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España España · Somewhere over the rainbow
Críticas de iñaki
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Críticas 235
Críticas ordenadas por utilidad
7
9 de septiembre de 2011
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine americano de los grandes estudios siempre tuvo un punto de estilización estética. La pretensión de realismo es algo que se impuso a partir de los sesenta, con la decadencia de esos grandes estudios. Hasta entonces, las películas parecían eso, películas.
También, como ahora, los estudios daban al público lo que este demandaba. En este caso, un escenario exótico (la selva brasileña), un romance apasionado, una situación de peligro y un par de estrellas: el pétreo Heston, esforzado colono y rico hacendado, y la flamígera Parker, mujer hermosa y experimentada. Casados por poderes, sin conocerse, su relación ha de enfrentarse a la arrogancia de él, que exige que todo aquello que posee llegue hasta sus manos sin desprecintar. Y ella está desprecintada.
Seguro que el público de los cincuenta, incluidas las mujeres, no se sintió molesto por el hoy ofensivo machismo del personaje de Heston. Y aunque en estos sesenta años ha pasado mucha agua bajo los puentes, todos seguimos siendo hijos de los prejuicios de nuestra época y la humanidad de dentro de sesenta años nos mirará con la misma condescendencia y pensarán: “Que antiguos, los pobres”.
Por lo demás, me encantan estas películas en las que los estilizados decorados “cantan”. Entre los paisajes captados por la segunda unidad y proyectados en transparencia cuando aparecen los protagonistas, sets de rodaje al aire libre diseñados por el competente equipo artístico, e interiores rodados en decorados de estudio con una iluminación artificial, es muy probable que las estrellas no llegasen a pisar la selva. Y yo asumo, encantado, todas estas inocentes convenciones porque sólo quiero pasar un rato entretenido. Y lo consigo.
Resaltar que un hombro de la Parker resulta más perturbador que Sharon Stone cruzando las piernas. Es lo que tenía tanta represión.
iñaki
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8
2 de septiembre de 2011
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque Sidney Poitier comenzó su carrera en la década de los cincuenta, fue en los sesenta cuando adquirió su estatus de estrella tras recibir el Oscar en 1963. Fue al primer actor negro que lo recibió y los años han engrandecido su figura como la de un pionero. Hasta entonces, los negros sólo habían tenido una presencia subalterna en el cine americano. Pero los sesenta fueron también la década de la clara emergencia de la reclamación de los derechos sociales de la minoría negra de EE.UU., particularmente necesarios en los Estados segregacionistas del Sur.
También en los sesenta cayó el Código Hays, esa especie de censura del cine americano, y se pudieron comenzar a tratar temas que hasta entonces estaban vetados o que tenían que exponerse de forma excesivamente elíptica. Muchos directores aprovecharon para representar el sexo y la violencia de forma más explícita. Otros abordaron asuntos controvertidos y, hasta entonces, obviados por el cine por su carga de crítica al sistema. Uno de estos temas fue el racismo y Sidney Poitier se convirtió en el héroe de este tipo de películas.
En esta película el tema del racismo no se presenta de forma tan discursiva como en “Adivina quien viene a cenar esta noche”, donde se exponía el latente racismo de los sectores más liberales de la sociedad americana. Aquí nos encontramos en una pequeña localidad sureña y el racismo resulta evidente. Se produce un crimen. ¿Quién es el principal sospechoso? Primero un negro, por supuesto.
Sin embargo, en esta peli el negro es el protagonista y el héroe. Un criminólogo de la unidad de homicidios de una ciudad del Norte, un profesional que da sopas con honda a los patanes de la policía del pueblo, que no tienen ni idea de como abordar un asesinato. Habrá quien piense que el guión da demasiadas facilidades a la investigación que prosigue Virgil Tibbs, pero eso es un tópico del género, y si el investigador es blanco también suele tener tantos conocimientos e intuición.
La lluvia de Oscars y el éxito de esta película (que propicio dos secuelas protagonizadas por Mr. Tibbs) tal vez fuesen coyunturales y alguien dirá que ha envejecido demasiado. Ya no es ninguna novedad que el héroe sea negro. Pero en lo que hoy es normal, esta película es la pionera. Por eso conserva el valor de clásico. Está dirigida con pulso y no incurre en casi ningún tic visual o narrativo propio del cine de la época (si exceptuamos algún zoom, pero bien traído). Buena fotografía, apropiada banda sonora de Quincy Jones y notables interpretaciones de Sidney Poitier y Rod Steiger.
Merece la pena verla, es entretenida y muestra una vergonzosa realidad social que lleva camino de ser superada. Y fue la primera.
iñaki
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7
5 de septiembre de 2013
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cardenal Richelieu inició un proceso de centralización del poder en Francia que culminó en la monarquía absoluta de Luis XIV. Para ello, combatió el protestantismo para imponer el catolicismo y luchó contra los privilegios, aún feudales, de las ciudades fortificadas, focos constantes de rebelión. Esta historia se basa en hechos reales sucedidos en la ciudad de Loudon. El prelado que gobernaba la ciudad se opone a la orden de Richelieu de derribar las murallas de la ciudad y entonces se desencadena sobre él un proceso por brujería en el que una comunidad de ursulinas, con su superiora al frente, testifican en su contra. Un caso de histeria colectiva bastante similar al de las brujas de Salem.
Este hecho histórico sirve a Russell para ilustrar como el poder castiga con todos sus recursos a los rebeldes. Aquí el poder utiliza como instrumento la religión, pero podría ser cualquier otro dogmatismo ideológico. El afán por provocar y el psicotrónico estilo visual de Russell son producto de su momento histórico. Iba a decir que estos aspectos son los que peor han envejecido, que es lo que dicta el tópico, pero, pensándolo mejor, ahora también se realizan películas que pretenden ser provocadoras (y que no consiguen serlo tanto como esta) y que también buscan el impacto visual de la forma más efectista. O sea, que no ha envejecido tanto.
Me daba pereza revisarla porque, como la crítica de su tiempo, yo también amé y odié a Russell sucesivamente. Pero, dejando aparte el ruido y la furia, aquí sí que había una historia que contar y los medios utilizados (música, fotografía, decorados, interpretaciones, puesta en escena) fueron rompedores. Mejor de lo que esperaba y el final tan bueno como lo recordaba.
iñaki
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1
14 de abril de 2013
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por eso me animo a escribir esta crítica. Otra confesión: no he visto ni media hora de película. Ya, de principio, sabemos que la historia no va a tener final feliz. A partir de aquí vemos a un ingenuo aprendiz de escritor que llega a París y pronto entabla relación con un disparatado grupo de artistas bohemios que le implican en su proyecto de montar un espectáculo. Este arranque pretende ser divertido, pero yo lo he encontrado irritantemente imbécil.
El espectáculo es a mayor gloria de Satine, la estrella del Moulin Rouge. Por ello, nuestro escritor y sus imbéciles se presentan allí. Y en eso aparece Satine, colgada de un trapecio y cantando "Diamonds are the girl´s best friends". Bien, el amigo Luhrmann es el que me ha obligado a comparar y, salvando las distancias entre Marylin Monroe y Nicole Kidman, queda muy mal parado como realizador. Ese mismo número en "Los caballeros las prefieren rubias", enriquecido por la picardía y el descaro de Marylin, está muy elegantemente realizado por Howard Hawks, que no era precisamente un director de musicales.
Con la cantidad de planos que mete el señor Luhrmann en cinco segundos de su película, Donen o Minnelli hubiesen compuesto un número musical completo. Sólo se necesitaba que algunos de los que se ponían delante de la cámara supiesen bailar. En esta peli la enorme cantidad de figuración que abarrota los fugacísimos planos lo único que hace es agitarse. Conclusión: los bailarines no bailan y el realizador no sabe hacer bailar a la cámara. Y con estos mimbres pretenden hacer un musical. Necios.
iñaki
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9
17 de septiembre de 2011
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Martin Ritt tiene en su filmografía un puñado de películas notables y de marcado carácter liberal. La que nos ocupa se une a la moda de aquello que en los años sesenta se llamó “western crepuscular”, que puso en cuestión los valores tradicionales en los que se asentaba el género. Fue el inicio de su decadencia, hasta su total putrefacción con el espagueti-western.
Aquí, se cuestionan los valores del hombre blanco a través del personaje de Newman, un niño blanco criado entre los apaches en una reserva, adoptado por un hombre blanco que le da su apellido, pero que huye de vuelta con los indios. Conoce los dos mundos pero ha optado por el de los "salvajes". El asalto de la diligencia en la que viaja con un variado grupo de personas pone a prueba su carácter, forjado entre los apaches: frialdad y sentido común para tomar decisiones en momentos críticos y estoicismo ante las adversidades.
Los personajes están muy bien caracterizados y, aparte de los forajidos, sólo el personaje de Fredric March puede considerarse malvado. El personaje de Balsam tiene tan buenos sentimientos como escaso coraje. Diane Cilento luce en su papel de mujer de cuerpo entero que siempre dice lo que piensa. Aunque el personaje de Newman es bastante lacónico, todos los diálogos que mantiene están tan llenos de inteligencia como exentos de sentimentalismo e hipocresía. Destacar a Richard Boone haciendo de malo.
Esa revisión ética es la única novedad que aporta esta película, lo cual no es un demérito, pues está tan sólidamente escrita, dirigida e interpretada como cualquier gran western clásico, sin las estridencias que han devaluado con el tiempo a otras películas del mismo periodo e intenciones, como “Pequeño gran hombre”.
iñaki
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