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España España · Barcelona
Críticas de Eduardo
Críticas 1,293
Críticas ordenadas por utilidad
10
8 de enero de 2017
25 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia es bien conocida: Michael Cimino, niño mimado de Hollywood tras el monstruoso éxito de El cazador, se embarcó en un proyecto que debía ser la madre de todos los westerns, y acabó convirtiéndose en el mayor fiasco comercial de todos los tiempos. Hundió a la poderosa productora United Artists, que acabó absorbida por MGM, y acabó con la carrera de Cimino, que sólo pudo dirigir dos películas más. Fue, sin duda, un golpe de estado orquestado por los poderes fácticos de la Meca del Cine contra una cinta que ponía en cuestión la mismísima lógica del capitalismo. Era un ataque en toda regla contra la burguesía que oprimía a los pobres y desheredados, y no contenta con ello, planeaba masacrarlos para que no ocuparan sus tierras.
Esto queda patente en la versión definitiva en BluRay aparecida en 2015, a lo largo de los 207 minutos de duración, que pasan como en un santiamén. La historia que narra también es conocida: un grupo de jóvenes, malditos y bellos, se gradúa en Harvard entre risas, chistes y bailes. Veinte años después, las cosas han cambiado de manera amarga. Jim es agente de la ley (Kris Kristofferson en el papel de su vida), Nathan es un asesino a sueldo de los terratenientes (Christopher Walken, en una interpretación magnética), William (John Hurt, algo pasado de vueltas) es un borracho y un parásito, al servicio del desaprensivo Frank Canton (Sam Waterston, adecuadamente untuoso y repulsivo), líder de los ricos rancheros. Para colmo, Jim y Nathan aman a la misma mujer, una prostituta francesa que vacila entre ambos (maravillosa Isabelle Huppert). Desde el baile inicial tras la graduación, marca de la casa, hasta la masacre final en la batalla desesperada de los inmigrantes contra los mercenarios contratados por los terratenientes, Cimino pulveriza el sueño americano y plasma la realidad de un país de inmigrantes que quieren exterminar a otros inmigrantes llegados más tarde. La crítica, estupefacta y atemorizada por lo que planteaba la película, se empleó a fondo y ahuyentó al público de las salas de exhibición, dando pie al gran fracaso que hizo de La puerta del cielo una película maldita y, al mismo tiempo, de culto.
Ahora, gracias a la magia de la alta definición, accedemos no sólo a una copia impoluta de la película, sino también a la verdad oculta. La puerta del cielo era demasiado dura para los Estados Unidos de Trump, para la basura blanca del Medio y Lejano Oeste, para los headhunters de Wall Street y para el establishment de Hollywood. Daba igual la maravillosa fotografía del gran Vilmos Zsigmond (otro inmigrante), la triste y melancólica banda sonora de David Mansfield, las portentosas interpretaciones de todo el reparto, la minuciosa reproducción de un tiempo y sus gentes, la obsesiva dirección de Cimino, atenta a todos los detalles; era preciso acabar con el agent provocateur que venía a hurgar en heridas que nadie quería tocar.
Así se escribe la historia. Os animo a dedicar una tarde, o noche, al visionado de una de las obras capitales dela Historia del Cine, así, con mayúsculas. No os arrepentiréis.
Eduardo
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8
9 de enero de 2020
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eso sí era antisemitismo, y no lo que van ladrando los fascistas israelíes cuando ejerces boicot contra sus productos por la política de apartheid, cuando no de genocidio, que llevan a cabo sobre la población de Gaza. La historia es archiconocida, de modo que no la voy a repetir aquí. Se trata de otra lección magistral de cine que imparte el cineasta polaco, una obra de hechura clásica (apenas unos flashbacks explicativos), serena, majestuosa, consciente de ser uno de los últimos de su raza. Adopta la forma de un thriller, apasionante y absorbente, la investigación a la que se ve abocado el coronel Picquart con el fin de averiguar la verdad sobre el consejo de guerra que degradó al capitán Dreyfuss y lo condenó a la isla del Diablo. Picquart no era nada simpatizante de los judíos, pero su adhesión a la justicia le condujo a arriesgar su carrera, su honor, e incluso su vida, antes que permitir al ejército francés encarcelar a un hombre inocente. Y si bien, como ya he dicho, conocemos el desenlace, es apasionante la forma en que el guión de Robert Harris, autor de la novela, y el propio Polanski nos narra paso a paso lo sucedido, saltando con hábiles elipsis el paso de los años. Con un colosal Jean Dujardin al frente, asistimos al movimiento conspiratorio de gente a quien el uniforme le concede licencia para matar, engañar, cometer perjurio y deshacerse de aquellos que les molestan o se atreven a combatir su impunidad. Polanski no trata en ningún momento de tocarnos la fibra sentimental, sino que repercute directamente en nuestro cerebro para hacernos entender acontecimientos que pueden suceder en cualquier país, en cualquier época, en cualquier estamento. Ejemplo de vergonzoso antisemitismo (no confundir con antisionismo), el caso Dreyfus conmocionó la Francia de la época, dividida entre los que aplaudieron el panfleto de Émile Zola, "Yo acuso", y los que dieron rienda suelta a sus bajos instintos racistas, chovinistas y supremacistas, al estilo del señor Torra o el señor Ortega Smith, tan teóricamente alejados pero tan cercanos. No sé si Polanski eligió a Dreyfus para hablar de la persecución a la que se ve sometido desde tiempo inmemorial, y en realidad me da igual. Lo que aprecio en lo más hondo es el amor al cine que demuestra este tenaz hombrecillo de 86 años que, como Clint Eastwood, morirá con las botas puestas. Lo demás es historia. Consignar la aparición de Louis Garrel, Vincent Perez, el siempre excelente Mathieu Amalric y, por descontado, la serena belleza de Emmanuelle Seigner. Una gozada.
Eduardo
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7
21 de marzo de 2019
20 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escribía hace muy poco, a raíz del pase en M+ de Hostiles, que el western se resiste a fenecer en el siglo XXI. Si Hostiles es un western clásico, de indios y casacas azules, una excelente película relegada al cuarto oscuro por no seguir modas, Black '47 es un western camuflado, uno de los trucos que utiliza el género para sobrevivir en estos tiempos de ostracismo. Sea casualidad o no, esta cinta tampoco se ha estrenado en nuestro país, pese a sus estupendas cualidades, lo cual nos da que pensar. Está ambientada en los años aciagos de la gran hambruna irlandesa, cuatro años de dolor y miseria que dejaron como resultado un millón de muertos y un millón de emigrados..., mientras los invasores británicos exportaban toneladas de comida irlandesa a Inglaterra, indiferentes a lo que sucedía en su colonia. Como dice lord Kilmichael, el cruel explotador y asesino, "llegará un día en que ver irlandeses en Irlanda será tan raro como ver pieles rojas en Manhattan", lo cual resume bien a las claras la situación.
Un irlandés, desertor del ejército británico, vuelve a su país para reunirse con su familia. Lo que ve le impulsará a tomar partido por los desfavorecidos y convertirse en azote de los ocupantes. Durante la persecución a que se ve sometido, en la que participan también compatriotas, se desvelarán las causas políticas, económicas y sociales que un día, tiempo después, dieron nacimiento al IRA. Película oscura, acorde con la terrible realidad de la trama, tensa, violenta, rabiosa, un auténtico western en que basta cambiar a los irlandeses por los indios y a los militares británicos por la Caballería. Abunda en situaciones angustiosas, matanzas horrendas, fríos racionamientos, la despiadada lucha por la supervivencia. Si Jim Broadbent deslumbra como siempre en su breve papel, atención a un desconocido Hugo Weaving, lejos de sus papeles habituales en la saga de El señor de los anillos, al siempre fiable Stephen Rea, y al poco visto James Frecheville. Como seguramente pasará desapercibida, considero casi un deber llamar la atención sobre este film tan apasionante como trágico.
Eduardo
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7
22 de mayo de 2012
19 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Joseph Newman es otro de esos directores olvidados que valdría la pena reivindicar con urgencia. En su haber tiene un puñado de buenos westerns (Fort Apache, La última flecha, El sheriff de Dodge City, más el que nos ocupa), y un clásico de la SF, la seminal This Island Earth. Dan ganas de ver más películas de este hombre, máximo cuando he leído que su biopic de George Raft es muy digno de atención. Fort Massacre es un western claustrofóbico, pese a estar rodado por completo en exteriores, y cuenta la historia de un pelotón condenado a la muerte, no sólo por la amenaza de los apaches, sino por la obsesión homicida del sargento al mando, que sólo desea exterminar cuantos más indios mejor para vengar el asesinato de su mujer y sus dos hijos a manos de los pieles rojas. Lo más notable del film, aparte del trabajo de cámara, muy meritorio en todo momento (casi era imposible desaprovechar un paisaje semejante), son los diálogos, en que los personajes van desvelando su cinismo y fatalismo, como si intuyeran que no van a salir con vida de su infierno particular. Tal como reseñan los otros dos comentaristas, es evidente que las mejores escenas tienen lugar entre McCrea y Russell, otro juguete roto de Hollywood al que Eastwood resucitó en su espléndida El jinete pálido. Una vez más, dar gracias al DVD por la recuperación de películas que ni conocíamos, ni esperábamos ver jamás.
Eduardo
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8
10 de junio de 2012
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
No la había visto desde el momento de su estreno. Guardaba un excelente recuerdo. No me había equivocado. Gracias a una colección de cine negro del Periódico la he recuperado y disfrutado una vez más. Y no comprendo la injusticia de crítica y público con esta gema del noir más extremo y salvaje (olvidemos el happy end clarísimamente impuesto). Está claro que no perdonaron a Cimino el fracaso estrepitoso de La puerta del cielo (una película que urge reivindicar, sobre todo en su versión completa), o que Manhattan sur es una película demasiado incorrecta políticamente para no atragantarse a determinado personal pacato y cobarde. Ahí está Mickey Rourke dando el do de pecho con una interpretación bigger than life (no es el papel de su vida porque ése fue el de La ley de la calle, pero casi), un dominio del montaje y el ritmo que evidencian la maestría de Cimino, y una inteligente banda sonora de David Mansfield. No dejéis de revisarla o descubrirla.
Eduardo
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