Película larguísima, que a pesar de jugar con el tiempo y la paciencia del espectador, resulta interesante. Plantea las vicisitudes de un joven ante los temas cotidianos que cualquiera debe integrar en su proyecto de vida, (familia, trabajo, pareja, religión, amistad, etc.) . Amarga en casi todas sus secuencias, termina encontrando en la familia la comprensión que no encuentra fuera. Hoy en día puede parecer una solución anacrónica pero en el contexto es al parecer la única vía de comprensión y apoyo que encuentra la persona humana. Algunas visiones resultan particularmente locales. No obstante, si tiene estas cualidades: tiempo y paciencia; vaya a verla y luego reflexione.

A Leytner hay que darle un aprobado en sus intenciones. Verdaderamente la novela seguro que expresa con mayor amplitud la situación cotidiana de entre-guerras, pero cuando el director lleva a la pantalla la historia de Franz resulta fría, sin emoción, por tanto difícilmente puede cumplir con el teórico objetivo didáctico para el que fue concebida.
Las interpretaciones se suman a la falta de garra de la película.

Emma Stone y Ryan Gosling forman una pareja maravillosa, que juegan al amor en una película que te recoge de los avatares diarios y te transporta durante unos minutos al paraíso. Además de secuencias musicales memorables, para mi que no soy demasiado aficionado a los musicales, cuenta un idílico romance que puede ser creíble, sin importar demasiado que lo sea o no. La música, no sé si es fútil como dicen algunos, lo que constato es que sirve para el objetivo de la película, que supongo es para lo que se ha creado. ¡ Véanla y déjense llevar, lo mismo la vida puede ser así!

La sencillez de los dibujos no restan un ápice de realismo a la acción. El personaje en un corto tan corto produce una simpatía que emociona. Es una película hecha para incomodar, para poner delante de nuestra mirada imágenes que nos acompañan día tras día y que por más que disgusten somos incapaces de combatir de forma eficaz.
Primer film de Michael Dudok de Wit, que nos introduce en un mundo cinematográfico rico en matices, sutil y difícil, que dibuja una realidad con una autenticidad que asombra.

No se entiende. Es normal, no dice nada. Es una aventura audiovisual de Adina Pintilie que trata de explicarla con conceptos que no se ven en la pantalla.
Cualquiera en un momento de ensoñación puede imaginar las situaciones o los presuntos pensamientos ajenos, o los comportamientos de la gente, y buscar explicación en base a su estado o a su experiencia vital. En este caso, la directora así lo manifiesta, la explicación y la intención de extrapolar estos comportamientos para que presuntamente a alguien puedan interesar, creo que supone únicamente un ejercicio de presunción o prepotencia, no se, que solo se justifica con lo que parece una película barata. En otros tiempos nadie se hubiera atrevido a cometer un despropósito de este calado, puesto que el coste de filmar no lo hubiera permitido.
Mucho aburrimiento y enfado que a medida que va transcurriendo el metraje, también excesivo para repetir una y otra vez lo mismo, se va haciendo cada vez mayor.