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Críticas de Vivoleyendo
Críticas 1,745
Críticas ordenadas por utilidad
7
12 de junio de 2009
77 de 84 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es extraño ese tipo de amor que dura hasta la muerte, pero que no puede tener un final feliz, porque no está hecho para la convivencia.
Es doloroso amar con todas las fibras de tu ser a esa persona única, a la que miras con unos ojos con los que no mirarás a nadie más, y que esa persona sea el motor de tu corazón, y al mismo tiempo tener el pálpito de que nunca te pertenecerá, ni le pertenecerás por entero.
El pálpito de que lo vuestro es una atracción de opuestos que se buscan sin remedio, que chocan con estruendo, haciendo saltar chispas. Un mar raras veces tranquilo, con frecuencia sacudido por el oleaje de vuestras fuertes desavenencias. El fuego se aviva con furia hasta llegar a abrasar de tal forma que después sólo quedan brasas exhaustas, las cuáles otra vez se encienden y vuelven a consumirse en su propia pasión.
No es un amor hecho para envejecer en la armonía de un hogar bien avenido. Aunque sea el mayor que vayáis a experimentar, porque no podréis sentir algo semejante por ninguna otra persona.
Hay veces en que los amores más profundos no resisten la vida en común, y que en la separación son prácticamente una herida que no puede cicatrizar. Ni de una manera, ni de la otra, hallará su lugar, como esa fiera a medio domesticar que no aguanta mucho tiempo las cadenas del cautiverio, pero tampoco las de la plena libertad. Cuando está encerrada en su jaula, añora el espacio abierto. Y cuando está en espacio abierto, añora su jaula.
No sabrá donde está su sitio. Será de ambos lados y de ninguno.
Así son esos amores que nada puede extinguir, pero condenados a agonizar en la distancia.
Vivoleyendo
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3
1 de septiembre de 2008
147 de 227 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo soy el narrador y voy a ir describiendo todas las cosas interesantes que hacen los simpáticos personajes, y también lo que piensan, porque los espectadores son tontos y no van a entender ni jota si yo no se lo explico.
-Jim vive del cuento (perdón, es un artista parisino).
-Conoce a Jules, otro que vive del cuento (perdón, es un artista alemán).
-Los dos se ligan a un montón de tías.
-Conocen a Catherine, una pija egocéntrica que está como una regadera.
-Ella les cuenta sus divertidísimos sueños sobre tíos que la dejan embarazada y se largan. Y con eso quiere hacerlos reír.
-Los tres están como un cencerro y se pasan el rato diciendo tonterías y citando pomposamente a preclaros personajes, entre ellos a algún escritor misógino.
-Se aburren de París y se van a la playa.
-Se aburren de la playa y se van a París.
-Jules dice gilipolleces todo el rato.
-Catherine hace y dice gilipolleces todo el rato.
-Jim les sigue el juego.
-Jules le pide matrimonio a Catherine.
-Catherine se siente la reina del mundo. Se suicidaría si se llevase dos minutos sin captar la atención de alguien.
-Se aburren y se van al teatro.
-Catherine intenta imitar a los saltadores de Acapulco en plenas calles parisinas.
-El agua arrastra el sombrero de Catherine.
-La blusa de Catherine tiene encajitos y volantitos.
-A Jules le gusta rascarse la barriga al levantarse.
-Catherine se deprime si no dice más de mil chorradas al día.
-A Catherine le gustan los helados de chocolate con forma fálica, con sombrillita y lacitos dorados.
-A Jim le encanta ser el sujetavelas del grupo.
-Los tres se van a hacer un viaje espiritual.
-Los tres se aburren del viaje espiritual y se ponen a hacer gilipolleces.
-Los tres se aburren de hacer gilipolleces y se van otra vez de viaje espiritual.
-Finalmente deciden hacer un favor a la humanidad y se hacen el haraquiri ritual recitando versos de Baudelaire.
Y ése es, señores, el grandioso devenir cotidiano de estas simpáticas personas.
Vivoleyendo
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El viaje de Chihiro
Japón2001
8.1
114,114
Animación
10
2 de julio de 2009
80 de 93 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alucinante y duro viaje éste. Se trata de una alegoría que refleja una situación común en los tiempos modernos: la frustración que muchos niños (y no sólo los niños) experimentan frente a la monotonía de una vida cotidiana en la que falta fantasía, emoción, aventura... Muchas veces estamos tan protegidos y alejados del mundo real, del dolor de vivir intensamente, de hacer frente a verdaderos retos, que nos sentimos vacíos e inútiles porque no nos hemos probado a nosotros mismos; no sabemos de lo que realmente seríamos capaces si nos enfrentáramos de repente a un mundo hostil y extraño con reglas trastocadas en las que ya no somos personitas sobreprotegidas, sino que tenemos que salir a la arena y plantar cara a nuestros auténticos miedos contando sólo con nuestro cerebro y nuestro corazón.
Chihiro lleva a cabo un viaje como éste y tendrá que confiar en su instinto y en su valor.
La fantasía, el colorido, las sorpresas y la reflexión están servidos. La trama presenta una complejidad que nos hará pensar mucho.
Tremendamente inteligente, emocionante e incluso dura, y que transmite valores universales.
En resumen, una joya.
Vivoleyendo
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10
7 de septiembre de 2008
77 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de Yasujiro Ozu no es espectacular, ni sorprendente. Siempre sé que me va a transportar sin prisas por su universo familiar, tan común y corriente como mi ropa de diario, como las gafas para la miopía que uso todo el día y a las que estoy tan acostumbrada que ni siquiera recuerdo que las llevo puestas. Tan cómodo como mis pijamas, tan llano como el agua del grifo, y al mismo tiempo tan sutil y profundo como esas heridas del alma que no se pueden ver pero que se sienten. Tan delicado como una caricia, tan elegante como un quimono de seda, y un observador que mira y escucha en silencio, permitiendo que todo se deslice suavemente hacia esa parte de nosotros en la que anida la emotividad.
Cada vez que veo una película suya, sé perfectamente que no me va a desmarcar con giros inesperados.
Y de todos modos, no me importa. Vuelvo a caer una y otra vez en la magia de su cine.
Porque él remonta lo cotidiano hacia lo sublime. Tiene ese don de transmutar lo prosaico en hermoso.
Ozu es un analista que ejerce una comedida neutralidad. Hace pasar ante sus cámaras, sin la menor estridencia, el espíritu del Japón de posguerra. Cicatrices de una guerra devastadora. La veloz recuperación de un país hasta hace poco destrozado, pero que ya va mostrando un floreciente avance hacia una calidad de vida cada vez más en alza. Costumbres del pasado e influencias de Occidente que conviven en armonía. Tradición y apertura buscan su pacífico acomodo en la sociedad.
La realidad de las películas de Ozu es la de unas calles por donde soplan los vientos del porvenir, trayendo aires cargados de promesas. Edificios con la ropa tendida en los balcones, callejones repletos de carteles anunciando en japonés y en inglés las especialidades de los comercios, transeúntes circulando hacia sus puestos de trabajo, hacia las tiendas, hacia los bares y restaurantes, hacia un destino que casi siempre es el mismo. Luces de colores que destellan en la noche, componiendo una oda a la modernidad y a la belleza de la mediocridad. Una ciudad que despierta cada día con ilusión, oyendo una música alegre que se acompasa con el ritmo de nuestros latidos.
Y en esa ciudad, familias y amigos que nada tienen de particular. Hombres maduros que cada anochecer, al salir del trabajo, se reúnen alrededor de una mesa baja, sentados en sendos cojines y compartiendo una cena regada con sake, vino y cerveza. Hablando de lo que todos los hombres de familia probablemente hablan: de sus esposas presentes o fallecidas, de sus hijos e hijas, del problema de ser viudos y tener a alguna hija soltera que no se casa por quedarse abnegadamente cuidando a su padre, de los posibles pretendientes para ella, de los hijos e hijas ya casados, los empleos de éstos y sus perspectivas de pronta paternidad o maternidad… Conversaciones distendidas en las que el sake es uno de los protagonistas, porque el alcohol es una de las maneras socialmente reconocidas de hacer más llevaderas las penas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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8
16 de marzo de 2011
72 de 77 usuarios han encontrado esta crítica útil
Delon conoció a Schneider cuando andaba por los veintitrés, y ella por los veinte. Ahí comenzó un amor apasionado e imposible. Alain dio fin al romance con un ramo de rosas y unas palabras escritas en un papel. Apostaría que fue el acto del que más tuvo que arrepentirse. Todavía hoy, cuando el viejo actor rememora a la mujer de su vida, la mirada se le empaña sin disimulo aunque esté ante una cámara de televisión. Debió de quererla una barbaridad. Pero la dejó en la plenitud. La excusa que se puso a sí mismo fue que el intenso amor que se profesaban era incompatible con sus carreras en auge.
Imagino cómo lo lamentaría después, cuando ya era tarde. Cuando cada uno siguió derroteros diferentes y él recibió el golpe de la pronta muerte de ella.
En “La piscina”, su ruptura quedaba ya lejana. Él se había casado, tenía un hijo y se hallaba más o menos en el trámite del divorcio. Ella también estaba casada y era madre.
Parece como si los años de separación se hubieran esfumado como por encanto. La pareja destila tanta química que se tiene el pálpito de que seguían igual de enamorados. Como si el tiempo, el desengaño y todo lo que no fuera ellos dos se pudieran borrar. Volvieron a liberar su pasión siquiera en la ficción, aunque yo estoy convencida de que los besos, los abrazos y las sensuales caricias dictados por el guión se los prodigaron de verdad, con la tapadera de su profesionalidad, pero quizás fue una de las últimas ocasiones en que aprovecharon para tocarse, mirarse con fuego y amarse.
Los dos lucen pletóricos. En una treintena gloriosa, bronceados, con sus cuerpos esculpidos con un cincel muy cercano a la mayor armonía anatómica, sus iris claros destellando al azul de las aguas y bajo el dorado de los rayos del sol. Pura imagen del sensual hedonismo la que marca los compases de un drama cargado de electricidad.
La lentitud que se le achaca puede ser defecto para unos y virtud para otros. Yo me decanto por lo segundo, porque me permite recrearme en la placentera complicidad de la pareja, en el erotismo desbordado, en la pereza de un verano que promete un paraíso de ocio, en el juego de las miradas incendiadas, recelosas y finalmente lastradas. El relax del principio va dando paso a una tensión gradualmente cortante, desde que hace su aparición el otro par, la piedra que cae en la charca provocando olas en expansión.
Celos, morbo, despecho, deseos prohibidos y rencor que estallan en plena canícula, en la piscina, escenario de juegos, diversión y mucho más.
Agua de vida y agua de muerte. Tan invitadora, tan necesaria, tan peligrosa siempre.
Alain y Romy para el recuerdo.
Vivoleyendo
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