Un Álex de la Iglesia poco inspirado (si por inspiración entendemos llevar a buen puerto una idea que a priori se antoja interesante) construye a base de brochazos la película más delirante, caótica y desproporcionada de su filmografía, un fresco enloquecido en el que cabe todo lo que, de un modo u otro, ha marcado la Historia reciente de este país, desde la Guerra Civil al atentado terrorista que acabó con la vida de Carrero Blanco, pasando por la dictadura franquista, la construcción del Valle de los Caídos o el Lute. El enfrentamiento a muerte entre dos payasos patéticos de instintos homicidas le sirve al director como excusa perfecta para levantar una metáfora sobre el (a todas luces inacabado) conflicto de las dos Españas, dejando por el camino, y no sin brillar en más de una ocasión por su innegable dominio de la técnica cinematográfica, los apuntes de lo que esta película podría haber sido de contar con un guión mucho más trabajado que no se limite a escupir sin ton ni son pequeñas piezas de genio carentes de una coherencia interna que las haga volar por encima de la locura y el esperpento. Película interesante, a pesar de todo.

Lo mejor: su audacia y atrevimiento.
Lo peor: el guión y las interpretaciones de algunos actores no están a la altura de la función.

Alejandro Amenábar, ese estudiante de Imagen que se marchó de la Facultad sin terminar la carrera tras llamar poderosamente la atención de un José Luis Cuerda que no dudó ni por un momento en ponerle el dinero encima de la mesa, tan convencido estaba de su talento como director de cine, logró con una sola película, pequeña, modesta, rodada con cuatro duros y mucho entusiasmo, lo que muchos otros directores españoles no pudieron ni soñar el día que les dio por encarar la vida con optimismo: arrasar en los premios Goya, una más que notable recaudación en taquilla, los aplausos casi unánimes de la crítica y el público y uno de los mejores thrillers que jamás se han rodado en éste país. Partiendo de una premisa sencilla pero escalofriante que bebe directamente del misterioso mundo de las leyendas urbanas y elaborando una reflexión muy pertinente sobre la fascinación del público por el morbo y la violencia, “Tesis” consigue provocar, pese a los pocos medios con los que cuenta, una tensión y un nerviosismo en el espectador que ni siquiera producciones con presupuestos mucho más holgados consiguen transmitir. Magnifica película que supuso una bocanada de aire fresco en un cine español que volvía a quedarse amodorrado tras el empuje que supusieron las primeras y geniales gamberradas de Alex de la Iglesia, la ópera prima de Alejandro Amenábar no sólo dio comienzo a la carrera de éste gran narrador de historias, sino que añadió un título más a la lista de clásicos de nuestro cine. Imprescindible.

Lo mejor: Haber conseguido algo tan bueno con tan pocos medios. El genuino terror que desprenden sus imágenes: tiene secuencias realmente escalofriantes.
Lo peor: Eduardo Noriega.

Partiendo de premisas similares a las de otras películas que se pretendían terroríficas por introducir al espectador en la historia mediante formatos alejados del cine al uso, principalmente convirtiendo al cámara en un personaje más de la narración (Rec, El Proyecto de la Bruja de Blair), Cloverfield (o en su espantosa traducción española: Monstruoso) pasa directamente de crear tensión o terror en el público, supongo que por saber de antemano que en éste caso la posible veracidad de los hechos quedaría bastante en entredicho, y decide echar toda la carne en el asador creando una metáfora bastante simple y transparente sobre el terrorismo internacional a través de esa indestructible y gigantesca criatura salida de no sé sabe muy bien dónde que se dedica a patear con furia descontrolada los edificios de Manhattan. Aunque en otras películas similares (como las dos mencionadas ahí arriba) el formato televisivo y/o documental estaba más o menos justificado y se entendían los objetivos que anidaban detrás de la decisión de los realizadores, en el caso de Cloverfield es bastante más complicado saber por qué se empeñaron en adoptar un formato que no le favorece en absoluto y que además le resta muchísima credibilidad al conjunto de la película, a no ser que intentasen despertar en la memoria de los espectadores las imágenes televisadas de aquella mañana del 11 de Septiembre del 2001.
Sea como fuere, la película tiene todos los defectos de éste tipo de cine, incluidos los consabidos mareos por el incesante vaivén de la cámara, y algunos añadidos, como una calidad y limpieza de imagen, incluso en las tomas con poca luz, que nos hace dudar de si realmente eso que estamos viendo pretende pasar por una grabación casera hecha de prisa y corriendo o nos están tomando el pelo. La caracterización de los personajes, unos pijos neoyorkinos francamente estúpidos e insoportables, tampoco ayuda a crear demasiada tensión cuando te pasas casi toda la película deseando que aparezca el bicho de marras y los aplaste de un pisotón.

Bastante olvidable, gracias a Dios.

Lo mejor: los primeros momentos de confusión tras el primer ataque del monstruo.
Lo peor: todo lo demás.