Nueva entrega de la saga Millennium y nuevo ejercicio modélico de hipercondesación de un material literario. Unos datos curiosos: la primera novela ocupó 680 páginas y 145 minutos de película; la segunda, 800 páginas y 129 minutos. Conclusión: esta nueva entrega esta aún más apretada que su antecesora, y mira que es difícil.
También hay una diferencia esencial: la segunda y la tercera entregas están unidas argumentalmente, mientras que la primera comenzaba y cerraba el caso planteado. Tal vez por eso, La chica que soñaba... pueda dejar cierto poso de insatisfacción, por el inconveniente de que parece ser el preparatorio de algo más gordo que nunca llega. O que llegará próximamente, con la tercera entrega: La reina en el palacio de las corrientes de aire. En esta segunda parte se plantea un nuevo caso, con el aliciente de que esta vez toca más de cerca a nuestros dos protagonistas, especialmente a Lisbeth Salander, el centro de toda la narración. Algunos enigmas planteados se resolverán y otros quedarán para la tercera parte.
El caso es que de nuevo, la trama vuelve a estar más que apretada; pero si en la primera parte se hizo un buen trabajo (dentro de que siempre se pierden cosas), aquí también se ha hecho un trabajo digno, pero da la sensación de que mucha de la fuerza y la contundencia de la novela se han quedado por el camino. La trama avanza quizá con una marcha más de lo necesario, e incluso a los que hemos leído la novela nos da una sensación de vértigo.
Pero eso no tiene por qué ser necesariamente malo. Esa rapidez no dejará que nadie se duerma, pero también impide profundizar en algunos temas y personajes, y aquí se manejan muchos más elementos que en la primera parte. Si la tercera parte redondea la trama y la resuelve bien (tan bien como en el libro), esta segunda parte ganará muchos enteros.
Quien disfrutó con la primera parte disfrutará igualmente con esta segunda parte. Tiene todo lo bueno y lo malo de aquella. Los enamorados de Lisbeth Salander (Noomi Rapace) gozarán mucho más que en la primera. En fin, que volvemos a tener un buen thriller, con buenas dosis de misterio, acción, denuncia social y violencia, que nos prepara para una tercera parte potente e impactante, que a buen seguro cerrará la trilogía con honores. Confiemos.

Si algo se agradece de esta película es que no engaña a nadie. Es un drama de lo más terrenal. Sin dinero no se puede vivir, ya está bien de esas monsergas cargadas de moralina que nos quieren convencer de que con ser bueno basta para salir adelante. Chris Gardner (Will Smith) es un buen hombre, trabajador y sacrificado, pero no es capaz de mantener a su familia con su pobre empleo, y sabe que tendrá que buscarse las castañas con algo más. Y toma una decisión de lo más lógica: ¿por qué no probar como broker?
En busca de la felicidad es la historia de una apuesta. Una apuesta vital. La apuesta de Gardner por hacerse valer en un mundo de tiburones y poder llevar una vida digna junto a su hijo. No es un drama social. Es la historia de un padre y un hijo en busca de una vida digna, de una vida que les haga felices. El espectador será cómplice de sus alegrías y decepciones, de sus pequeños triunfos y sus desesperaciones cotidianas.
Una historia así podría caer en la más despreciable sensiblería, sobre todo teniendo en cuenta que actúan juntos padre e hijo en la vida real. Afortunadamente, la equilibrada y sincera actuación de Will Smith supera toda ñoñería en que hubiera podido caer el film. Es el eje de la película y cumple de sobra. Él hace creíble algún que otro exceso sentimental y humaniza hasta límites insospechados un personaje que podría resultar demasiado "ideal". Merecida nominación al Oscar.
En fin, tal vez no sea todo lo que se puede esperar de ella, pero En busca de la felicidad gusta por su franqueza, por no caer en cierta grandilocuencia moral, por no aburrirnos con discursos retrógrados sobre la dignidad y la entereza. Es una película que tampoco nos apabulla con un dramón para llorones, donde todo son lágrimas y gritos al cielo. En busca de la felicidad cuenta lo que quiere contar de manera natural, con momentos para la risa y para la emoción, con momentos realmente duros, pero donde siempre se respira la esperanza de que mañana las cosas irán mucho mejor. Una película que respira vida, para lo bueno y para lo malo.

Curiosa película, que podríamos clasificar como comedia negra, sobre un botín, un muerto y tres amigos que encuentran el botín. Ya tenemos el problema.
Boyle plantea un argumento que, si bien es poco original, se sustenta gracias a su particular tono negro y el carisma de sus personajes, bien interpretados por Ewan McGregor, Kerry Fox y Christopher Eccleston. De todas formas, la cinta no puede evitar caer en algunos tópicos y situaciones comunes del género. Es un agradable divertimento, que nos muestra a un Danny Boyle emergente, encontrando su estilo y tono gamberro que posteriormente culminaría en Trainspotting. Lo mejor de la película es que no es pretenciosa, y eso hace que se pueda ver y disfrutar sin mayor complicación.

Buxter es el prototipo del oficinista gris, utilizado constantemente por sus jefes, que han tomado su apartamento como el sitio ideal para sus citas extramatrimoniales. Fran es una ascensorista solitaria en un mundo que no sabe apreciarla. Pero, cuando Baxter y Fran se encuentren, su vida cambiará.
Un memorable Jack Lemmon y una angelical Shirley MacLaine dan vida a tan inolvidables personajes. La corrosiva presentación de Baxter, más un objeto que una persona, es impagable. Pero no queda ahí; Wilder desarrolla una historia tan negra como tierna, donde nuestros dos protagonistas se rebelarán contra todo lo que los atenaza, todo lo que los instrumentaliza, para poder aprender a vivir. Una dirección genial, unas interpretaciones inspiradísimas, un guión y unos diálogos sutiles y elegantes... todo lo que se pueda decir sobre El Apartamento ya se ha dicho, y es poco. Hay que verla. Un clásico indiscutible.

Arranca con buen pie, pero demuestra poca pericia para narrar la historia, perdiendo en ocasiones al espectador. Al poco vuelves a incorporarte a la trama, pero a los cinco minutos vuelves a perderte. Y eso, que podría entenderse como eficaz intriga, aquí es simple vaguedad discursiva. El final intenta arreglar y "poner en orden" todo lo que se había contado, pero tal vez sea un poco tarde. Un film irregular.
Pros: una historia medio original y un ambiente acorde.
Contras: ninguno de los actores ofrece una interpretación siquiera mediocre, y, como he dicho, el argumento avanza a trompicones.
Mehrige, que firmó la excelente La sombra del vampiro, ofrece un film para los aficionados al género, que no tiene por qué disgustar, pues sigue la mayoría de patrones del suspense, pero al que le faltan por pulir varios aspectos que hubieran dado mayor resonancia a este Sospechoso cero. Y a ver cuando Ben Kingsley vuelve a regalarnos una de sus magistrales interpretaciones, porque entre ésta, El caso Slevin, Thunderbirds y Bloodrayne, vaya racha me lleva...