La vi hace muchos años, y no vi el resto de la saga (asignatura pendiente, por cierto), pero me sirvió para contrastar el cine europeo con lo que más vende en las taquillas. Valiéndose de unos actores con unos atractivos que se transmiten más bien desde dentro hacia afuera, y de una excepcional escenografía, Rohmer se ha ganado a otra fan. Los diálogos tienen contenido, y más ambientados en esos lugares tan idílicos fotografiados por Rohmer: los acantilados, las playas recogidas, los campos atravesados por una polvorienta carretera secundaria, la taberna tan autóctona... Y la verdad, hace llegar a la conclusión de lo difícil que debe ser para un joven como Gérard, elegir entre tres mujeres tan diferentes, y cada una con su encanto. Yo lo elegiría a él, con sus virtudes y sus defectos.

Las películas anteriores de Medem sólo sirven como el ascenso, para llegar a la cima con este film. Aquí Medem se ha consolidado, perfeccionando ese mundo propio, jugando con las casualidades, y haciendo al expectador estar pendiente hasta del detalle más nimio, pues al final todo guarda relación, formando ese círculo, esa simetría que se manifiesta en los nombres de los protagonistas. Perfecciona su técnica de descomponer cada historia en muchas micro-historias. Hasta esta película no había contado propiamente una historia de amor. Sobre el amor hay mucho escrito, pero sólo Medem puede hacerlo "a lo Medem".

Con un argumento de lo más original, y en unas tierras sin un atractivo especial, Medem ha conseguido hilar una trama increíble. Lo mejor: los diálogos.