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Críticas de repelentete
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Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
1
26 de febrero de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los mayores filones de las salas, distribuidoras, productoras y todo el negocio que orbita alrededor del cine son las parejas: cada vez que una pareja rompe, un empresario de la industria llora. Pensemos en dos grandes estrenos recientes: 50 sombras de Grey y la película que nos ocupa: Jupiter ascending (me niego a reproducir lo que se les ha ocurrido esta vez a los iluminados que traducen los títulos de las películas extranjeras). Es de suponer (excepciones; haberlas, hailas) que la mayoría del público que tiene interés en ver la primera sea del sexo femenino, y la segunda, del masculino. Esto quiere decir que si, digamos, un hombre negocia con su pareja la posibilidad de ir al cine a ver Jupiter ascending, ella podrá acceder a cambio de ver, por ejemplo, 50 sombras de Grey acompañada de él. Y toma 4 entradas vendidas de un golpe maestro.

Con esto vengo a decir que no encuentro ninguna otra razón para ir a ver esta película que contentar a tu pareja y que, de este modo, te pueda acompañar en el futuro a algún truño por el que no tenga el más mínimo interés. Si las negociaciones son provechosas, es posible que hasta se pueda obtener a cambio más de una película, porque él tendrá que admitir, le guste o no, que te ha embaucado para ver una de las peores películas de los últimos años y, desde luego, la peor que habéis visto juntos.

Centrándome más en la película, diré que el guión es rematadamente malo (explicación en spoilers), que Mila Kunis y Channing Tatum tienen la complicidad de un cactus y una tetera, que los dos o tres chistes contados son de reírse por pena y que hasta la banda sonora es mala (en otras producciones que no hay por donde coger, al menos te engañan a través de una buena música para que te tragues el resultado final pero, aquí, ni eso). Tratándose de una película de los Wachowski, cabría esperar que, al menos, los efectos especiales compensaran el haber pagado la entrada, pero no es el caso. Las escenas de acción son rematadamente confusas y, en algunos casos, incluso estúpidas. Es tal la velocidad a la que se suceden (cuando no se decantan por una cutre cámara lenta) y el embrollo que crean, que hay ocasiones en que no es posible saber qué sucede. Para rematar la faena, imagino que el metraje excedía de lo deseado, y en la sala de montaje se dedicaron a realizar amputaciones masivas que ayudan a crear, si cabe, mayor confusión (más spoilers, aunque debería cascar todo aquí y que se ahorren ir a verla).
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7
25 de febrero de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un leviatán es una figura monstruosa, una bestia marina creada por Dios para sembrar el horror y el caos en el mundo. Es, en resumidas cuentas, otra de las muchas denominaciones que tiene el demonio. Hoy en día, hay leviatanes con otros nombres (e incluso apellidos), seres que pueblan la tierra devorando todo lo que encuentran a su paso, sin ser nunca capaces de saciar su voracidad. Ante ellos, el hombre se perfila como una hormiga indefensa y su única esperanza es la de pasar inadvertido ante la furia del monstruo.

En la película de Andrei Zvyagintsev la sensación de desamparo es, si cabe, aún mayor, ya que el escenario que recoge la historia es algo casi infinito, y a la vez opresivo, como una pequeña ciudad próxima al mar de Barents, un páramo prácticamente despoblado y descorazonador.

Pero los leviatanes que Zvyagintsev nos muestra moverse con libertad en su película no son solamente los que visten casulla y trajes caros en tallas extra grandes (spoiler), sino la mentira, la desconfianza, la intolerancia y la soledad que nos rodean. De este modo, el drama humano se funde con la crítica social y política.

Leviatán puede ser una película pausada, incluso un tanto pretenciosa, que no busca la agilidad y el entretenimiento. Persigue, por el contrario, poner voz a una realidad incómoda y busca captar la atención del espectador, y lo consigue a través de un relato desgarrador, unos actores que parecen no estar actuando en ningún momento y una música prácticamente exigua y, sin embargo, conmovedora.

No es una película que se preste a recomendaciones masivas, pero es posible disfrutar de su serenidad y falta de artificios con paciencia, entrega y ganas de ver una buena historia.
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6
4 de enero de 2015
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paisajes oníricos en los que perderse, luces que se convierten en personajes… En todos los biopics basados en vidas de pintores, es la fotografía uno de los pilares más importantes (sino el principal) sobre el cual construir la historia; si es sólido, pueden descansar tranquilamente sobre él otros factores; si tambalea, peligra el resultado final. Mike Leigh es un cineasta experimentado, y ha encomendado esta tarea a uno de sus habituales, Dick Pope, para obtener el éxito esperado.

La presencia del eterno secundario convertido en protagonista Timothy Spall constituye el otro elemento que ayuda a convertir la película en una historia digna y cuidada.

Y aquí terminan los halagos que puedo dirigir hacia Mr. Turner. Más allá de la atención exquisita al detalle y de la destreza de su actor protagonista, Mike Leigh narra una historia sin tensión ni emociones, lejos de trascender, sin otra pretensión que poner en imágenes una serie de vivencias acaecidas en la vida de un extraordinario pintor, como un trabajo de un estudiante de Arte de secundaria muy bien presentado. Sorprende que Leigh, al retratar los últimos años del pintor, desatienda de forma tan acusada los primeros años de su vida (ejemplos en spoiler), rehuyendo ahondar en detalles que nos ayuden a entender mejor las razones que motivan a los personajes.

Es por todo esto que Leigh convierte un cuadro hermoso e intenso en un cúmulo de sombras opacas que oscurecen el resultado final, dejándonos apreciar, sin deslumbrar; conocer, sin sobrecoger.

Nos quedamos, pues, con ganas de acercarnos más a la vida del genio y, tal vez, la intención de visitar pronto el Museo Tate Britain para devorar el talento creativo de este controvertido y admirado pintor.
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9
24 de febrero de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todavía tengo el olor a rueda quemada en las fosas nasales, el sudor pegado a mi cuerpo, el sabor a sangre en la boca, el ruido de los gritos grabado en mis oídos… Y parte de mis uñas siguen clavadas en el reposabrazos de la butaca del cine.

Nightcrawler es vertiginosa, frenética, tensa de un modo que sólo unas pocas películas consiguen. Podría haber sido una película de Fincher, o incluso de Cronenberg, pero ha sido un prácticamente desconocido Dan Gilroy quien ha hecho posible la magia. La película arranca en la oscuridad del “f**king hole” (como la definió la banda Tool) que es Los Ángeles y, a lo largo de dos horas, atraviesa sus intestinos, reptando por su realidad más nauseabunda. Para hacerlo, se vale del mundo de la televisión, utilizándolo como reflejo fiel de la desesperación y agonía en la que viven sus clases bajas. De este modo, el pesimismo se materializa en esta repulsión del morbo o morbo de la repulsión que constituyen ciertos programas de televisión; al igual que en ellos, apartar la vista de la pantalla se vuelve tan tentador como arrastrar la mirada hacia ella.

Que Jake Gyllenhaal elija participar en una película es, desde hace tiempo, una buena garantía para ir a verla. El actor, natural, precisamente, de Los Ángeles y, ya sin dudas, uno de los mejores de su generación, se mueve con naturalidad en la piel de su personaje, Louis Bloom, y nos muestra, con la misma franqueza, los suburbios de una ciudad implacable. Rene Russo cumple a la perfección con su labor de apoyo al personaje principal, y nos ayuda a conocer mejor a Bloom y sus motivaciones. Con un guión audaz (spoiler) y una estética cuidada que nos recuerda a la década de los ochenta, Nightcrawler se perfila como una de las películas del año, prácticamente obviada (como no podía ser de otro modo) por los premios Oscar, pero, tal vez, destinada a pasar a ese pequeño grupo de películas que encumbramos a los altares y acabamos llamando “de culto”.
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6
22 de julio de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algunas sensaciones trascienden las palabras. Definir qué sentimos al comenzar un nuevo proyecto, al decir adiós a un amigo, al terminar un gran viaje… puede tornarse tan fácil como ponerle una corbata a un pez. Las emociones, en estos y otros muchos casos, se solapan, se contradicen y hacen que nos sintamos irremediable y estúpidamente humanos. Por eso es tan difícil hablar de Inside out.

La película comienza como otras tantas películas, de fuera y de dentro de la factoría Pixar. Se nos presentan unos personajes entrañables (cada uno representativo de un tipo de físico: el alto y espigado, la bajita rechoncha…) dentro de un mundo fantasioso y colorista. Un punto de giro es acompañado de numerosos chascarrillos con los que es imposible no sentirse identificado en uno u otro momento (“Triple dental…”).

Y, de repente, algo cambia. Sólo que no ha cambiado de repente; lo ha hecho en los últimos instantes sin ser apenas percibido. Como tantas otras cosas en la vida. Y la historia divertida e infantil se torna madura y significativa, convirtiéndose en algo de lo que muchos hablaban (que Inside out es la película más adulta de Pixar) y que, hasta ese momento, había pasado inadvertido. Es entonces cuando Inside out se revela como lo que realmente es. Los niños podrán disfrutar de los chistes y el ritmo ágil con que transcurre, pero ésta es película para adultos que no han dejado de ser niños, o mejor dicho, para adultos que recuerdan con nostalgia lo que es ser niño.

Pixar mira hacia atrás con melancolía para despedirse de una etapa de la vida tan breve como idealizada, tan dulce como trágica por saber que ha quedado atrás. Y ahí es donde radica la magia de Inside out; no en su frescura ni en su emotividad (Wall-e o Up despliegan igual o mayor carga emocional que esta película), sino en su capacidad para apelar a todas esas emociones escondidas, alteradas a veces por la relatividad y aspereza del tiempo, pero aún vivas en los que seguimos estas historias con la ilusión e inquietud de cuando éramos pequeños.

Sólo un comentario negativo, aunque totalmente ajeno a Pixar y su maestría: “¿Del revés?” ¿En serio? ¿A quién hay que enviar a la isla de Perdidos para que estos horrores se acaben? La expresión “inside out” tiene un significado muy diferente. ¿Qué no existe una traducción literal al castellano? Pues se deja como en el original y punto. Que nadie se murió por decir “Up” o “Toy story”.

Sencilla y maravillosamente compleja a un tiempo, poco más se puede decir sin entorpecer la magia de la sorpresa. Disfrutadla. Es breve y transcurre sin que te des cuenta. Como los mejores momentos de la vida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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