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España España · Barcelona
Críticas de Unadeindios
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
5
8 de febrero de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El principal activo de esta película, y prácticamente su única virtud, es el realismo. Lo que sucede es que sólo con realismo visual, casi sin diálogos, con una trama corta y limitada, no se puede llenar una película, y mucho menos una como ésta. Casi tres horas de realismo blanco y frío como este guión que parece hecho a la medida de un reportaje del National Geographic, pero que es insuficiente para servir de hilo conductor a una historia que se recrea en su propia soledad.

La fotografía es magnífica, como en todo buen documental. Las vistas desoladas del largo invierno boreal recrean en el ánimo del espectador cómo debieron ser esos parajes hace doscientos años, cuando no había turistas ni hoteles ni embalses ni carreteras, y todos los que vivían en ellos vivían directamente de ellos, jugándose la supervivencia día a día. Pero una cosa diferente es construir, en medio de ese escenario de documental, una historia que sea algo más que un mero detalle en medio de tanto escenario y tanta grandilocuencia paisajística. Llenar minutos y minutos de nieve, invierno y ríos helados no es lo mismo que construir una película con una trama que sirva de soporte a una historia a la cual -ahora sí- se le añada el correspondiente contexto y el escenario en que tiene lugar. Que el escenario ha de ser en esencia un elemento auxiliar de la historia y no el substituto de la historia en sí es algo que esta película olvida por completo. Algo que su predecesora ("El hombre de una tierra salvaje", de Richard C. Sarafian), que cuenta exactamente la misma historia, no olvidó y que, en consecuencia, redundó en su beneficio.

Leonardo di Caprio -como su predecesor Richard Harris en la película que acabamos de citar- está sobradamente a la altura de su papel, pero sus registros son tan monocolores que al final uno sabe siempre qué expresión van encontrar en ese rostro. Ni en la cara del personaje, ni en la historia que interpreta, ni en el escenario en que se desarrolla, uno sabe, antes de llegar a la mitad de la película, que no va a encontrar ninguna sorpresa.
Unadeindios
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7
17 de septiembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que esta película sea un western es lo de menos. En la práctica es una historia circular donde el final es lo único que da sentido a un inicio que ya teníamos casi olvidado.

Es una narración lenta y extraña a partes iguales. Unos perseguidores que, a la vez, son perseguidos por alguien. No se sabe a quien están persiguiendo ni quien los está persiguiendo a ellos. No sabemos ni siquiera quien es la protagonista, que se niega a decir su nombre ni cuáles son sus motivos para hacer lo que está haciendo y que al fin y al cabo parece no tener ningún sentido. Poco a poco, no obstante, las piezas van encajando de forma sorprendente y un tanto absurda, hasta que la escena final, escueta y sobria, más propia del cine negro que de un western, arroja luz sobre el inicio y completa un círculo. Y ésa es la verdadera sorpresa, el eje sobre el que se construye la narración: que estamos, mira por dónde, ante una historia circular en la que sus extremos, su inicio y su fin, se dan sentido mutuamente. El resto es casi papel de relleno, una trama desnuda y desolada en unos parajes desnudos e igualmente desolados.

Conforme avanza la trama, los protagonistas no hacen más que ir a peor: cada nueva escena es un presagio más en el camino de la catástrofe que se presiente de forma inevitable. A media película, al espectador no le queda ninguna duda de que todo acabará mal, de que cada nuevo paso es un eslabón de la catástrofe inevitable. ¿Alguien ha leído El Hombre que Mató a Dan Oddams, de Dashiell Hammett? Pues bien, que no se extrañe si esta película le parece inquietantemente familiar. Ella también cierra un círculo que sólo se entiende en la última escena.
Unadeindios
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6
24 de octubre de 2011
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película hay que juzgarla por si misma y no por lo que hayan hecho los demás. "The Thing" de Matthijs van Heijningen (Jr.) tiene, como cualquiera, virtudes y defectos. Como ya sucedía en el referente de Carpenter es una vuelta de tuerca a la historia del lugar cerrado donde un grupo de personas van pereciendo a manos de un asesino que en teoría es uno de ellos. "The Thing" va un paso más allá: el asesino está entre nosotros pero no es siempre el mismo; según el momento será el señor A, la señorita B o la señora Z. Así, a la trama tradicional de Diez Negritos no se le puede aplicar el procedimiento del descarte de sospechosos porque el asesino muta de uno a otro: ahora se convierte en éste, ahora en aquél, y echa por tierra el principio básico de un relato de intriga: el asesino, sepamos o no quién es y dónde se esconde, es siempre el mismo. Carpenter, al establecer que el asesino tome diferentes identidades, dinamita el principio elemental del relato de intriga y añade un elemento de suspense y misterio. Y ahí está la cuestión: quien lo hace es Carpenter, y van Heijningen ha de limitarse a volver a filmar una historia ya contada con su argumento ya inventado, y ha de demostrar sus capacidades de director a través de cosas como la concepción de los planos, el ritmo de la narración o el acierto en el montaje. Y aquí es donde podemos juzgarle.

A van Heijningen le falta oficio, pero eso no quiere decir que carezca de él. Ciertos aspectos de la película son infantiles y de una bisoñez sonrojante. Pero junto a esto, que no puede obviarse, sabe dosificar la tensión hasta llegar a un clímax que dura casi toda la segunda mitad de la película. Y en el manejo de este clímax de media hora logra mantener la atención del espectador combinando (todo es mejorable, claro está) el suspense y la intriga: el miedo y el misterio. Van Heijningen tenía a su disposición el film de Carpenter y el Alien de Ridley Scott, de los que podía extraer las lecciones oportunas. Y lo hace, pero incluso para copiar un cuadro hace falta técnica y oficio. La película de van Heijningen es mejorable, pero no se la puede juzgar sólo comparándola con la de Carpenter, puesto que aporta su propio sentido de la progresión del relato, su punto de vista a la hora de concebir las escenas y definir el escenario de la historia, su concepción de los personajes y su criterio para utilizar los efectos especiales: si en una historia como ésta han de estar manifiestamente presentes, no abusa de ellos y permite que la trama se desarrolle a través de las interacciones entre los personajes en vez de caer en una profusión de digitalizaciones. En resumen, si un producto hay que juzgarlo en función de los resultados obtenidos a partir de unos recursos determinados bajo unos condicionantes específicos (el referente de Carpenter, las técnicas digitalizadoras, las exigencias de los productores y del público), la obra de van Heijningen, sumando aciertos y defectos, pasa bien el aprobado y merece un 6,5.
Unadeindios
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6
23 de diciembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que hay que decir de este episodio es que es un remake del episodio IV estrenado en 1977. Y digo episodio porque nada de lo que vemos en la película de Abrams puede entenderse si no es situándolo en medio de una serie temporal más amplia dentro de la cual representa sólo una pequeñísima -y casi desechable- parte. De hecho, siendo totalmente objetivo, esta película es un híbrido entre el episodio IV y la Jungla de Cristal: persecuciones, disparos -nunca se había disparado tanto en una película de esta saga- y fugas inverosímiles. La ciencia ficción en sentido estricto, la aventura que vaya más allá de una sucesión de disparos y peleas que hemos visto mil veces en cualquier película de Bruce Willis, prácticamente brillan por su ausencia. Que todo esto tenga lugar en un planeta que no es el nuestro y en medio de una pugna galáctica es casi anecdótico. Lo que cuenta es la acción de tipo western que en realidad podría haberse situado en cualquier parte.

Por lo que se refiere al argumento, es donde el público puede sentirse estafado con mayor razón. Después de dos horas y media de película, la trama apenas avanza un par de milímetros. Dentro de un conflicto galáctico entre una República renacida y un Imperio recientemente derrotado pero todavía firme, todo lo que sucede a lo largo de esos interminables minutos sólo sirve para avanzar un par de pasos en algo que ya se insinúa en el minuto 9 de la película. Todo lo que ocurre entre ese momento y el último minuto del filme es, sencillamente, la Jungla de Cristal, que de esta manera demuestra que ha conseguido crear escuela. Que una saga como Star Wars haya tenido que recurrir al modelo de Harlin i Willis para llenar dos horas largas de pantalla indica los méritos -y las deudas- respectivos de unos y otros.

A destacar:
- A favor, dos escenas esenciales. Una, el duelo -no físico, por suerte- entre Han Solo y Kylo Ren, un híbrido entre el duelo Kenobi-Darth Maul del episodio uno y la lucha entre Gandalf y el monstruo del abismo en la primera parte del Señor de los Anillos. Dos, la escena final, el único minuto verdaderamente destacable de todo el filme (de hecho, toda la película puede resumir-se en quince minutos: los nueve minutos iniciales, la escena entre Han Solo y Kylo Ren y este minuto final. Todo el resto puede eliminarse sin que el argumento ni la salud cinematográfica del espectador sufran lo más mínimo).
- En contra. A ver, señores guionistas, ¿quiere alguien explicarme por qué motivo se separan en este episodio los conceptos de República Galáctica y Rebelión, como si fueran dos realidades totalmente diferentes? ¿No era la Rebelión un movimiento para reinstaurar precisamente la República? Da la impresión de que los guionistas no han llegado a entender la trama de los seis episodios anteriores que supuestamente debían continuar y que en la práctica apenas continúan. Bruce Wilis se habría sentido en su salsa en esta película en la que se gastan miles de cartuchos -galácticos, eso sí- para que la trama apenas quede un milímetro por delante de lo que estaba en la escena inicial.

En definitiva, una oportunidad desaprovechada, por más que intente ser fiel -algo que sólo consigue a nivel de iconografía- con la saga original.
Unadeindios
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4
19 de marzo de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película, como cualquier otra, tiene defectos y virtudes, y aunque los primeros sean al menos tan importantes como las segundas, hay que analizar unos y otras con ecuanimidad.
Su primera virtud es la calidad de la imagen y la fotografía, algo a lo que Ridley Scott nos tiene acostumbrados y que conforme pasa el tiempo -y la película- se va convirtiendo en su única virtud. La elección de los escenarios naturales y una dosis considerable de realismo histórico intentan hacer de la historia contada un fiel reflejo de una época y de unos acontecimientos. Poco que objetar en ese punto, pero el problema es que exactamente aquí se acaban las virtudes de la película. Porque ésta tiene tres defectos esenciales, y el principal es el guión. Incapaz de construir una sola trama mínimamente sólida y consistente, capaz de aguantar ella sola cien minutos de película, se dedica a manejar varias subtramas distintas con sus respectivas intrigas que intentan converger en un sólo entramado argumental. La hilvanación y conjunción de estas subtramas se hace de manera precipitada, inconsistente y con un escasísimo sentido de la credibilidad y la coherencia. No hay una sola intriga o un solo hilo argumental sólido, sino varios, que el guionista no sabe mezclar y conjuntar adecuadamente y con un mínimo sentido de la credibilidad y la coherencia. Los diversos frentes de acción, si al final convergen entre si, parece que sea más bien por casualidad y de forma infantil y casi ridícula.
El segundo defecto es que Ridley Scott, que siempre ha sido un pésimo director de actores, es incapaz de dotar de individualidad a sus personajes, algo imprescindible para sustentar cualquier trama, y más una trama como esta, tan deshilachada y con una coherencia que roza el ridículo. Los personajes parecen meros objetos que deambulan delante de la pantalla incapaces de aportar calidez ni fluidez a una historia que pierde ritmo a cada minuto que pasa.
El tercer defecto es un metraje excesivo, plúmbeo, elefantiásico, totalmente innecesario para exponer la historia -en realidad las distintas subhistorias mal hilvanadas- que conforman esta película. Porque a medida que transcurre el tiempo y van yuxtaponiéndose las tramas -y ése es el problema fundamental: sólo se yuxtaponen, no se imbrican entre si con coherencia-, el devenir de la película va haciéndose más caótico y más inconsistente, con pesonajes anodinos que se limitan a amontonarse en la pantalla sin desprender el más mínimo atisbo de individualidad o calidez, con lo que la historia que se narra a través de ellos se impregna de los mismos defectos: es fría, inconsistente, casi arbitraria, sin tensión ni ritmo narrativo. Una mera sucesión de imágenes -eso sí, muy bien filmadas-, frías y sin carácter, que intentan conformar una historia tan fría y privada de carácter como ellas. Y eso que algunos actores -como Mark Strong o William Hurt- logran aportar actuaciones nada desdeñables, probablemente para disgusto del director.
Unadeindios
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