Los efectos especiales son estupendos (el paseo lunar, la atmósfera de Marte, las naves, los planetas, los anillos) pero el cohete pierde aire por muchos poros. He tenido la sensación de estar viendo la continuación de El árbol de la vida de Malick, con similares pensamientos, constantes, del protagonista sobre el ser y la vida, los lazos con la gente que quieres y te quiere, la figura del padre. Todo ello, eso sí, con un presupuesto astronómico, permítaseme el juego de palabras.

Dicho sea sin ánimo de ofender: hay muchas películas tontorronas que pueden ser muy distraídas, lo primero que, como decía el añorado Alfonso Sánchez, hay que pedirle a una película. Pero, fuera de esto, poco más. No es el primer homenaje a los especialistas, basta buscar en Filmaffinity con ese nombre. La trama es simple, un tanto absurda, con un desenlace previsible. La relación sentimental rompe la acción innecesariamente y es poco sólida, Emiliy Blunt no parece creérsela demasiado. Ryan Gosling se esfuerza, también los especialistas que le doblan. Hay muchos efectos especiales, explosiones, saltos, tiroteos... Pero dan sensación de ya vistos y no aguantan por sí solos toda película.

La película incide en los aspectos más sórdidos y desgraciados de la vida de Norma Jeane. Casi todos los hombres que se relacionan con ella quedan a la altura del betún (violentos, salidos, fatuos, prepotentes); Miller/Brody el que menos y porque apenas se expresa. Parece que el director (¿la autora?) haya querido olvidar el lado menos trágico de la vida de la actriz, que se supone también tuvo, y eso lastra las casi tres horas de la película.

Pim, pam, pum. Keanu no mueve una ceja ni sonríe, no se pierda su fama de esfinge.

Es sobre Bárbara Lennie/María sobre quien recae el peso de esta ¿comedia? y lleva ese peso con sobrada ligereza: crea un personaje que es inhabitual en la carrera de esta actriz, merecedor a mi criterio del Goya; espontáneo, frágil, fuerte, impredecible. La acompañan secundarios muy bien dibujados. Todo un descubrimiento.