El demonio bajo la piel podría haber sido una buena película si:

a) Casey Affleck no hubiera sido el protagonista. No transmite nada y, si se ve en versión original, su insoportable voz de pito lo estropea todo.

b) Las secuencias de violencia no fueran tan condenadamente gores. Hay cosas que se pueden contar de manera más elegante. Para eso hay muchos recursos cinematográficos.

c) La historia no se perdiera una y otra vez cada vez que se produce un avance. Pobre Jim Thompson, con lo bien que contaba él las cosas en sus novelas.

d) La banda sonora no fuera tan inoportuna como para ponerle jazz a escenas cargadas de dramatismo. El resultado es ridículo.

e) Fuera un poco más corta. Se hace tediosa, repetitiva y aburre un poco.

A pesar de todo esto, la película aprueba y se deja ver porque está muy cuidada en cuanto a detalles y planificación y tiene esa estética sureña que te hace recordar a algunos de los clásicos que tienen esta región de EEUU como escenario. También la historia de Jim Thompson es una buena materia prima, aunque aquí está un poco desperdiciada. Y está más que decente Jessica Alba. Pero lo que podría haber sido una buena película se quedó en una cosa así medio qué que transmite poco y emociona menos.

Esta película ya existía, no era necesario hacerla otra vez. Es la misma historia que la original, sólo cambia el lugar en el que transcurre, que ahora es Nuevo México en vez de Suecia, y algunos pequeños detalles con los que se busca una mayor espectacularidad. También el ritmo es más vivo, como no podía ser de otra manera para enganchar al público yanqui, ya que la original sueca es bastante lenta y en eso radica buena parte de su éxito. En definitiva, es una copia, y por tanto no tiene ningún valor. Todo el mérito es del original, que es un producto más que notable. En definitiva, los vampiros suecos nos emocionaron. Los americanos nos causaron somnolencia.

En su última novela, Paul Auster cuenta que una de las claves del buen cine está en el poder de comunicación de los objetos. Lo hace poniendo como ejemplos películas de Ozu, Renoir, Sayajit Ray y De Sica. Pues aquí, en esta C.R.A.Z.Y., también hay algo de eso. Unas tostadas a la plancha pueden significar un buen recurso humorístico primero y luego un momento de elevada tensión dramática. Esta cinta canadiense logra emocionar, contacta con el espectador (al menos conmigo) y toca varios temas peliagudos que giran en torno a la homosexualidad, el conflicto generacional entre los padres y sus cinco hijos y el consumo de drogas.

No digo nada nuevo si comento que es muy original y que afronta estos temas a cara descubierta y sin trampas, que hay escenas divertidísimas y otras tristísimas, que la banda sonora es maravillosa y que la estética sesentera, setentera y ochentera (la peli está dividida en tres partes de la vida de Zack y su familia, cada una de las cuales transcurre en una década distinta) está más que lograda. Que vivan Pink Floyd, los Stones y David Bowie.

C.R.A.Z.Y. es un sorpresón porque apenas la conocía cuando empecé a verla y cada vez te va atrapando más. Me recuerda mucho a Desayuno en Plutón, en la que también había mucho de humor y drama y giraba en torno a la homosexualidad del protagonista. Hay una diferencia, en C.R.A.Z.Y el protagonista se rebela, no acepta su orientación sexual y eso lo convierte en un personaje atormentado. En Desayuno en Plutón, nuestra Gatita tenía claro perfectamente cuál era su condición y quería llevarla a su máximo exponente.

Me encanta esta película. Me encanta la cara de perdedor del protagonista, me encanta la estética de cantina sucia y polvorienta, me encantan hasta las moscas que revolotean alrededor de la cabeza de Alfredo García. Dicen que es la película más surrealista de Peckinpah. Pues viva el surrealismo. A mí me parece un canto al amor, una crítica a la ambición desmesurada y una magnífica película de acción.

Hace años, Tarantino sorprendió al mundo con una manera de contar las cosas diferente, con una estructura narrativa realmente original, con un control del tiempo absolutamente innovador, con unos guiones sólidos a veces sustentados en diálogos absurdos pero que dotaban a sus películas de un sentido del humor muy especial, con una música al servicio de la historia y con unos guiños a las miles de películas de serie A y de serie B que se había visto, con mucha frecura y con un toque pulp, underground y hasta gamberro.

Malditos Bastardos puede ser una película interesante si se olvida que quien la firma es el mismo tipo que hizo Reservoir Dogs y Pulp Fiction, por mucho que la música se encargue desde el principio en recordarnos una y otra vez a Kill Bill y a la tendencia de este grandísimo director de hace un espaguetti western de cualquier historia.

En esta ocasión el escenario de la venganza es la Francia ocupada por los nazis y la historia se construye a base de varias historias que se terminan entremezclando. Por desgracia, nada original. La historia de una venganza que se va gestando de manera interminable a lo largo de dos horas y media recuerda demasiado a Kill Bill. Eso sí, la violencia es infinitamente menos explícita. Una jovencita cinéfila francesa que resultó ser de lo mejor de la peli se encarga de hacer de Uma Thurman y una pandilla de soldados dirigidos por Brad Pitt sustituyen a la catana de Hattori Hanzo.

La película tiene escenas buenas, algunas incluso muy buenas, con tensión, con interés, tiene un inicio poderoso y atractivo y un final demoledor. Pero se pierde con tanto metraje. ¿Dónde están esos diálogos de antaño, Quentin? ¿Dónde está ese sentido del humor macabro y retorcido? ¿Por qué me aburrí con tu película hasta desear que terminara? ¿Por qué decidiste contar en dos horas y media lo que podías haber contado en una hora y tres cuartos? En tu defensa, podré decir que todo lo que haces lleva tu sello, que tu estilo es inconfundible y que tu cine tiene personalidad. Y eso ya es bastante.