo que lo rodea. Confía en sus manos para trabajar, en su familia y en la gente del pueblo, pues es en la austeridad cuando cada uno es más vulnerable y necesita más de la ayuda del otro. Y sobre todo, entiende el campo, el monte y la Naturaleza, como fuente de vida y de equilibrio físico y emocional. Es esta convicción la que guía a Tasio desde niño tras pájaros, conejos, truchas, zorros o jabalíes. Una pelea casi intelectual: si el animal es listo y ve el lazo, puede escapar, no como en las cacerías organizadas donde los animales están encerrados y guiados hasta la escopeta del tirador.

Montxo aprovecha para dejar así testimonio no ya de la figura individual de Tasio, sino de toda una generación y de la fuerza telúrica. La colaboración con los habitantes, lo que se denomina “mirada compartida” en etnografía, fue decisiva. Medio centenar de habitantes de la Sierra de Urbasa participaron como extras, y muchos más colaboraron buscando localizaciones, proveyendo atrezo de sus propias casas o tratando con animales. Las costumbres navarras están también muy presentes durante toda la cinta, desde juegos tradicionales como “el aro”, hasta las jotas y otros bailes, pasando por un sinfín de léxico que solo entenderán los de tengan pueblo. De hecho, los actores tuvieron seis meses para estudiar el guion antes del rodaje, atemperarse al entorno rural y practicar el acento local. Un arduo trabajo, que desemboca en una de las películas más sinceras y significativas del cine español.
Mengo
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8
3 de febrero de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La rivière du hibou”, mejor conocida por su título en inglés “An Occurrence at Owl Creek Bridge”, es uno de esos cortometrajes que definen el significado de cine mientras los ves.

Porque el cine es realidad y es fantasía, a veces incluso a la vez. Porque el cine se oye y se ve. El sonido ambiente alcanza su clímax cuando los acordes de “Livin’ man” se funden sobre una base de pajarillos. La cámara se mueve con maestría: corre como un río, panea como la cabeza de un búho, y entreteje en una tela de 35 mm planos subjetivos y emotivos travellings.

El protagonista, desprovisto de su reloj –y así del tiempo–, se funde con la naturaleza con cada bocanada de aire y celebra la vida con cada carcajada. Y el hombre, que estuvo a punto de ser ahorcado, vive plenamente en el imaginario colectivo.
Mengo
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8
28 de diciembre de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En octubre de 2005 se anuncia a Daniel Craig como el nuevo agente 007, ante el estupor de sus fans: CraigNotBond.com. ¿Quién es el rubio de ojos azules que osa sustituir a Pierce Brosnan? Comienza la película y no hay chicas desnudas bailando entre los títulos iniciales. Mal. Sigue una persecución en la que un ladronzuelo escapa haciendo parkour mientras Craig lo persigue con torpeza. Mal, mal. Y cuando el camarero le pregunta si quiere el Martini removido o agitado, Craig responde “¿Tengo cara de que me importe?”. No, definitivamente ese no es 007. Pero es en lo más profundo de este nihilismo en el que entendemos que aunque la película está ambientada en la actualidad, es un reboot de la serie.

“Casino Royale” es la primera novela de Ian Fleming. Y efectivamente, ese no es 007, es un tal James que está probando el cargo. Y aunque emocionalmente pudiera ser precursor del Bond de “Dr. No” en 1962 (si nos empeñamos en darle continuidad a la saga) el nuevo James Bond vive en el presente.

En 2006 la jefa, a veces, es una mujer. Nuestro amigo de la CIA es negro. Las balas hacen herida (si no eres Neo o Hulk). Q desapareció entre excéntricos artilugios y a Monneypenny todavía no la han contratado. Y la chica guapa sabe juntar palabras y no se le caen las bragas con la primera mirada del agente británico. ¡Chapó!

Martin Campbell, quien ya iniciara con éxito a Pierce Brosnan como agente secreto (“GoldenEye”, 1995), se encarga de hacer renacer un vulnerable 007 en Daniel Craig. La dirección es magistral (nunca entenderé por qué dejaron fuera a Campbell de nuevo en la siguiente película) y Craig lo interpreta de maravilla. La trama principal (¡por fin!) acoge varias subtramas con las relaciones de los personajes, algunas de las cuales acabarán forjando para siempre el carácter del protagonista. Las secuencias de acción especian una película en la que los personajes son los protagonistas. Secundarios incluidos, Vesper Lynd (Eva Green) da la perfecta réplica, se dejan entrever los sentimientos de M (Judi Dench) y la presión en el malvado Le Chiffre (Mads Mikkelsen).

Que suenen las trompetas porque estamos hablando de una nueva era en las películas de James Bond. La única posibilidad de supervivencia para una saga que perdía gas desde los 80 y parecía tambalearse tras guiones como “El caso Bourne” (D. Liman, 2002). Era renovarse o morir: Everything Or Nothing de nuevo para EON Productions.
Mengo
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10
26 de junio de 2009
9 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Peliculón. Punto. Un reto, ¿qué más se le puede pedir al cine?

El mensaje es claro y antiguo: Carpe Diem. Y la película, una oda a la vida, pero no a la vida insignificante, a la vida vivida, llena de desafíos, (pre)ocupaciones, espejismos, engaños y verdades. Engancha desde el primer momento y se cuida de mostrar sólo lo imprescindible para jugar con nuestra imaginación en un alarde de originalidad cinematográfica sin precedentes.

El parecido con Amèlie es inexcusable, ¿pero acaso esto es malo? No veo, como otros, un insulto el pintar como Dalí o escribir como Unamuno. En cualquier caso, aunque la atmósfera francesa la de un aire a la de Jeunet, esta película marca la diferencia con creces en muchos otros aspectos.

A medida que la trama avanza nos sentimos identificados sólo a medias con los protagonistas, lo que es una suerte -de lo contrario llenaríamos las fosas de los cementerios-, pero lo que sí sentimos es el maravilloso contrapunto de humor y reflexión. Siempre una de cal y otra de arena, y es que como diría Freud, todo chiste encierra una verdad, algo que queda más que de manifiesto en cualquiera de los puntazos que tiene la película.

Y el final... bárbaro. Al principio choca bastante pero luego te das cuenta de que es el único final posible. "La vida no se mide por las veces que respiras, sino por los momentos que te dejan sin aliento", pues nosotros recibimos una gran dosis de estos momentos durante (y después) de la película, y nuestros protagonistas se quedan para siempre sin aliento.
Mengo
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8
2 de enero de 2012
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Se ha parado alguno de los que tan malas críticas da a la película (o miniserie, como queráis llamarla) a verla sin prejuicios? ¿Desde una óptica neutra? Yo lo he hecho y me ha gustado.

Lo confieso, soy suficientemente joven para que la serie de Marco me pillara pequeñín, y nunca la he visto. Ni un solo capítulo. ¿Y qué? Que no puedo comparar. ¿Y eso es bueno? A veces sí.

Esta versión de “Marco” es una película amena, fresca, emotiva, cargada de valores… ¿Cuál es el problema? Que la película no se ajusta al guión original. Que cambian un pueblecito italiano por Benidorm. Que el mono ahora sigue siendo un mono -vamos, un enano de 6 años- pero en vez de Amedio se llama Lucas. Que está “actualizado”. Vale, ¡es que esa es la gracia de un remake!

Estoy mil veces seguro que cualquier niño de ahora se sentirá más identificado con este Marco que con el anime de antaño, ya obsoleto. Que mola ver a los seguratas del centro comercial con la típica chapita de “Vigilante de Seguridad”. Y los uniformes de los policías locales, chaleco fosforito incluido. Y los buses azules de Madrid. Y si le sumas a eso ver que un pasillo oscuro se transforma y se ilumina porque en la imaginación del hermano pequeño las paredes están pintadas con leche de luciérnaga… ¡es genial!

Ante el cine actual, “el de ahora”, “el que hay” (NO “el que hubo”, “el que debería haber” o “el que desearías que hubiese”) los más conservadores optarán por seguir midiendo cuánto se separa de la senda marcada por sus predecesores, como si el séptimo arte fuera algo estático, acabado. EPPUR SI MUOVE.
Mengo
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