Habiéndome leído la novela homónima de Carlos Bardem (Irregular, mediocre, aburrida, y de prosa más bien pobre) no esperaba maravillas de esta película, pero tenia la esperanza de que unos temas tan cinematográficos como el boxeo, el neonazismo, o el amor interracial, tuvieran fuerza en su traslado a las imágenes, y además en unos temas y escenarios no excesivamente frecuentados en el cine español. Decepción total.

La película no tiene vida, no tiene alma, no tiene nada. Un tópico tras otro, escenas mil veces vistas y la sensación de que te sabes de memoria absolutamente todo lo que te van a contar. El director, que para dar mas coherencia a todo es español de raza negra (Vaya detallazo, totalmente casual jeje), imprime a la película un aspecto casi de telefilm, con una cobardía, un simplismo y una tibieza a la hora de abordar el material bastante importante. Ningún plano destacable, ningún momento de verdadera emoción. Todo te lo cuentan de una manera muy enfática, te lo subrayan todo machaconamente una y otra vez, no vaya ser que no pilles el mensaje, mensaje por cierto totalmente trasnochado y obvio a estas alturas.

González y Silvestre físicamente dan la talla, interpretativamente no. La chica es bastante mala actriz. Los Bardem por supuesto se reservan los papeles mas agraciados (Carlos el mentor, ex boxeador venido a menos, alcohólico, faltaría más, Javier el malo malísimo), pero en ningún momento salen de la caricatura y el cliché. En definitiva, esto ya se ha visto una y mil veces. Y mucho mejor contado. La fotografía urbana de Juan Miguel Azpiroz magnifica, eso sí.

Esta película es, ante todo, honrada. Los que la ponen a parir, pero vamos a ver, alma de cántaros, una película que se llama Ninja, ¿Qué esperabais? Desde luego, no creo que una comedia romántica o un drama social, ni tampoco 'Tigre y dragón'. Aquí no ay términos medios, o te gusta el subgénero ninja o no, a mi me gusta y puedo decir que esta cinta es digna y esta bien hecha.

Los que flipábamos de críos, en esos videoclubs de barrio y aquellas madrugadas de verano en Tele5 con 'El guerrero americano' le tenemos una especial simpatía al género, y esa bestia parda de Scott Adkins no solo recoge el relevo de Michael Dudikoff, si no que lo deja a la altura del betún.

Considerada unánimemente la primera obra maestra de Almodóvar, cosa que no comparto, pues en mi opinión su autentica madurez creativa se da a partir de 'Mujeres...' y sobre todo, 'Tacones lejanos', ¿Qué he hecho yo para merecer esto? es una extraña mezcla de comedia negra absurda y surrealista, drama social, he incluso en la parte final una tímida inclusión de una pequeña trama de intriga, sin terminar de decantarse por ninguna de las vertientes y por tanto la película tienes unos bajones de ritmo considerables, aparte de subtramas y personajes totalmente sobrantes y que no aportan nada (Gonzalo Suárez, Emilio Gutiérrez Caba).

La progresión narrativa es inconstante, el clímax de la película (El asesinato) se da casi al final, el guión tiene varios puntos que no se sostienen y la dirección de Almodóvar tampoco me parece muy destacable, de hecho por momentos parece una versión postmoderna del cine de Eloy de la Iglesia.

En los aspectos destacables, que los tiene, las interpretaciones de absolutamente todos (Inolvidables Maura, Forque, Ángel de Andrés López, Lampreave y Kiti Manver) excepto Gonzalo Suárez, que se nota que no es actor y desentona que da gusto, esos planos finales de esos edificios, monstruosas y aterradoras colmenas humanas para el proletariado, y la sensación de que, pese a bordear muchas veces el ridículo, la película se sobrepone, principalmente, por la fuerza de los personajes, y lo bien escritos que están, eso en lo que Almodóvar ya sí era un maestro.

Una de las piezas cinematográficas más delicadas, estilizadas y bellas, no ya de Kenneth Anger, sino de la historia del cine. Como casi siempre en su autor, se trata de un proyecto no completado en su totalidad, aunque a diferencia de otras veces, creo que la pieza en si es perfecta por si sola y no necesita completar nada.

Rodada por Anger en 1950 en Francia, en su autoexilio europeo, la película permaneció en sus latas y olvidada en la Cinémathèque française, hasta que Anger la rescató y le aplicó dos remontajes con diferentes duraciones y bandas sonoras, en el 72 y el 79. La del 79 dura quince minutos y está compuesta por canciones pop de los años 50 y 60, mientras que la del 79 dura seis y solo incluye el tema 'In Came In The Night'. Las dos versiones son igualmente hermosas, pero la 79 es más sorprendente y novedosa, en parte por la idea, en principio absurda de Anger de aplicarle una música consistente en una canción Pop, que además se repite dos veces, y que incluso parece acelerar las imágenes. Las imágenes en paralelo al tema musical elegido, me parecen terriblemente hipnóticas. La versión larga incluye incluso fragmentos de animación que evocan la visión de Pierrot de la luna, y un final totalmente diferente. Personalmente me quedo con la versión corta, aunque recomiendo ver las dos.

En una historia de sueños inalcanzables, Pierrot intenta primero alcanzar la luna, y luego el amor de Columbine, fracasando en los dos intentos. El tono monocromático azul, evocando los rayos de luna, son de una fuerza visual deslumbrante, los mimos, al parecer de la compañía teatral de Marcel Carne, bordan los personajes, y la dirección de Anger imprime a la imágenes una suavidad y simbolismo como pocas veces se ha visto, una de esas películas que desde el punto de vista artístico desbordan los sentidos. Pura magia.

En esta ocasión, Keneneth Anger nos muestra de nuevo una selección de pinturas de su adorado y eterna influencia Aleister Crowley, el famoso mago y ocultista inglés. Ni las pinturas, pretendidamente satánicas pero feas como ellas solas, ni el montaje que hace Anger, aleatoriamente y sin ningún sentido, tienen esta vez el menor interés. Ni siquiera de la música, algo habitualmente sobresaliente y muy cuidado en el cine de Anger, puede decirse nada bueno, pues se trata de una histérica y estridente melodía, que pretende conseguir un efecto desasosegante en compañía de las imágenes, pero que solo provoca dolor de cabeza. De lo peor de Kenneth Anger, solo interesará a los muy fanáticos de Aleister Crowley.