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España España · Salamanca
Críticas de La Maga
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Críticas 190
Críticas ordenadas por utilidad
2
19 de junio de 2007
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El apartado artístico es lo único reseñable en este combate en el que los humanos sobran.
La apuesta era cuanto menos atractiva. Dos mitos de la ciencia-ficción moderna enfrentados, los humanos rondando y divagando entre medias cual aves de rapiña, y muchos fans de ambas sagas dispuestos a disfrutar reverdeciendo viejos laureles. El resultado: un desencanto soporífero, una traición desmedida, una nostalgia dolorosa unida a la impotencia de ver cómo parte esencial de la mitología cinematográfica se ve ridiculizada y reducida a mero combate de lucha libre y persecución sin un ápice de sentido e interés. El espectador sólo hallará consuelo en advertir algunos de los guiños (la aparición del androide Bishop, de la reina Alien...), troncharse (por no llorar) de algunas soluciones, y regresar rápidamente a casa para recuperar del tirón la maratón que de vez en cuando todavía regalan sendas sagas.
Los más acérrimos seguidores lo intuían. Tarde o temprano llegaría. Sólo era cuestión de tiempo que alguien amante del género aprovechara la oportunidad de rendir culto a los gloriosos monstruos al mismo tiempo. Lástima que haya sido finalmente un productor interesado en hacer dinero (y no en intentar fabricar cine) el que rescatara una imagen que a todos los seguidores nos había suministrado las más oscuras fantasías. 1990, Stephen Hopkins lleva a cabo la segunda parte de Depredador. En la nave del extraterrestre una sala de trofeos acoge la calavera de un Alien. Ese fotograma suministró al seguidor del género la capacidad de soñar con un encuentro, no así con el esperpento. La Fox, dueña de las dos franquicias, parece que ni siquiera ha tenido en cuenta las referencias de la serie de cómics de Dark Horse. Paul W. S. Anderson se 1imita a sacar todo su repertorio de videojuego, y lo acompaña con la mayoría de los tópicos del género.
La previsibilidad del guión, que encabeza una presentación de los personajes excesivamente larga, se basa únicamente en la confusión y el montaje no apto para el ojo humano. Los actores son meros peones de ajedrez y la intrascendencia de sus personajes los sume en el ostracismo. Uno a uno van cayendo. La quiniela está asegurada: éste por tonto, éste por listo, éste por curioso...
Menos mal que el flash-back que nos detalla el origen de la pirámide que investigan los protagonistas atrae por momentos un poco de nuestra atención. Pero lo que más merece la pena de esta película no es la acción, sino la secuencia en que el ser humano y el depredador entablan una alianza. Nunca ninguna de las sagas había alcanzado tantos grados de humor.
La Maga
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1
27 de diciembre de 2006
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como buen chico de los recados, John Polson sigue cumpliendo encargos a las órdenes de Hollywood. Si su primer trabajo, Fanática, ya sólo puede ser encontrado en las estanterías de algunos adolescentes, El escondite no tardará mucho tiempo en ser devorado por los clientes de blockbusters. Su máscara de terror psicológico e inteligente no esconde más que otro producto de consumo rápido. Además de acusar una preocupante falta de originalidad, uno se pregunta qué demonios hace Robert de Niro tomando parte en un proyecto tan banal e insultante. Pero lo más preocupante no es esto, sino la enorme taquilla que está cosechando, síntoma de que el género va por modas y el gusto crítico del espectador se está deformando a marchas forzadas.
La premisa, por llamarla de alguna manera, es la siguiente: una mujer se suicida y su marido se traslada al campo con la hija del matrimonio para superar la tragedia. Lo que ocurrirá a partir de aquí no es más que un juego consistente en la confección de pistas falsas, la copia descarada de modelos cinematográficos, el desapego por el drama de los personajes, y el golpe de efecto que suponen los tan solicitados y ya manidos giros finales de guión. Ni siquiera llama la atención la aparición, casi testimonial, de dos actrices como Famke Janssen (X-Men) y Elizabeth Sue (Leaving Las Vegas).
La dirección bebe, sin ocultarlo, de dos referentes de incontestable calidad: El resplandor y El sexto sentido. Los pasillos, las puertas, los armarios y las conversaciones a pie de cama cobran vida propia, sumergiéndonos en un mundo de insospechada atmósfera. Hasta aquí, la copia se pasa por alto dado el interés que suscita la relación amor-odio entre padre e hija, pero el hastío deviene rápidamente al abandonarse las posibilidades de cuento infantil y drama familiar que encierra la trama. Dakota Fanning, la hija en cuestión ya conocida por sus trabajos en Yo soy Sam y El fuego de la venganza, acaba dando una lección de interpretación a un caricaturesco Robert de Niro, que recuerda cada vez más a la última etapa de un Marlon Brando desquiciado por su propia mitología.
El miedo espontáneo e incontrolable de la infancia, su tortura específica y secreta delicia. El niño no sabe lo que va a pasar, no está familiarizado aún con las rutinas de la realidad, tiembla ante lo desconocido. Entra en el mundo como en un cuarto oscuro, suponiéndolo enorme y pavoroso. Este miedo sobrevenido contradice la madurez obligatoria del adulto y le socava sin hacerle disfrutar. La niña juega al escondite con el pánico, la misma seriedad jubilosa con que corretea por el parque. Para sobrevivir en el mundo amenazador, acude a los cuentos espeluznantes, la casa embrujada y el amigo imaginario. Antes de saber qué va a pasar, tiene que aprender a soportar el miedo de no saber lo que va a pasar. Invulnerable ante la desesperanza. Terrores iniciáticos para que no miremos cara a cara a los auténticos males que trastornan nuestra convivencia.
La Maga
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4
23 de abril de 2007
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alan Parker no aporta nada destacable a un tipo de películas que ya son un género en sí mismo. Pertenece a una serie de cineastas surgidos durante la década de los setenta en el campo de la publicidad. Es un director que, tanto en sus incursiones norteamericanas como en las británicas, siempre se ha caracterizado por una mirada atenta a las injusticias y miserias que azotan el mundo, y siempre, desde un prisma educativo, como si en todo momento quisiera rendir homenaje o emular la estela de gente tan comprometida con la realidad como Stanley Kramer (Adivina quién viene esta noche) o Frank Capra (Caballero sin espada). Con La vida de David Gale hace gala más que nunca de todas estas virtudes, pero una vez más, no consigue extraer todo el potencial dramático a una historia que pide a gritos, desde el primer momento, un tratamiento más profundo sobre el conflicto interior que sufren sus protagonistas, y las motivaciones que les empujan a ser mártires de una causa, perdida desde el principio: la lucha contra la pena de muerte.
El primer éxito que cosechó Alan Parker en la industria fue El expreso de medianoche (1978), y narraba la larga condena de un norteamericano en Turquía por tráfico de drogas, una cinta terrible y racista, a recuperar, que ya anunciaba su interés por una temática de denuncia. La otra gran pasión de Alan Parker es la música. Para corroborarlo ahí están Fama (1979), The wall, The Commitments, y Evita, un largometraje injustamente denostado, su única obra cumbre hasta la fecha y una excelente versión del famoso musical del compositor Andrew Lloyd Webber y el letrista Tim Rice.
La pena de muerte ha sido tratada en numerosas ocasiones en el cine, algo que achaca La vida de David Gale. La peripecia de la periodista interpretada por Kate Winslet (qué bien llora esta gran actriz) para esclarecer el caso de un activista en contra de la pena de muerte (Russell Crowe rechazó el papel), paradójicamente acusado de la violación y asesinato de una compañera, se antoja insuficiente para mantener conmovido al espectador hasta el desenlace, la parte de thriller mejor hilvanada (A sangre fría y Ejecución inminente vienen rápidamente a la memoria). Sin embargo, son los momentos de intimidad entre Kevin Spacey y Laura Linney, aquéllos en los que una activista convencida recoge al hombre herido por la impotencia frente a un sistema que todo lo ampara, y una sociedad hipócrita y patética (atención al efecto La batidora), lo que de veras conmueve al espectador (Más allá de la duda, Quiero vivir y Pena de muerte vienen a la memoria), que se siente atraído por la cruzada de unos protagonistas cansados de tachar rostros, y dispuestos a recurrir a lo que odian con tal de ganar una batalla.
La Maga
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8
25 de febrero de 2007
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine alemán lleva varios años demostrando su capacidad para mirarse el ombligo (histórico). Con un revisionismo contradictorio y autocrítico, el espíritu combativo del que hace gala viene acompañado de emocionante verosimilitud. Ahí están Good Bye, Lenin! (2003) y El hundimiento (2004), dos ejemplos tan caseros como exportables. Ahora le toca el turno a La vida de los otros, considerada la mejor película europea del año, y principal rival de Almodóvar de cara a los Oscar.

El primerizo Florian Henckel-Donnersmarck, aprendiz de Richard Attenborough durante el rodaje de En el amor y en la guerra (1996), elabora un guión modélico para un thriller potente, plagado de reminiscencias clásicas (atención a los villanos, sus interioridades cobran un inusitado interés) y temas sobrellevados con pulso maestro. La dureza árida de Costa-Gavras (Missing, Z, Amén) y la perspicacia analítica de Szabó (Conociendo a Julia), influencias más claras a la hora de reflexionar sobre las relaciones entre arte y Estado. Tres protagonistas y varios secundarios se debaten entre la fidelidad al amor, la amistad o la integridad artística, y la adherencia a un régimen que coarta la libertad de expresión. Las fronteras entre buenos y malos se diluyen, lo que queda es la insoportable levedad del ser (referente literario).

Y quién mejor para reflejarla que el personaje interpretado magistralmente por Ulrich Mühe, actor Haneke donde los haya. Gerd Wiesler es HGW XX/7, un funcionario de la Stasi que, como el Harry Paul de Coppola en La conversación (1974), o el Joseph Kern de Kieslowski en Rojo (1994), se alimenta de las vidas de los otros. Y eso le convierte en ejecutor o salvador. Triste, tímido, reservado y solitario, se debate entre la distancia que impone su profesionalización y la implicación personal de su investigación. Su espartano apartamento y sus preferencias sexuales revelan a un hombre roto cuya incertidumbre sobre el mundo que le rodea le ha robado la identidad. Sin amigos, sin familia, representa la inminente tragedia que supone el remordimiento de conciencia.
La Maga
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8
8 de marzo de 2007
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siguiendo la línea de Closer, como ejemplo más reciente, esta última encrucijada matrimonial llena de adulterio, medias verdades y arrepentimientos destaca por el trabajo soberbio de sus actores: Mark Ruffalo, Laura Dern, Naomi Watts y Peter Kraus (gran alegría para los que somos seguidores de A dos metros bajo tierra). Para los que quieran seguir ahondando en este subgénero últimamente recuperado, una obra maestra: ¿Quién teme a Virginia Woolf?
La Maga
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