Es posible que el género wéstern no atraiga tu atención, que te de pereza visionar una película de hace 55 años, pero lo que es indudable es que capta tu atención inmediatamente. La banda sonora de Morricone nada mas escucharla te hace recordar que no estas ante un filme cualquiera. La interpretación del joven Clint y de Lee Van Cleef es maravillosa y ya podía presagiar la carrera posterior de Eastwood. Los planos cortos del director merecen una mención aparte. Sin ser un gran seguidor de este género, reconozco que estamos ante una película mítica. Debilidad por el papel que hace Lee Van Cleef.

Tenso y dramático reflejo de la Rumania de Ceaucescu. Sorprende no haber leído ninguna crítica antes sobre esta película. Tantas veces recreados escenarios de totalitarismos en Europa y nunca antes había visto una representación de la opresión sufrida por el pueblo rumano durante esa época. Muy bien escenificada por cierto, por adolescentes que describen de forma realista los sentimientos de represión, espontaneidad, sensualidad, lealtad y de forma muy tierna. La película es austera en sí misma, bien hilada, con un colorido y escenarios propios de aquellos años. Poco más que decir. Ha sido interesante conocer la visión de la era comunista del dictador rumano desde esa perspectiva adolescente. No defraudará al espectador.

Me dispongo a escribir una crítica sin haber terminado de visionar la película. Lo cierto es que originalidad no le falta, y da la sensación de una representación teatral más que de una película. Como experimento cinematográfico de neo cine negro puede servir a aquellos críticos de cine independiente. En mi opinión no cumple con la mínima premisa imprescindible para entretener al público, provocar sensaciones más allá del hastío. Mientras termino de escribir la crítica aumenta mi ansiedad por saber si va a ocurrir algo interesante o de una vez por todas van a salir los títulos y dejare de perder un minuto más de mi tiempo de ocio. Los silencios y la banda sonora contrastan con los planos de unos vestuarios de unos adolescentes siniestros que no hay por donde cogerlos. No existe un mínimo de realismo que haga creíble la historia.

Un magnífico relato autobiográfico sobre un viaje que te abre la mente y puede hacer cambiar la visión de una cultura , de unas gentes, de un continente y de una civilización. Algunos como yo se pueden sentir identificados con esa impetuosa visión de la vida que se tiene cuando uno es joven, y como sientes la necesidad de explorar el mundo desde un prisma no viciado por la rueda de la vida que nos arrastra a un modelo sedentario y de consumo . A lo largo del filme se suceden paisajes maravillosos y anécdotas vitales que unirán aún más a dos amigos, y que les hará cambiar la percepción sobre la sociedad y la civilización. Es fabuloso el brindis final en el hospital para leprosos y resume lo que ese viaje ha cambiado para el protagonista y cómo fortalece los lazos de solidaridad y empatía por las gentes más desfavorecidas, y en definitiva, como inspirará este viaje en Ernesto Guevara encendiendo la llama de un revolucionario. Sin ánimo de ensalzar al personaje o su mensaje político, la película es un canto a la solidaridad entre los pueblos. Poderosa, como la moto.

Qué importante es la familia, tantas veces repetido.
En esta película cobra aún más valor. La de una sociedad matriarcal, la vasca, representada de forma entrañable por todos los personajes.
La vida y la muerte, la transición de una hija que pasa en poco tiempo de ser la hija, a después madre y finalmente a ser la cabeza de la familia después de la muerte de su madre. En ese corto espacio de tiempo, descubre que en la vida toca luchar y que aquello que tenemos idealizado queda aparcado por el amor a un hijo o a un padre a o una madre.
Emocionante como simboliza el perdón por una traición a través de la canción Txoria Txori de Mikel Laboa. De un hombre parco en palabras pero noble de corazón. Un marido que quiso cortar las alas de su amado pájaro y tenerlo a su lado.