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Críticas de Rosa Panadero
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Críticas 26
Críticas ordenadas por utilidad
10
2 de septiembre de 2020
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viví la tragedia del submarino K-141 desde una redacción de un periódico en agosto del año 2000, intuyendo las desdichas que se avecinaban para las familias y que finalmente se confirmaron, mientras en el titular de la noticia de al lado, Vladimir Putin agotaba sus vacaciones en Sochi, obcecado en no ver la crisis de popularidad a la que se iba a enfrentar. Unos cuantos años después, Thomas Vinterberg nos narra la historia del Kursk, de la que ya sabemos antes de sentarnos que no hay final feliz. El retrato cruel de la muerte de la tripulación del submarino ruso, sacrificada por los jefes de su Armada para ocultar su propia ineficacia y orgullo, quedó disfrazado de patriotismo ante sus ciudadanos, no sin antes acallar a las familias que se quejaron por la falta de información, las mentiras y la impotencia para salvar a sus maridos, hijos, padres o hermanos.

Mikhail Averin (Matthias Schoenaerts, el tío malo de Jennifer Lawrence en “Gorrión Rojo”) encarna el deber en todos los sentidos, tanto para sufragar los gastos nupciales de un amigo como para motivar a los marineros inexpertos en su primera misión. Produce una sensación de vergüenza ajena las referencias veladas a un régimen que debe varias mensualidades a los defensores de sus fronteras, quienes sobrellevan la situación como buenamente pueden. La peor parte la llevan las mujeres, que quedan al frente de calentar estufas y poner un plato de comida en la mesa para sus hijos. La esposa de Mikhail (Léa Seydoux) será la que rompa el silencio ante la inoperancia de las autoridades rusas, provocando la escandalosa escena que los medios de comunicación tan bien reflejaron en su momento, y que se revive en la película: una enfermera inyecta un calmante a una indignada mujer que se levanta y cuestiona la operación de salvamento.

Los que navegan saben que se crean lazos invisibles entre aquellos que surcan las aguas de los océanos. Todos son miembros del mismo cuerpo, incluidos los jefes de la Flota a uno y otro lado del Mar del Norte, el ruso y el británico (Colin Firth), pero esa fraternidad solidaria que no distingue nacionalidades ni rivalidades marciales no es suficiente, en el caso del Kursk, para que la cabeza de la operación acepte sus limitaciones y salve sus extremidades echando mano de la ayuda que otros –noruegos y británicos– ponen a su disposición.

Al ver la película una no puede dejar de contener el aire en algunas escenas donde hay que bucear para recuperar este o aquel objeto, igual pasa cuando a los astronautas les cortan el oxígeno durante unos segundos para salir a reparar tal o cual aleta de la nave espacial, y se rompe el cordón umbilical que les une por la escotilla y quedan vagando en el espacio sideral. Los marinos del Kursk también quedan metafóricamente a la deriva, no son antes haber dado muestras de todo su aguante.

“Espera, espera, espera”, es la letanía que se repite en los oídos de todos los personajes ante las decisiones no tomadas por el alto mando. Y la espera mata, dice el dicho común. El único error –fallo común a todos nosotros– en esta historia real, fue la demora en aceptar una ayuda clave para la supervivencia. La próxima vez que sepa que algo no funciona, reconozca su ignorancia y pida ayuda. Hágalo ya.

https://www.yellowbreak.com/kursk-cuando-la-inoperancia-del-jefe-te-condena-a-morir/
Rosa Panadero
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5
2 de septiembre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es duro pensar que la realidad no existe y que todo depende del punto de vista con el que se enfoque, como recomiendan los psicólogos a sus pacientes, pero el comentario fue suficiente para que el preso 5185 del campo nazi de Mauthausen, Francesc Boix, reaccionara y utilizase su rol de prisionero-fotógrafo para desenmascarar los crímenes que se cometían contra sus compañeros.

El fotógrafo de Mauthausen, dirigida por Mar Targarona y protagonizada por Mario Casas, rinde homenaje a un caso real, uno de los siete mil españoles que, tras perder en la Guerra Civil española, fueron refugiados en Francia y después hechos presos por los nazis en la Segunda Guerra Mundial.

Francesc debe comportarse como el preso dócil y servicial en el que se puede confiar, pero mientras revisa unas fotografías de prisioneros que murieron en su “escapada” por la nieve, se da cuenta de que el número de identificación cosido en la chaqueta del muerto, al que había registrado unos días antes, no es el mismo. Un miembro del partido comunista le confiesa que se cambian las identidades de algunos camaradas para protegerles y se les crea ejecutados. En cualquier caso, como “la escenografía es lo que importa”, según el fotógrafo oficial nazi del que depende, Francesc, silencioso y obediente, sigue adelante con su tarea, ayudándole a componer escenas propagandísticas en las que los prisioneros posan jugando al ajedrez en los barracones, como si fueran modelos de revista. Cuando las autoridades deciden quemar ciertas fotografías que muestran la crueldad de las condiciones de vida en el campo, Francesc inicia su propia ofensiva: comienza a guardar los negativos y los distribuye entre varios colaboradores: un polaco que pretende regresar a su país, la prostituta española con cuya compañía los jefes premian a los buenos presos, y Anselmo Galván, el huérfano español que salió del campo para servir en casa de un general nazi.

La música de Beethoven sirve de fondo para la fiesta de cumpleaños del hijo del general, quien enseña a “cazar” a su hijo matando varios criados. Francesc, encargado de inmortalizar a la feliz familia nazi con sus invitados, intenta proteger a Anselmo, pero su jefe le advierte de que no intervenga, ya que “la música alemana a veces puede resultar demasiado intensa”.

La mayor oportunidad para sacar los negativos tiene lugar durante un espectáculo teatral al que asisten los nazis, mientras Francesc y Hans preparan la caja en la que el último va a escapar para llevar los negativos hasta la frontera con la URSS. Pero no todo es así de fácil: en una sincronización excelente, el taconeo flamenco alterna con la ejecución de un preso lanzado por un precipicio y los pisotones sobre su cabeza exangüe. Más tarde, Hans regresa maniatado al campo de concentración, donde precedido por una banda de música, es ahorcado.

Las bombas de los aliados comienzan a retumbar en la sala donde Francesc es torturado para confesar dónde están los negativos. No todos los nazis consiguen darse a la fuga y algunos mueren a manos de los presos, que han asaltado el arsenal de armas. La escenografía, como decía su jefe, nunca fue tan importante para salvar aquellos testimonios gráficos de la brutalidad.

https://www.yellowbreak.com/el-fotografo-de-mauthausen-un-homenaje-de-mario-casas/
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Rosa Panadero
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5
2 de septiembre de 2020
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Carmen Machi, Pepón Nieto, Jon Kortajerena y Paco Tous se ponen en la piel de aldeanos de montaña que intentan salvar su pueblo de la despoblación. ¿Tendrá África la respuesta a sus ruegos?

Lo único que justifica los topicazos es la ignorancia, así que la cinta va de comedia y risa fácil, pero de topicazos que manosean el sonrojo como si fuera una diversión.

Siempre alegra ver a Carmen Machi por el espíritu emprendedor en todos sus personajes, y por entorno montañero algo resuena su papel de viuda de la Benemérita en Ocho Apellidos Vascos. Digamos que personifica a la perfección a esa vecina activa, esa presidenta de la asociación de vecinos o jefa de facto en el AMPA del colegio, alguien para quien el bien común es más importante que el cortoplacismo de los políticos, y que además se adapta a los cambios a la velocidad del rayo.

La pega principal del guion radica en que, culturalmente, presentar africanos con plumas corriendo por la nieve está fuera de lugar en el ambiente políticamente correcto del 2019, pero diez o veinte años antes habría tenido más taquilla que Santiago Segura.

Es simpático explorar las vidas de personajes rurales aislados de la civilización, con sus agujas de ganchillo y sus dulces populares, para desconectar del asfalto que nos espera a la salida del cine, y darse cuenta de que posiblemente ellos tengan una misión —salvar su pueblo— en la vida más clara y notable que nosotros —currar, ganar pasta, currar, ganar pasta—.

Las escenas chocantes y esperpénticas son, desgraciadamente, previsibles, y nada de poner los nervios en el estómago porque el nudo de la acción central no dé paso a la solución antes de que la pantalla diga FIN.

La reflexión sobre la España vaciada y qué hacer para volver a llenarla, que no sea con pantanos de los años cincuenta ni con inmigración descontrolada que salva a las mafias de tráfico humano explotando la fibra sensible de la gente, es harina de otro costal cuyo peso medirán los políticos que, cómo no, también tienen sus quince segundos de gloria “Warhol” en la película.

¿Recomendable? Claro. A fin de cuentas es divertida, ¿no?

https://www.yellowbreak.com/blog-cine-lo-nunca-visto/
Rosa Panadero
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9
2 de septiembre de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En estos tiempos de “sorority” o hermandad femenina frente a manadas de salvajes, Guilles Lelouche propone una comedia del tipo Un Golpe con Estilo o Full Monty, en la que la fraternidad masculina salva a un grupo de hombres en medio de sus crisis existenciales.

Las historias de cada miembro del equipo de natación sincronizada masculina –sí, ha intuido bien la idea, barrigones saltando a la pileta y formando figuras en gráciles piruetas– expresan la insatisfacción por saberse diferentes al resto de la sociedad. Cada vez que entrenan su vida cobra sentido, para regodeo de los bullies (la figura del cuñado sabelotodo también existe en Francia) y del musculoso equipo de waterpolo con los que comparten las instalaciones.

En la película no se libra nadie de ser un poco rarito: hasta la preparadora tiene su punto de inadaptada social.

El punto de inflexión vendrá con la ayuda de una segunda entrenadora, que desde su silla de ruedas les hará sentir la dureza del esfuerzo físico. Todo parece patas arriba, pero el esfuerzo de grupo se encargará de la magia.

Desde la cómoda butaca del cine podemos respirar aliviados porque nos libramos de vivir esas ridículas situaciones, e internamente animamos el esfuerzo de la última etapa a pesar de temer la vergüenza más absoluta.

Las redes sociales y YouTube tendrán la última palabra para difundir los hechos de esta escuadra singular a la que la prensa tradicional les niega en sus páginas de papel.

El mensaje que entre risas lanza esta película es que los estereotipos sociales no funcionan en una época en la que la variedad de estilos es la norma común y los Victoria´s Secrets no tienen nada que aportar.

Aceptarse como somos y un poco de cooperación con los demás produce resultados inigualables.

Si ellos fueron capaces de debutar en la natación sincronizada masculina, por qué los demás no podríamos desafiar nuestros miedos internos y lanzarnos a la piscina, barriga incluida.

https://www.yellowbreak.com/blog-de-cine-el-gran-bano-barrigas-al-agua-chicos/
Rosa Panadero
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6
2 de septiembre de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mujercitas de Greta Gerwig (Lady Bird) llega a las pantallas esta Navidad 2019 con un divertido y apasionante Thimotée Chalamet, con su habitual “je ne sais quoi” francés, escoltado por el cuarteto de las hermanas March.

Llega la Navidad y con ella una nueva versión de Mujercitas (¿alguien sabe cuántas van ya?) con un casting excepcional y unas hermanas March interpretadas por Saoirse Ronan (Jo), Emma Watson (Meg), Florence Pugh (Amy), y Eliza Scanlen (Beth). Laura Dern transmite el espíritu de madre sacrificada y gracias a Meryl Streep como tía March, el merengue blandito queda equilibrado.

Las adolescentes curran de lo lindo, no hay nada de eso de “me habéis robado mi infancia” ni discurso en la Cumbre Climática COP25. ¿Louisa May Alcott habría estado de acuerdo con la versión de Gerwig? Una cita en la gran pantalla puede ayudarte a desvelarlo.

Por más que se diga que las mujeres avanzan, basta con echar la vista atrás y, como ya dijo Rilke, “la única patria es la infancia”. O, dicho de otra manera: los estereotipos de Mujercitas duran hasta la madurez.

En este caso, la de las hermanas March. Aunque la obra de Alcott no llegue al inicio de la edad adulta de sus protagonistas, Gerwig hace un flash back de la vida doméstica de esa casa como si fuera la misma Jo (Saoirse Ronan) quien la escribiera.

Divertido y muy desinhibido está Thimotée Chalamet como Laurie, el atractivo vecino ricachón, otra historia entre dos amores, con algo de similitud con Un día de lluvia en Nueva York, sin espacio para la descarada Selena Gomez. Ese “je ne sais quoi” del actor es permanente y encantador, un toque de masculinidad con una cara aniñada y casi barbilampiña.

Una interpretación desigual comparada con el resto es la de Amy, con el acento de Florence Pugh más cerca de una película con John Wayne que con señoritas venidas a menos en el escalafón social.

Por fortuna, con los vestidos de época no se la ve caminar como un cowboy, pero se intuye. El pique entre hermanas, cuando una es brillante y le da igual la mediocridad del mundo, y la otra es medio inteligente y doble envidiosa, es clave.

Emma Watson (Meg), como hermana mayor sin rol a imitar, es absolutamente perfecta. Beth sólo es la excusa para el capítulo de la escarlatina asociada a la pobreza, ya que en sus visitas benéficas se contagia de la enfermedad. Pero hasta eso da fortaleza a los que se quedan sin ella. Y es que, como decía Alcott, “He tenidos muchos problemas, por eso escribo relatos alegres”. No eran precisamente relatos “cortos y picantes”. Si hay heroína femenina, que se case o se muera, como le piden a la Jo adulta para aceptar sus relatos en los periódicos.

La Jo adulta no es, por supuesto, tan idealista como en su juventud: “El dinero es el único fin de mi mercenaria existencia”.

A pesar de la ilusa incongruencia, Jo es la conciencia anti capitalista de las hermanas, hasta el punto de que Meg teme su criterio si gasta más dinero en ropa bonita para casarse.

Salvo en ese punto, el personaje de Jo va en paralelo con el de Carrie Bradshaw en Sexo en Nueva York: escribe para los periódicos y no le importa lo que piensen de lo que diga o haga.

Hay muchos sueños de la infancia, mucha añoranza de que el pasado siempre fue mejor. Solemos actuar más por el miedo a perder lo que tenemos que por la oportunidad de ganar algo.

Aun así, no hay espacio para una Greta Thunderg con su “¿Cómo os atrevéis, me habéis robado la infancia?, etcétera etcétera”, ya que en aquella época el postureo no existía.

Tan sólo había que adaptarse a la época, triunfar con un libro cuyo final decida el editor para que venda más según la costumbre, y aceptar que lo de comieron perdices sólo existe en la literatura que te da de comer (herencias millonarias aparte).

¿La victoria? Apropiarse del libro que un@ escribe e impactar de generación en generación con tus historias. ¿Le habría gustado a Alcott? Posiblemente lo habría encontrado rompedor.

https://www.yellowbreak.com/mujercitas-pelicula-jo-heroina-solterona/
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Rosa Panadero
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