Nunca olvidare aquel día, el día en el que yo y mis colegas entramos en la sala de cine para ver Druidas. Porque si, yo he tenido la inmensa fortuna de ver este clasicazo en pantalla grande, que es como hay que verla. Ni siquiera recuerdo a santo de que entramos a ver esto, supongo que sería uno de esos días en los que no quedan entradas para nada más, pero el caso es que no me arrepiento en absoluto. Jamas, repito JAMAS, lo he pasado tan bien en una sala de cine. Recuerdo con especial cariño el buen rollo que se creo con los de las fila de atrás, cuando después de aguantarnos durante la primera media hora alguien por fin se decidió a soltar una risa y de ahí en adelante fue un no parar.
Y ahí es donde voy, y es que Druidas es una experiencia catártica, una de esas películas que hacen que nos unamos y dejemos a un lado nuestras diferencias... si señores, Druidas hace de este mundo un sitio mejor. Y es que este auténtico despropósito de pelucones y bigotes postizos, doblajes chusqueros, ángulos de cámara imposibles y diálogos tronchantes protagonizado por ese peaso de crack que es Christopher Lambert tiene el poder de hermanar al punki con el pijo, al negro con el blanco, al rico con el pobre, a los de la fila 10 con los de la 11... todos, vengamos de donde vengamos sentimos lo mismo ante sus imágenes... todos la vemos y mientras se nos escapa la risa pensamos: ¿¡PERO COMO ES POSIBLE QUE SEA TAN MALA!?
No hagáis caso a los que dicen por aquí que no hay que verla. Eso si, no se os ocurra hacerlo solos, esta es una peli para disfrutarla en buena compañía comentando las mejores jugadas.
En resumen, imprescindible.

Un callejón, dos bandas de chinos kungfutecas dándose pal pelo, un camión atrapado en la refriega en donde Jack burton y su amigo chino contemplan alucinados la escena y en esto que tres tipos con sombrerazos de paja chinos bajan del cielo y se arma la de dios. Pero la cosa no acaba aquí, Lo-pan, una especia de Fumanchu de barrio, hace su aparición en escena. Jack lo atropella con el camión pero el tio se levanta como si tal cosa, le salen rayos de los ojos y la boca y... vamos, la rehostia, y esto es solo es el principio.
Autentico clasicazo del cine de entretenimiento, ochentera, autoparódica, carismática, entretenida a mas no poder... en fin, una delicia de cinta que me habré visto decenas de veces, y las que me quedan.

Ohh que recuerdos me trae esta peli... de chaval me la vi como 20 veces, recuerdo que incluso me llegue a aprender la coreografía esa que hacen los ninjas al final, con mi espada de plástico y mi disfraz cutre salchichero... aishh lo 80, que gran época amigos, lástima que los chavales de ahora se pierdan semejantes "joyas" cinematográficas.
Para los anales de la historia quedará aquel dialogo entre el jefe de los malos y uno de los mafiosos a los que pretenden venderles la moto de los ninjas clonados, cuando después de presenciar como el ninja jefe, hawaiano para más señas, se carga a todos los supuestos super ninjas en menos de lo que canta un gallo este le dice aquello de "¡pero de donde ha sacado a estos hombres!" y eso me preguntaba yo, porque francamente, si 20 tios no son capaces de darle una mala hostia al jefe, por muy jefe que sea, no es que hayan salido precisamente buenos... vamos, digo yo.
Le doy un 10, y porque no se puede poner un 11, faltaría más!

Vale, como comedia no acaba de funcionar del todo. No hay gags memorables, la historia es una deslabazada sucesión de anécdotas, los personajes son más bien planos y no te acabas de creer nada... y aun así, con todo, es imposible no terminar de ver esta película sin una sonrisa en los labios. Y es que transmite tanta alegría, tanto desenfado y hedonismo que es muy difícil resistirse a ella. Porque en definitiva Radio Encubierta no es sino un claro homenaje a los 60 desde un punto de vista mitificado y poco riguroso, más cercano a un capítulo de los Monkees o al Help de los Beatles que a otra cosa. Ropas llenas de color, personajes que remiten descaradamente a iconos de los 60 (Jim Morrison, Brian Jones...) escenarios sacados de Blow Up o de un disco de Jimi Hendrix, chicas ye-yes y una banda sonora absolutamente brutal, como no podía ser menos tratándose de la década prodigiosa del pop.
Por último no puedo dejar de hacer una mención especial para Keneth Branagh, que hace de ministro malo malísimo, tan malo que por momentos parece el Hitler de "El Hundimiento"!

-¿Algún problema con eso señor Lawrence?- La cara del Johnny es un poema ante la orden de su maestro, porque aunque pandillero y malote en el fondo es buen chaval y una cosa es hacerle la vida imposible a Danielsan y fumarse un porrito de vez en cuando y otra es lesionar a mala fe al contrincante.

sigo en spoiler...