Una de las películas más personales de Hitchcock, junto a Marnie y Los pájaros, donde el autor vuelca gran parte de sus obsesiones. Kim Novak en un papel por la que va a quedar para la posteridad, inicialmente pensado para Vera Miles, hermana de Janet Leigh en Psicosis. Adaptación de una novela de los autores de Las Diabólicas. Hasta llegar a la versión definitiva el guión pasó por muchas manos siendo objeto de distintos tratamientos que no llegaban a convencer al director. Pese a imperfecciones en el guión como la resolución del primer crimen, o algún personaje desdibujado como el de la recientemente fallecida Barbara Bel Geddes, la pelicula alcanza momentos de puro cine, sublimes, ese travelling circular que comienza en el apartamento de Lucy y termina en los establos de la misión... Esa cara anonadada cuando Lucy-Madeleine reaparece totalmente reconstruída y con el pelo recogido. El tratamiento del color colores cálidos en la primera parte y fríos en la segunda, en base a los reflejos de las luces exteriores del piso de Lucy. Los filtros que utiliza el director, especialmente para dar un ambiente de ensoñación en la escena cumbre de la película. Esa banda sonora absolutamente perfecta, evocadora de Bernard Herman...

Vertigo es la historia de una obsesión

Mucho se tiene discutido sobre esta película, si presenta a los indios desde una perspectiva muy parcial. Si el propio protagonista, Ethan, era tan racista como para perseguir sin descanso durante toda la narración a la sobrina raptada con la finalidad de matarla, ante la insoportable idea de que acabe convirtiéndose en una piel roja más, o para despreciar a su sobrino por correr sange india por sus venas. La verdad indiscutible es que estamos ante un western con un profundo halo lírico, que desborda talento. Frank Nugent adaptó la novela de Alan LeMay y Wiston C. Hoch. Destacan los exteriores rodados como tantas veces por John Ford, en el Monument Valley, que aportan aún más brillo al film. La banda sonora de Steiner, exquisita. A destacar: la primera hora de película insuperable: especialmente las escenas entre Ethan y su cuñada. La agilidad con que el director es capaz de articular la historia de la búsqueda con las escenas familiares, sin que se resienta el ritmo de la película, la mítica toma, la evolución que sufre el personaje de Ethan. Y todo el elenco de actores de Ford: desde Ward Bond, a Olive Carey, John Qualen, Hank Worden...

De plena actualidad por el tema que trata, la última película de Steven Spielberg destaca por su pretendida, y en gran medida lograda, visión neutral del conflicto entre palestinos y judíos, replanteando la legitimidad del estado hebreo en su aplicación de una política basada en el ojo por ojo. Así, como respuesta a los atentados del comando terrorista palestino, ya no sólo los servicios de inteligencia judíos, sino la cúpula del gobierno, personalizados en Golda Meir, y del ejército organizan una comando al que encargan la misión de vengar los atentados.
Irreprochable desde el punto de vista moral, se aprecia un elogiable distanciamiento en el tratamiento del conflicto, teniendo en cuenta la condición del director. Podemos señalar como ejemplo la escena en el piso franco de Grecia en donde se reúnen varios comandos de organizaciones terroristas internacionales: vascos, irlandeses, incluso palestinos..., desde una visión homogeneizadora del fenómeno terrorista más allá de fronteras y justificaciones sociopolíticas.
Como centro de la trama se sitúa el personaje encarnado por Eric Bana, en su particular descenso a los infiernos, subrayando a lo largo de la película el carácter de renuncia a su vida privada, simbolizada en el momento en que se traslada en avión a Europa y extrae su alianza. Como le comenta el jefe de la organización francesa, su auténtico conflicto parte de su propia naturaleza, no tiene manos de carnicero para desempeñar la función encomendada. Demasiado peso a sus espaldas vengar la afrenta cometida contra todo un pueblo.
De criticar algo podríamos mencionar la filmación un poco monocorde y repetitiva de los atentados perpetrados por el comando judío, eso sí siguiendo los parámetros clásicos del thriller tradicional, manteniendo la tensión del espectador y acudiendo por momentos a recursos propios de la puesta en escena, dentro de una estructura de lo más respetuosa con los códigos del género.
En definitiva, en una película que no renuncia a efectivos flash-backs, que sitúan en paralelo los atentados del grupo hebreo y los llevados a cabo por los terroristas palestinos en Munich, es de destacar el nuevo giro que esta película supone en la carrera de su director, creando, con pulso firme, una obra que se podría situar en el acotado terreno del thriller político clásico.

Vendido como nuevo hito de lo que se dio por llamar en su momento western revisionista: Soldado azul, Pequeño Gran Hombre, Un hombre llamado caballo... Analizada desde una perspectiva más distanciada, la película sería más fácilmente encuadrable dentro del melodrama, configurada la misma como la clásica historia del amor imposible, en este caso, imposibilidad motivada por las convenciones sociales, aunque eso sí, frente a otros referentes del melodrama, que lo basaban en la diferencia de clases: La heredera, los conflictos políticos: Jezabel... aporta la novedad de basar esta imposibilidad en la homosexualidad de los protagonistas, llevada al límite por el hecho de situarse la acción en los parámetros del cine de COWBOYS.
Otra cuestión que apartaría esta obra del referente clásico, de aquellas películas, que ya en su momento trataron de circundar el melodrama y situarlo en los parámetros del cine del oeste, como podría ser claro ejemplo Duelo al Sol, es lo que podríamos entender como una modulación de la intensidad emocional. Así, mientras que en la obra de King Vidor era pasión desatada, atracción salvaje, sensualidad, aquí se nos presenta con un cierto distanciamiento, una calculada frialdad, excepto en pasajes muy concretos de la película, como podría ser esa emotiva escena final en la casa de los padres de Jack Twist.
A destacar la interpretación de los actores principales, especialmente, de Heath Ledger, en su personaje de cowboy lacónico, duro, introvertido, incapaz de exteriorizar sus sentimientos, se ve subyugado en todo momento por las imposiciones sociales, familiares, determinado a llevar una vida convencional de pareja tradicional al margen de sus sentimientos, traumatizado desde la infancia por la visión del viejo homosexual salvajemente asesinado y la castrante influencia paterna.
La montaña, se nos presenta en la dimensión de las emociones, más allá del espacio físico, se configura a lo largo del film, como un refugio emocional, los inolvidables e irrecuperables tiempos pasados, frente al clásico siempre nos quedará París, de Casablanca, a los protagonistas siempre les quedará la montaña. Finalmente destaquemos la banda sonora sobre una base cadenciosa de arreglos elegantes de instrumentos de cuerda, destaca por una fuerte presencia de música country, y una clara vinculación con la temática de la película. Así, tras el encuentro de Ennis y Jack y, la decepción de éste ante la escasa implicación de su amante y su posterior viaje a México, surgen los acordes del Quizás, quizás, quizás: “...Y así pasan los días y yo, desesperando y tú, tú contestando...” Por otra parte Ennis, frente a la dificultad de su amor imposible, conoce a una chica en un local de copas a golpe del It's So Easy de Linda Ronstadt: “... It's so easy to fall in love ...”
Stewart y Widmark, sheriff y teniente de caballería, en ningún caso habrían cabalgado a los lomos del amor desatado, pero reconozcamos que lo suyo fue una gran y leal amistad

Aún reconociendo el handicap que supone visionar una película basada en una obra que has leído previamente, esta película, peca de frialdad expositiva, poca intensidad dramática, algún personaje mal presentado y medio desdibujado como el de Aaron Eckhart, y en definitiva que no alcanza a recomponer todo ese mundo de decadencia, corrupción y desencanto propio de las novelas de James Ellroy.
Como media disculpa, la dificultad de circunscribir todo el caudal narrativo del autor de la novela, a 120 minutos de metraje. Sin embargo esa necesidad acaba lastrando el conjunto de la película, se pierde mucho del jugo de la historia, desaparecen personajes importantes, se eliminan partes necesarias de la novela...
No refleja todo esa sensación de sordidez y decrepitud que exuda la novela.
Del elenco de protagonistas, me quedo con la intensidad dramática de Mia Kirshner, un actriz que ya despuntaba jovencita en aquella joya de Atom Egoyam, Exótica. Josh Hartnett y Scarlett Johansson, sólo correctos. Mejor ella que él, quizás para este papel hacía falta alguien un poco más rodado, que expresara la carga de desencanto que trasluce su personaje a lo largo de la historia.