Así me siento cuando he terminado de ver esta serie, como el secuestrado que empieza a tener sentimientos de afecto ante sus raptores, pese a que estos sean en su esencia unos hijos de la gran puta, gente desalmada que tiene un concepto de amistad limitado, cuyo único verdadero sentimiento es el que desprenden los billetes.
Y digo secuestrado porque "Los Soprano" me raptaron en el primer episodio y no me he desprendido de ellos hasta el capítulo 86, completando y devorando la serie en un periodo inferior a un mes, en el que la propuesta que me ofrecían era impactante, irresistible, cautivadora, hipnotizante... todo un lujo ver desde mi cama a través de la televisión las andanzas de Tony, Carmela, Paulie, Bobby, Silvio, Chris y un ilimitado número de fascinantes personajes, todos ellos escapados de las mejores películas del género y dirigidas por quienes todos sabéis y no voy a nombrar.
Hubiese sido un verdadero placer y una novedad mundial que esta serie hubiese sido llevada a la pantalla grande, pero en su totalidad, por ejemplo a razón de 2 episodios por entrada y que no hubiese sido posible la distribución de la misma de otra manera, salvo cuando finalizase, pues creo que las 43 entradas de las que constaría la serie entera estarían en una colección privada de quien aquí escribe, guardadas con cariño, ilusión y a buen recaudo.
No voy a entrar en matices de los mejores episodios o la explicación de su tremendo final, tan sólo me limitaré a seguir diciendo que cuando he escuchado ese "Don´t stop believing" de Journey, canción con la que se pone punto y final, he tenido la sensación segura de que la serie que acababa de visionar era grande, muy grande, tan grande o más que ese oso de peluche gigantesco llamado Tony Soprano, con una doble moral que estremece al más pintado y con una disciplina férrea para lo que le interesa y, en otras situaciones, con comportamientos de un niño de 3 años.
"Los Soprano" no es una serie de mafia, es el mayor estudio que se ha entregado en la historia de la televisión sobre el comportamiento humano, que bien podría ser estudiado en muchas facultades de psicología.
Serie irrepetible que deja en pañales a casi todo lo que hoy conocemos como series de calidad, y que me despeja las dudas sobre qué fue antes, el huevo o la gallina... sí, ya sabéis la respuesta... "Los Soprano", INMEJORABLE.

La atmósfera claustrofóbica que envuelve a "Blade Runner" me empuja a decir de manera definitiva que estamos ante una película negra a más no poder, mucho más que de ciencia-ficción, tal y como se viene aseverando a lo largo de todos estos años.

El sentimiento de culpabilidad de un hombre al "retirar" a seres construídos por el hombre, a su imagen y semejanza en un intento de emular a su Creador no es distinto que el terminar con la vida de un igual, puesto que hay humanos que no merecen disfrutar del bien más preciado, y, por el contrario hay replicantes con inquietudes existenciales, dotados de una sensibilidad extrema a los que, hagan lo que hagan, no les queda mucho tiempo, tan sólo apreciar cada pequeño instante y adquirir la sabiduría necesaria que jamás casi nadie poseerá para saber morir.
Dos bandos luchando encarnizadamente con un único fin: Lograr la supervivencia.
Cuando se es sabedor de una victoria segura, a lo mejor, en vez de ratificarla, se le perdona la vida al oponente, pues la muerte cercana nos hace saber que nos derrotará de manera irremediable y entonces, apreciaremos la vida, incluso aquélla que nos es ajena, realizando en ese momento una demostración de perfección y de auténtica victoria.
¿De dónde vengo? De ver "Blade Runner".
¿Adónde voy? A escribir esta crítica.
¿Cuánto tiempo me queda? Espero que el suficiente para seguir disfrutando del cine y revisar y disfrutar de alegatos tan arrebatadores sobre la existencia como éste.
Antes de nacer, nadie nos pregunta si queremos venir, y antes de irnos tenemos demasiadas preguntas sin respuestas objetivas, algunas de ellas recurren a la fe para ser contestadas.
"Blade Runner" son preguntas sin respuestas, no sé, quizás yo también sea un replicante, voy a observarme las pupilas, pero no pienso decir el resultado, aquí estoy bien y de momento soy razonablemente feliz.

Coppola creyó tanto en Matt Dillon que hizo una película alrededor suyo.
Pero cometió un error de bulto importante, como fue rodearle de actores que estuvieron unos cuantos peldaños por encima de él, o mejor dicho, que Matt Dillon, sencillamente es un actor del montón, terriblemente fotogénico, eso sí, pero con unas cualidades actorales para mí bastante cerca de la nada.
Pese a ello, la película funciona estupendamente, ya que el error de selección del protagonista se suple con el acompañamiento de actores magníficos, especialmente Mickey Rourke, la ambientación extraordinaria, la fotografía y la dirección del gigante Coppola, que hace con la cámara lo que quiere.
Destacar a una jovencísima y sensual Diane Lane en el papel de la novia de Dillon, aportando matices a ambos personajes y salvándole un poco de la quema.
En cuanto a Nicolas Cage mejor no digo nada, me engañó en algunas películas de que podría llegar a ser grande, pero a medida que estrena un film le he perdido el respeto que le tenía como actor.
En definitiva, largometraje hecho con unos mimbres magníficos, pero que no cuaja en su conjunto por Dillon, eso de ir de Brando o de Newman sin tener talento me acerca al vómito.

Tengo una extraña sensación después de que el propio Clint haya confirmado que Walt Kowalski es el personaje con el que le recordaremos, tanto nosotros como las generaciones venideras antes de que se vaya para siempre y cada vez que veamos "Gran Torino", tengamos la reflexión de que, por buena que sea, que de hecho lo es, siempre nos invadirá la duda de poder haberlo visto interpretando otra película, pero, el paso del tiempo es impepinable, irreversible, seguro y constituye el único aval que la especie humana puede asegurar como certero y Clint, que es más sabio que la mayoría, así nos lo ha plasmado en esta última obra maestra que nos ha regalado a los millones de enfervorizados seguidores y admiradores que se reparten por todo el planeta, entre los cuales se incluye un servidor.
Clint pone patas arriba el modelo establecido como correcto en esta sociedad en la que el individuo tiene como aspiración llegar a ser feliz, aunque no sea de manera constante, sí por momentos, todo ello basado en pilares sagrados que nos han autoimpuesto por cojones como es la familia, pero la familia no es elegida por el individuo que pretende ser feliz, y esa misma familia a veces supone la mayor carga y el mayor enemigo de uno mismo que hace que con el paso de los años las arrugas excesivas y el ceño fruncido se apoderen de tí, mostrando una imagen asquerosa y repugnante para todos aquellos a los que les encanta prejuzgar sin conocerte, incluida tu propia nieta, a la que la mala educación y los nefastos modales le hacen pedirte de la peor manera un puto sofá y si cuela, tu coche que simboliza lo único que realmente quieres de verdad aunque no tenga vida, pero que, según los parámetros que tú mismo has establecido te da más cariño que a los que se les presupone vivos.
Y también puede que te invadan otros demonios de los que jamás podrás escapar, pero quién sabe si para redimirte de ellos antes de abandonar este asqueroso mundo, los descendientes de esos "demonios" se conviertan en las únicas personas que de verdad te quieren porque tienen la virtud que tanto deseaste siempre en tus seres cercanos pero ellos no se atrevieron a radiografíar porque sencillamente y pese a ser tu familia, no tenían la suficiente capacidad o paciencia para ello. Sigo en spoiler.

¿Cómo demonios puedo hablar de "Las alas de la vida" si verdaderamente no se trata de una película, pero, sin embargo es el mayor plano secuencia de todos los tiempos y ése no es otro que la vida? Bueno, supongo que ya he empezado a escribir, pero desde luego que descarto toda posibilidad de decir que "Las alas de la vida" sea buena o mala, es mucho más que todo eso, es sencilla, pero no simple, es compleja, pero desde luego que no complicada y sobre todo es necesaria y un ángel llamado Carlos Cristos la invade de forma maravillosa durante los noventa minutos que dura el documental, noventa minutos escogidos de entre unas 16 horas de material que a su vez fueron seleccionadas durante un periodo de trabajo de 3 años, concretamente entre el 2003 y el 2006.
Espero que esta herramienta, esta medicina para el espíritu y el alma destinada a los que sufren en primera persona esa situación como de sus más inmediatos allegados y para el resto de la Humanidad, se convierta en una referencia planetaria, de hecho estoy convencido de que ya lo es, sobre cómo vivir y sobre todo, sobre cómo morir. Carlos, porque para mí ya es Carlos, lo siento tremendamente cercano y familiar, ya que su brutal carisma basado en su espeluznante y vigorosa naturalidad y sabiduría así lo atestiguan se pone delante de la cámara y deja que la vida, en este caso y por desgracia no augura un prometedor futuro, fluya de la manera más natural que jamás vi en una pantalla y fuera de ella, hablando de la vida y de la muerte de la misma manera que quien charla de un partido de fútbol, eso sí, envuelto en una inteligencia y en un halo de misticismo y espiritualidad que hace que cuando dirijamos nuestra mirada a su rostro nos estremezcamos de arriba a abajo, no sólo por mostrar el consecuente respeto a un ser excepcional al que no le quedan por contemplar muchas puestas de sol, sino que tenemos la sensación de que Carlos es un ser especial, con unas características innatas que nos hacen pensar que alguien que no es de este mundo vino a él para, antes de abandonarlo dar una lección que no se enseña en ningún sitio, tan sólo se aprende y nosotros, pobres mortales, debatimos, inmersos en una mediocridad de la que no somos conscientes, pero que, al menos, unos pocos, tratamos de ir eliminándola viendo a seres deslumbrantes como Carlos Cristos, y, comprendemos que, quizá, en lo alto de una montaña que resulta un sitio ideal para practicar el ala delta, ahí...precisamente ahí... comienza la ETERNIDAD.
Carlos Cristos, D.E.P. Gracias por haber existido y por seguir existiendo.