Resulta un tanto zafio el recurrir a una secuencia en la que se ve a la protagonista admirando la mítica película de Truffaut, pero como ya queda mucha gente que no tiene ni idea sobre la existencia de la misma -y en muchos casos, ni siquiera del propio director-, se puede perdonar.
Oristrell es un director que no acaba de redondear ninguna de sus propuestas, pero al menos lo intenta.
Su intención es hacer comedia pura y dura, no demasiado contaminada por el estilo televisivo al uso. En esta ocasión se inspira más en los clásicos, y aunque su ritmo y, sobre todo, su guión acaba siendo algo irregular, hay una cierta frescura en la propuesta que la salva.
Resulta curioso como Olivia Molina -todo un descubrimiento- interpreta un papel con un vago paralelismo con el que su augusta madre interpretó en aquella lejana "La mitad del cielo", de Gutiérrez Aragón.
En la presencia de esta bella muchacha y en el buen juego que da Bassave se basan algunos de los mejores aciertos del filme. Paco León no está mal, pero sigue bastante marcado por sus tics televisivos.
Se le podían haber sacado más partido a los personajes secundarios -y eso que la gran Balagué es la esposa del director-, y no acabo de ver bien ubicado al otrora eficaz Roberto Alvarez.
En suma, para pasar un rato agradable, levemente picante, y salir con una sonrisa de la sala, puede valer.

Es una sorpresa que un director y escritor como Loriga se anime con una película como esta. Si hubiéramos hecho una apuesta sobre quién podría abordarlo seguro que a nadie se le hubiera ocurrido semejante director. Pero ahí está su atrevimiento -algunos dirán que inconsciencia- y a mí desde luego que no me ha disgustado. Es más: he disfrutado de un más que interesante filme. Que tiene sus defectos, evidentemente, pero que se alza varios codos por encima de otras muchas propuestas de nuestro cine.
De entrada goza de una excelente ambientación y puesta en escena, cuenta con claridad y sencillez unos hechos, apoyándose en textos de la propia Santa. Si damos por hechos esos delirios místicos, que tan bien plasmó en el papel, por qué no visualizarlos.
Esos delirios orgásmicos los vemos carnalizados en el filme, pero lejos del chiste fácil. En absoluto entiendo que la película sea irrespetuosa con la religión. Otra cosa son las personas que se mueven alrededor de la misma, hombres y mujeres al fin y al cabo, y por tanto débiles y sometidos a las pasiones humanas, aunque a veces digan que obran para el bien y el engrandecimiento de un ente superior, en esta caso La Iglesia, o lo que ellos entienden por tal, ya que hay diferencias de criterio.
Paz Vega, aun con sus clásicos problemas de dicción, compone el mejor papel de su carrera y hace un claro esfuerzo por estar a la altura. Soberbios la Chaplin y Poncela, que parecen sacados del Siglo de Oro.
Imperfecta, por qué no, pero muy atractiva.

Si la idea de este filme hubiera caído en las manos de la mayoría de los directores de nuestro país, Dios nos hubiera cogido confesados con lo que podría haber salido.
El director italiano, un ilustre desconocido para nosotros, se ha empapado del viejo cine de su país, aquel de episodios donde solían aparecer Gassman, Tognazzi, Sordi, Manfredi y unos cuantos más, y al ritmo de éxitos de San Remo -¿se acuerdan, aquel festival del que antaño nos aprendíamos las canciones los que ahora peinamos canas?- se va desarrollando un guión lo suficientemente ingenioso como para calificarlo como una de las pocas comedias refrescantes del verano.
¿Que no es redonda? De acuerdo. ¿Que podría haber tenido más mala leche? También. ¿Que al final es más una peli romántica que otra cosa? Pues también, pero cuatro o cinco momentos muy logrados justifican su visión. Lástima del doblaje, pero eso ya es una causa perdida.
A ver si funciona y nos traen más cine transalpino, que alguna buena tendrán.
Si fuera americana, arrasaría en taquilla, solo con que cuatro estrellitas de medio pelo la interpretaran. Como no lo es, la verán cuatro gatos.
Si tienen más de cuarenta tacos, no duden en verla. Les recordará alguna que otra producción de aquel país que ahora tanto echamos de menos.

Albadalejo es un director que me interesa, aunque no vaya de autor ni de figura. Su cine intenta estar pegado a la tierra, hablar de gente común, como dicen querer muchas series de la tele.
Ha tenido aciertos que no se han visto reflejado en un gran refrendo por parte de crítica y público (véase Rencor, El cielo abierto, incluso el primer Manolito), pero sus películas nunca quedan redondas.
Aquí vuelve a ocurrir. Altibajos en el guión, personajes que no acaban de encajarse del todo bien (Mar Regueras), aires de inverosimilitud, cuando la película se supone que es realista y basada en hechos auténticos.
Estoy seguro de que la realida fue aún más dura, pero eso hay que hacerlo ver en términos cinematográficos, y aquí a veces no se consigue.
No obstante, me parece un tipo de cine digno, defendible, que no deja indiferente, que invita a opinar, lo que no es baladí.
No es mal sendero a seguir. Mejor que otros filmes que no hablan sino del sexo de los ángeles.
Sigo apoyando el cine de este director. Al menos nunca te aburres y siempre apunta detalles.

Gerardo Herrero apenas ha culminado una película redonda como director. Pero al menos en el melo y en el drama ha apuntado ciertas maneras. Ahora ha querido probar con la comedia, modalidad negra, y ha despachado una de las peores películas de la temporada, que ya es decir.
Porque no hay nada más triste que una comedia sin gracia. Tenía a su favor un trío de protagonistas de postín, un escenario hermoso, e incluso una idea, que si no original, sí que daba para mucho más.
Pero es evidente que no estamos en los tiempos de la Ealing y aquellas viejas comedias con Alec Guinness y compañía. Lo de ahora es querer y no poder... o no saber.

Y dicen que es muy divertida. En fin...

Mariano Ozores le habría sacado mucho más partido.