Vaya día que tiene esta mujer. Es un sin parar, flotando de nave en nave. Esto parece la hora punta en el metro. Si pierdes uno, no importa, porque enseguida pasa otro. Llegas un poco más tarde, pero llegas. Vamos, que no es para llevarse esos sofocos.
Visualmente apabullante, narrativamente muy convencional. Pasados los efectos de la fascinación que produce la ausencia de referencias espaciales y la prodigiosa movilidad de la cámara, queda a la vista el esqueleto de una historia previsible y escasamente emocionante, que va perdiendo en verosimilitud e interés a medida que avanza. Los aspectos técnicos superan, de largo, a los dramáticos. Nada nuevo en Hollywood.

¿Qué hay de específicamente español en esta familia? ¿Por qué ese título cuando no hay ninguna pretensión sociológica o etnográfica? Personajes y situaciones se pueden mimetizar perfectamente con los de cualquier insulsa comedieta americana o francesa. Un largo plano secuencia al principio nos sugiere que la película pretende continuar con la españolísima tradición berlanguiana, que retrató como nadie la peculiar idiosincrasia de la España de su tiempo y de la eterna. Es sólo un espejismo.
Lo único que justifica el título de esta insulsa comedieta es que es de producción española. Hasta las pelis de Paco Martínez Soria o de Pajares y Esteso atesoran un mayor valor sociológico.

Al último hombre razonable unos le llaman traidor y cobarde. Otros le llaman imbécil e idiota. Sin embargo es él el que está rodeado de cobardes, traidores, imbéciles e idiotas. Cierto refrán dice que "no hay peor cuña que la de la propia madera". También es fama que las guerras civiles son las más crueles. En esta guerra todos los implicados, excepto el último hombre razonable, son exactamente igual de "humanos" (si se entiende esto como "lo peor"): tanto los ocupantes como los ocupados y, entre estos últimos, lo mismo colaboracionistas que resistentes. Incluso los que sólo participan como posibles víctimas. En la guerra, una espesísima niebla oculta la razón. Pero el último hombre razonable es también el más fuerte. Puede con casi todo.
No le pongo más puntuación por premiosa. No me asusta ese cine que llaman "contemplativo", pero no todos los planos (elaboradísimos planos-secuencia, tanto estáticos como en movimiento) de esta película merecen tanta duración. Eso sí, hay algunos devastadores.

La película no ha empezado mal. Cuando ha aparecido el letrerito de "diez años más tarde", ha caido un escalón. Un hombre idealista, defraudado por la mecánica legal que encarcela al asesino de su mujer e hija por una condena menor, inicia sus lecciones de verdadera justicia, que más parece una venganza, a todos los implicados en aquel asunto, empezando por el entonces ayudante del fiscal. Es un tipo inteligentísimo y aunque todo el mundo sabe que es el autor de la serie de crímenes, no se pueden encontrar pruebas.
Cuando el vengador justiciero dice:"Esto no ha hecho más que empezar", la peli cae otro escalón. Y cuando dice:"Va a ser apocalíptico", se precipita escaleras abajo, empujado por el "más difícil todavía", hasta partirse la crisma con un final inenarrable en el que he echado de menos un violonchelo explosivo.
Lo más divertido: la jueza "porque yo lo valgo".

Bien. El tratamiento de la homosexualidad en el cine va normalizándose. Ya no hace falta el morbo o la truculencia. Tampoco la reivindicación. La cosa está tan normalizada que los estables matrimonios gays también pueden tener sus crisis y ser tan convencionales o conservadores como cualquier pareja tradicional. Esta familia, incluso, podría ser una de las que nos gustaría formar parte.
Lo que queda claro es que lo que conforma a una familia no es únicamente la biología. Que el funcionamiento de la familia, como el del matrimonio, hay que currárselo. Y en esta película se viene a negar eso de que “la sangre es más espesa que el agua” y a defender que el verdadero mortero de las relaciones familiares es el respeto en la convivencia y la común superación de los inevitables conflictos.
Se ve con agrado. El guión es ligero y divertido y tampoco se pone demasiado solemne en los momentos más dramáticos. Todos los actores están muy bien, sobre todo Bening y Moore. Lástima que la realización sea tan plana como la de un telefilme.