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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
8
Drama. Intriga En 1894, el capitán francés Alfred Dreyfus, un joven oficial judío, es acusado de traición por espiar para Alemania y condenado a cadena perpetua en la Isla del Diablo, en la Guayana Francesa. Entre los testigos que hicieron posible esta humillación se encuentra el coronel Georges Picquart, encargado de liderar la unidad de contrainteligencia que descubrió al espía. Pero cuando Picquart se entera de que se siguen pasando secretos ... [+]
9 de enero de 2020
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eso sí era antisemitismo, y no lo que van ladrando los fascistas israelíes cuando ejerces boicot contra sus productos por la política de apartheid, cuando no de genocidio, que llevan a cabo sobre la población de Gaza. La historia es archiconocida, de modo que no la voy a repetir aquí. Se trata de otra lección magistral de cine que imparte el cineasta polaco, una obra de hechura clásica (apenas unos flashbacks explicativos), serena, majestuosa, consciente de ser uno de los últimos de su raza. Adopta la forma de un thriller, apasionante y absorbente, la investigación a la que se ve abocado el coronel Picquart con el fin de averiguar la verdad sobre el consejo de guerra que degradó al capitán Dreyfuss y lo condenó a la isla del Diablo. Picquart no era nada simpatizante de los judíos, pero su adhesión a la justicia le condujo a arriesgar su carrera, su honor, e incluso su vida, antes que permitir al ejército francés encarcelar a un hombre inocente. Y si bien, como ya he dicho, conocemos el desenlace, es apasionante la forma en que el guión de Robert Harris, autor de la novela, y el propio Polanski nos narra paso a paso lo sucedido, saltando con hábiles elipsis el paso de los años. Con un colosal Jean Dujardin al frente, asistimos al movimiento conspiratorio de gente a quien el uniforme le concede licencia para matar, engañar, cometer perjurio y deshacerse de aquellos que les molestan o se atreven a combatir su impunidad. Polanski no trata en ningún momento de tocarnos la fibra sentimental, sino que repercute directamente en nuestro cerebro para hacernos entender acontecimientos que pueden suceder en cualquier país, en cualquier época, en cualquier estamento. Ejemplo de vergonzoso antisemitismo (no confundir con antisionismo), el caso Dreyfus conmocionó la Francia de la época, dividida entre los que aplaudieron el panfleto de Émile Zola, "Yo acuso", y los que dieron rienda suelta a sus bajos instintos racistas, chovinistas y supremacistas, al estilo del señor Torra o el señor Ortega Smith, tan teóricamente alejados pero tan cercanos. No sé si Polanski eligió a Dreyfus para hablar de la persecución a la que se ve sometido desde tiempo inmemorial, y en realidad me da igual. Lo que aprecio en lo más hondo es el amor al cine que demuestra este tenaz hombrecillo de 86 años que, como Clint Eastwood, morirá con las botas puestas. Lo demás es historia. Consignar la aparición de Louis Garrel, Vincent Perez, el siempre excelente Mathieu Amalric y, por descontado, la serena belleza de Emmanuelle Seigner. Una gozada.
Eduardo
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