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España España · Barccelona
Críticas de EL ALBATROS
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Críticas 223
Críticas ordenadas por utilidad
6
31 de octubre de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película del debutante Javier Elorrieta hace una explícita denuncia hacia una sociedad deshumanizada y egoísta que ignora los problemas de los incapacitados, en este caso, los invidentes. Critica las barreras arquitectónicas, pero no sólo las físicas, también las morales. Buena prueba de ello es el trato que recibe el pueblerino Andrés (excelente trabajo de Enrique San Francisco), un joven que sueña en volver a la luz con un trasplante de córneas, donde sólo encuentra tinieblas. El trato ingrato y vejatorio, por compromiso y mala gana que recibe de sus anfitriones en Madrid: Marisol (Virginia Mataix), mezquina y perversa, y su padre, antiguo amigo del progenitor del invidente.

Andrés se traslada a la gran urbe para operarse. conoce a otro maduro ciego, escéptico y muy crítico con la sociedad que le rodea, con el que entabla una buena amistad de la que ambos se retroalimentan para justificar su existencia. Pero el buen entendimiento entre los dos es puesto a prueba cuando, de manera imprevista, se quedan encerrados en un vagón del Metro. Drama con grandes momentos de suspense y hasta terror, situado dentro del panorama del cine posterior a la nueva democracia constitucional. Se trata de una historia realista y sensible que se involucra de lleno en el mundo de los discapacitados. Protagonizada por un magistral José María Rodero (Pablo), en la que se trataba de su vuelta a la gran pantalla después de una larga ausencia teatral. Sus amargas reflexiones existencialistas, aportan un tono irónico y lírico a la relación entre el hombre maduro de vuelta de todo y el joven lleno de esperanza.

El pulso narrativo es bueno para un cineasta sin experiencia, la trama emotiva y desgarrada, su puesta en escena atractiva, sacando un gran partido de los actores. Mención especial merece Irene Gutiérrez Caba como compañera de Pablo, una mujer comprensiva y noble. La trama es interesante y a veces nos invade la zozobra, dos desgraciados seres luchando desde la misma “trinchera oscura”, como afirma Pablo en un momento emotivo del film. Un joven que añora su hábitat y un viejo intrépido que presume de conocer los laberintos subterráneos de la gran ciudad. Imágenes tétricas y angustiosas se intercalan con imágenes idílicas de una infancia luminosa. La película no te deja indiferente porque plantea reflexiones por medio de metáforas y alegorías, con situaciones límites que a veces se nos presentan en la vida.
EL ALBATROS
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6
19 de octubre de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde la canción que abre el film, la imperecedera “Summertime” a cargo de Bess hasta “I´m on My Way” interpretada por Porgy, constituye uno de los espectáculos más bellos y sensibles del musical americano. Una obra impregnada de gran lirismo y una grandeza humana sobrecogedora, sin renunciar a su origen teatral y la complacencia con toda su tramoya, rodada íntegramente en decorados. Preminger había adaptado cinco años antes la ópera “Carmen” convirtiéndola en un drama musical de color de gran éxito “Carmen Jones”. Es por eso que el productor Samuel Goldwyn le encargo este film musical escénico y emparentado con el jazz.

Adaptación de la prestigiosa ópera en tres actos con música de George Gershwin y letra de su hermano Ira y Dubose Heyward, según la novela “Porgy” escrita poe éste y su esposa, Dorothy. Centrada sobre el amor de un lisiado, Porgy (Sidney Poitier) y una drogadicta, Bess (Dorothy Dandridge) deseada por el tosco y pendenciero, Crown (Brock Peters) y el traficante Sportin´ Life (Sammy Davis JR.) en un pueblo de pescadores, Catfish Row de Carolina del Norte a principios del siglo XX. Los arreglos musicales son de André Previn, compositor y director de talla mundial que favorecen la introducción a la obra.

Preminger fue la punta de lanza de una concepción del cine que unió el clasicismo americano con la modernidad europea. Dominó el género negro, el melodrama y el drama histórico o judicial con maestría, su cine plantea personajes contradictorios sin tomar partido por ninguno de ellos, dejando que sea el espectador el que los juzgue. Finalmente he de manifestar que la edición en DVD que adquirí de este poco comentado musical en esta web, es de una calidad lamentable por lo que no se puede apreciar detalladamente la fotografía del maestro Leon Shamroy, aunque mantiene su formato panorámico (Todd-Ao) y sólo en versión original porque no debió estrenarse en España en su momento en salas comerciales. Por lo que leo en la ficha de F. A. su duración es de 138 minutos, cuando la copia que yo he visto tiene solo 110 minutos, por lo que imagino que han cortado escenas o canciones.
EL ALBATROS
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7
5 de septiembre de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El thriller norteamericano de los años 70 es un cine provisto de una tremenda fuerza expresiva, violento, áspero, esquivo e incómodo desde una óptica puramente ideológica, dominado por un angustioso sentimiento de incertidumbre existencial, a caballo entre el trauma de la guerra de Vietnam, la crisis económica causada por el crudo con grave deterioro de la cohesión social, y con aumento de la delincuencia en las calles, además de la contracultura hippie. “Pelham 1-2-3” es uno de sus títulos más representativos, por su originalidad a la hora de tratar un secuestro, nada menos que en el metro neoyorquino. Es una clara ruptura con el thriller clásico para mostrar a unos delincuentes nada heroicos y mucho menos simpáticos, sin otros ideales que el maldito dinero.

Este film me parece superior al remake ecléctico y aparatoso de Tony Scott, que era bastante efectista y sincopado, trasladado a la estética actual, muy diferente a las circunstancias en que fue escrita la novela en la que está basada, la homónima del hoy olvidado John Godey (1912-2006). El film de Joseph Sargent, director que no posee la clarividencia del autor pero si la eficiencia del artesano, es un policíaco genuino que bebe del desencanto social característico de la época, nada que ver con lo que entonces abundaban en las salas de cine, las películas de catástrofes que formaron parte de un subgénero. Buena prueba de que nada tiene que ver con ese cine de catástrofes (Aeropuerto, La aventura del Poseidón, El coloso en llamas) reside en la falta de simpatía hacia ninguno de los personajes, como sí que ocurría en las películas mencionadas donde había empatía hacia los protagonistas en peligro.

En cambio, ninguno de los que pueblan este “Pelham 1-2-3”, suscitan empatía alguna: ni los rehenes del vagón metropolitano sobre los cuales se muestra una clara desafección por su destino, ni los policías encargados de negociar encabezados por el teniente Zachary Garber (un lacónico Walter Matthau), ni el grupo de secuestradores, formado por su líder el “Señor azul” (Robert Shaw), y sus secuaces el “Señor verde” (Martin Balsan), el “Señor gris” o el “Señor marrón”, como pueden ver Quentin Tarantino no inventó nada nuevo a la hora de nombrar a los delincuentes de su famoso “Reservoir dogs” (1992). Por otro lado es destacable un cierto humor negro que va despidiendo la trama durante su gran pulso narrativo. En el fondo, se trata de un relato cínico y cruel que su apariencia de thriller trepidante ayuda a solapar. La ironía y las malas formas del teniente Garber dan buena prueba de lo que me ha parecido esta interesante película, buena fotografía y mejor montaje, que incluye una sátira política que no puede faltar en cualquier film donde intervienen poderes públicos.
EL ALBATROS
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6
5 de agosto de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer western de Sergio Leone que tras su muerte, su figura como cineasta no para de crecer, a veces la perspectiva del tiempo nos permite analizar con más elementos de juicio las virtudes y defectos de un determinado estilo que le haría famoso y mítico, el “Spaghetti western”. Un subgénero que Leone dignificó con maestría dentro de un estilo muy personal que consistía en: el gusto por el detalle, los primeros planos faciales de sus protagonistas, la dilatación a veces excesiva del tiempo y un endiablado montaje donde siempre imperaba las formas por encima del fondo. Unos diálogos certeros y cargados de humor negro, de paisajes áridos y supuestos puebluchos mejicanos en tierras almerienses. Un desconocido actor televisivo americano de tercera fila que respondía a un tal Clint Eastwood (ahora maestro cineasta reconocido), de mirada impasible, bajo un poncho sucio y raído, barba de varios días, aspecto desaliñado y un cigarro siempre que pendía de sus labios.

Un descarado y hábil plagio del “Yojimbo” de Kurosawa, catapultó a la fama a Leone con esta primera entrega de lo que se denominó la trilogía del dólar. La historia de un misterioso mercenario que se vende al mejor postor y practica el doble juego, aprovechándose de la guerra fratricida entre dos bandas rivales por hacerse con el control de armas y oro en un pueblo fronterizo mexicano. El film supone un salto cualitativo en el reconocimiento del maestro italiano que hasta entonces se movía en el “péplum” o cine de romanos de bajo presupuesto. Tampoco se debe olvidar la música del entonces desconocido Ennio Morricone que con su sonido e instrumentos peculiares renovaron los “soundtracks” clásicos, propiciando una bocanada de aire fresco y sugerente que forma parte de la historia de las bandas sonoras.

La inventiva visual de Leone es asombrosa, sus westerns plantean siempre una revolución estética rompiendo radicalmente con el pasado y el clasicismo. Aunque no siempre su radicalismo convence pues a veces peca de cierta banalidad en los planteamientos. Para Leone, el cine debía ser auténtico pero filtrado por la imaginación, el mito y la poesía, el cine era el mito integrado en la fábula. El cine de Leone es una tragedia áspera, erigido sobre una fábula cruel, un espacio donde impera el caos y el heroísmo. Pese a ser un profundo admirador del western clásico americano, no puedo negar el mérito de este maestro italiano que renovó el género desde otro punto de vista, muy discutible, en mi opinión, por una descarada estilización de la violencia, pero que merece mi más absoluto respeto por su originalidad. Agradecido a quien lea mis divagaciones e impresiones personales sobre el creador de la magistral “Erase una vez en América”, su obra póstuma y definitiva.
EL ALBATROS
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8
19 de julio de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si por algo es venerado el cine de Sam Peckinpah, el más desesperado de los cineastas poéticos, es por su fisicidad intrínseca, su inseparable sentido de la violencia y el manejo expresivo de la misma, del heroísmo, de la épica, del racismo, del amor, de la virilidad, del nacionalismo a ultranza, además de sus enfrentamientos continuos con los productores de sus películas, todo ello configura el estilo artístico de un cineasta singular que hizo historia con su peculiar carrera artística. Este film que protagoniza Warren Oates es un compendio de todo su cine, provocativo y a contracorriente, una historia de perdedores arrastrados por la muerte y la destrucción, que entronca con el universo de directores admirados por el cineasta como Huston o Siegel.

Una cabeza que costó demasiadas vidas, fruto de la avaricia y la deshumanización, el dolor infligido por la muerte del ser amado (Isela Vega), que no puede reparar los malditos dólares gringos. El hieratismo de Oates no es más que el reflejo de un hombre vencido por las circunstancias, derrotado en su propia victoria, degradado hasta la extenuación. El histerismo y la violencia viene a ser tan solo una consecuencia, ya que las causas devienen de la misma estructura de su trama. Se trata pues, de la situación límite de un hombre ante su propia conciencia, porque si algo es realmente verdadero en el cine de Peckinpah es que todas las situaciones están llevadas al límite. El film podría interpretarse como un western moderno: todos buscan una recompensa ofrecida por un latifundista (Emilio Fernández), continúan existiendo caciques y terratenientes con sus sicarios, los caballos se han transformado en automóviles, los rifles y colts son sustituidos por metralletas y pistolas, en el fondo, nada ha cambiado.

Asistimos a un retrato de personajes crispados, desarraigados, individualistas, románticos, trasnochados y sin salida. Esparcidos por un México pobre y mísero, polvoriento y semi-desértico, con la cabeza de un hombre envuelta en harapos y hielo para evitar el calor y las moscas que se agolpan en su festín, entre tugurios de mala muerte, alcohol y prostitutas, un auténtico descenso a los infiernos. Mostrada con buen pulso narrativo y llena de grandes escenas de lirismo poético como el amor entre Bennie y Elita, su montaje es elaborado con matemática precisión, así como la representación explícita de la violencia más extrema. Considerada como su canto de cisne en su etapa más brillante, la película sigue sorprendiendo por su modernidad y la iconografía de sus imágenes influenciadas por el western y el cine negro. Gracias a quien tenga la amabilidad de leer este puñado de impresiones apasionadas.
EL ALBATROS
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