Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de Antonio Morales
Críticas 1,537
Críticas ordenadas por utilidad
7
11 de noviembre de 2015
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como hiciera el gran Fernán Gómez, 23 años más tarde, con mucho mejor presupuesto y evocando la memoria y recuerdos de un cómico, Galván (José Sacristán) con una compañía de teatro por los pueblos de España en plena postguerra. Mario Camus en su ópera prima y gracias a el productor Ignacio F. Iquino hicieron una película humilde con talento y sensiblidad, pero mucho más dura y desesperanzada, mucho más sangrante que la posterior ganadora del goya. Un lúcido y patético retrato de la derrota y la humillación moral del mundo de los cómicos, hambrientos y sin techo donde cobijarse, huyendo permanentemente de los acreedores, boticarios y dueños de fonduchas y garitos.

La película casi desconocida, al menos para mí, abarca muchas ideas, muchos conceptos narrativos, diferentes registros emocionales y estéticos. Su estructura es tan itinerante como la de los propios protagonistas, adocenados en una cochambrosa camioneta de alquiler, un grupo de actores que recorren puebluchos y aldeas mugrientas por caminos inhóspitos, iglesias, escuelas y recintos privados, ofreciendo sus espectáculos “a la carta”, por unas míseras pesetas que apenas les da para comer, desde un denigrante y vergonzoso striptease a una obra de teatro clásico. El film es una crónica cotidiana, a menudo tierna, y en muchos momentos cruelmente desgarradores de unos perdedores que no encuentran una salida digna a sus vidas. Una visión demoledora del inestable mundo del teatro.

La narrativa de Camus se percibe vigorosa por una fotografía en blanco y negro que refuerza ese ambiente pesimista que refleja la grisura de lo cotidiano. Protagonizado además por un grupo de actores españoles casi desconocidos entonces, acordes con los personajes que transmiten una cercanía y humanidad asombrosa. La compañía de comedia “Don Pancho” acostumbrados a improvisar sobre las tablas, maltratados por la sociedad y la vida. Otra joya maldita del cine español que merece un reconocimiento.
Antonio Morales
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
21 de noviembre de 2014
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde un punto de vista puramente histórico y económico, la serie “B” existió entre 1935 y 1958, y estaba compuesta por películas de bajo coste, rodadas en pocos días y sin actores famosos o estrellas, de duración inferior a 90 minutos y destinadas al complemento de los programas dobles. Casi no se anunciaban, y recibían tan sólo un pequeño porcentaje de los ingresos en taquilla del cine en que se proyectaban, por lo que a las grandes compañías no les resultaba rentable producirlas, y las compraban, por lotes, a pequeños estudios especializados. Muchas de estas pequeñas obras, contienen hallazgos narrativos, y propuestas innovadoras que eran propiciadas por la libertad artística que el autor disfrutaba gracias al poco riesgo económico.

“Los cautivos” es el segundo de los siete westerns introspectivos, hoscos y escuetos de serie B que el cineasta realizó junto a Randolph Scott. Con una gran capacidad de síntesis y economía de medios, donde el realismo impregna especialmente la forma de mostrar la violencia. Es el título más determinante en cuanto a la ruptura y la emancipación con respecto al género y a la propia industria. Scott no interpreta nunca al héroe perfecto sino un anónimo poblador del oeste salvaje, con defectos y virtudes, de tal forma que no hay maniqueísmo sino, más bien, cierta ambigüedad, reforzada, además, por la habilidad del cineasta y su guionista para conseguir que el villano (Richard Bonne) resulte interesante y, a menudo, simpático o patético.

La película sobria y austera está ambientada en una zona terrosa y escarpada, de extraordinaria fisicidad, el calor desértico expuesto en el sudor de la camisa de Scott, el pequeño cobertizo apuntalado por unos maderos, espacio rudimentario donde suceden los conflictos, de Pat (Scott) consigo mismo, de éste con Doretta (Maureen O´Sullivan) y del mezquino esposo de Doretta, capaz de venderla a los bandidos para salvar el pellejo. Los movimientos de los personajes y sus ropajes están en consonancia con ello, como si Boetticher quisiera difuminarlos entre el colorido y la sequedad del paisaje. El argumento es bastante convencional, pero la que sorprende es la puesta en escena por su originalidad visual y narrativa, diseccionando las motivaciones psicológicas de los personajes.
Antonio Morales
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
24 de diciembre de 2013
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
He escogido esta película, en mi opinión, nada relevante, como excusa para después de unas palabras acerca de ella, pasar a vestir mi árbol que es una declaración de mis gustos, filias y fobias. Sólo pretendo exorcizar mis preferencias esperando que si alguien tiene la paciencia de leerlo, pues que se divierta. “Navidades blancas” es un discreto musical del siempre eficiente Michael Curtiz, una historia de amistad, buenas intenciones y actos altruistas, en estas fechas navideñas con la música siempre agradable de Irvin Berlin. He aquí la lista de mis deseos, que como podréis observar son oníricos y posiblemente me será más fácil de colgar. Y puestos a vestir…

El cuerpo de Romy Schneider; los ojos de Claudia Cardinale; el cuello de Audrey Hepburn; los hombros de Susan Hayward; la boca de Jean Moreau; los labios de Sophia Loren; el pelo rojizo de Maureen O´Hara; los exuberantes senos de Jane Russell; la nariz de Gloria Graham; la cintura de Lauren Bacall; las orejas de Dumbo; la sonrisa enamorada de Ingrid Bergman; las piernas de Cyd Charise; el hoyo en la barbilla de Kirk Douglas; las manos de Vanessa Redgrave; la espalda de Julie Christie; el flequillo imposible de Claudette Colbert; la mirada miope de Marilyn Monroe; el cabello lacio de Verónica Lake; la androginia de Katherine Hepburn; la elegancia de Grace Kelly; la tristeza de Alida Valli; la dulzura de Donna Reed; el candor de Pier Angeli; la fragilidad de Betsy Blair; la belleza de Ava Gardner; la delicadeza de Gene Tierney; la morbidez de Kim Novak; la vulnerabilidad de Giulietta Masina; la simpatía de June Allyson; la ambición de Ann Baxter.

El andar de Henry Fonda; la paciencia de Spencer Tracy; la pulcritud de Cary Grant; la timidez tartamuda de James Stewart; la dicción académica de Rex Harrison; el cinismo de James Mason; el humor de Groucho Marx; la arrogancia de Robert Mitchum; la barba plateada de Fernando Rey; la nariz aplastada de Karl Malden; el bigote de Clark Gable; la postura de Marlon Brando; la maldad intrínseca de Bela Lugusi; los dientes de Burt Lancaster; la fisicidad de Charlton Heston; la obesidad de Orson Welles; las manos de Tony Curtis; la languidez de Montgomery Clift; la frialdad de Edward G. Robinson; la melancolía de Buster Keaton.

La rebeca de Joan Fontaine, el monóculo de Laurence Olivier, el chaleco de Diane Keaton, las gafas de Harold Lloyd; el corsé de Vivian Leigh; la boina de Michelle Morgan; el guante de Rita Hayworth; la sotana de Aldo Fabrizi; el smoking blanco de Humphrey Bogart; el traje sastre de Judy Holliday; la camelia de Greta Garbo; los uniformes de Eric Von Stroheim; los zapatos de claqué de Fred Astaire; el vestido de volantes de Ginger Rogers; la gabardina de Ainuk Aimée; la camiseta de Jean Seberg; la bicicleta de Lamberto Maggiorani; el bastón de Charles Chaplin; el bikini de Ursula Andress; los botines de Gene Kelly; la pipa de Basil Rathbone; las gafas de sol de Lee Remick; el desnudo light de Brigitte Bardot; la distinción de Greer Garson; el señorío de David Niven.

La voz carrasposa de José Isbert; la rebeldía sin causa de James Dean; el sombrero flexible de Joseph Cotten; la paranoia de James Cagney; la pasión de Anna Magnani; la alegría agridulce de Shirley McLaine; el morbo inconfesable de Angie Dickinson; la naturalidad de Meryl Streep; la adolescencia voluptuosa de Carroll Baker; la aventura incomprensible de Monica Vitti; el atractivo de Jessica Lange; la complejidad de Harriet Anderson; el hechizo se Simone Signoret; el encanto victoriano de Deborah Kerr; el camarote de los hermanos Marx; la camisa arremangada de William Holden; la calva de Yul Bryner, la espada de Errol Flynn; la bondad de Gary Cooper; la malignidad de Vincent Price; la risa perversa de Richard Widmark; la hipocondría de Woody Allen; el monstruo de Boris Karloff; la vehemencia de Glenn Ford; la introspección de Max Von Sydow, la hombría provocativa de John Wayne; la capacidad seductora de Marcello Mastroiani; el silencio expresivo de Jacques Tatí; el exotismo de Toshiro Mifune; el despecho de Olivia de Havilland; la cercanía luminosa de Nathalie Wood; la gracia sin par de Stan Laurel y Oliver Hardy; el poder de intimidación de Robert de Niro, el aspecto de Al Pacino; la voracidad de Anthony Hopkins; la parsimonia de Gregory Peck; la ñoñez de Doris Day, la megalomanía de Peter O´Toole; la tosquedad entrañable de Victor McLaglen; las borracheras de Thomas Mitchel; el vampirismo insaciable de Marlene Dietrich; las desventuras de Elizabeth Taylor y Paul Newman; y la palabra, todas las palabras de Carl T. Dreyer, que sirvan para decir ¡Feliz Navidad!.
Antonio Morales
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
11 de diciembre de 2015
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras la muerte de Franco, los Leguineche padre e hijo, unos aristócratas venidos a menos, deciden abandonar su exilio voluntario y vuelven a la capital con su mozo de cuadras Segundo (Luis Ciges) y su animales a los que el marqués adora: “Cuida de esas gallinas que habrán llegado mareadas”. Pues regresan con la intención de introducirse en sociedad, ahora que ha vuelto la monarquía y el nuevo régimen democrático. Instalándose en un palacete construido por el abuelo del marqués en pleno centro de Madrid. Allí encontrarán a la mujer del aristócrata que no les recibe con demasiada alegría, pues la señora (Mary Santpere) tiene un amante, además de ser perseguidos por los inspectores de Hacienda, a la que adeudan tributos desde 1936. Se volverán a vivir situaciones desternillantes, aunque cada vez es más difícil sorprender al espectador que ya conoce la variopinta tropa.

El humor del binomio Berlanga-Azcona sigue funcionando como una prolongación que en realidad no lo es, de “La escopeta nacional”, en todo casa ésta sería un preludio de la que nos ocupa, aunque continúan la mayoría de los protagonistas, se echa en falta el personaje del inefable Sazatornill, también es cierto que no pertenecía a tan “ilustre” familia, pues la llegada a la mansión del elegante y relamido sobrino (José Luis de Villalonga con una amiga, no están a la altura del catalán. Siguen siendo unos personajes ridículos a los que Berlanga siempre trata con cariño y ternura.

Aunque el film se decanta más por los diálogos que por los iconos y tópicos que tanto destacaban en el film anterior, siguen siendo mordaces y estrafalarios. El film está construido básicamente en torno a sus largos plano-secuencias, en los que los personajes van entrando y saliendo del plano, intercambiando diálogos algunas veces solapados que deja la sensación de la comedia coral de enredo, típico del cine berlanguiano. Luis Escobar con su planta de hombre noble y López Vázquez con su excéntrico personaje vuelven a las andadas acompañados por el impagable cura Agustín González. Todos ellos a medrar en la corte y recuperar su pasado esplendor.
Antonio Morales
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
10 de febrero de 2013
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El capitán King” es una hermosa película de aventuras, dirigida con mano maestra por Henry King, gran director pero infravalorado por la critica que siempre lo consideró un simple artesano, a pesar de haber realizado grandes westerns, melodramas e incluso películas religiosas.
En 1953 la Twenty Century Fox comenzó a producir películas en formato Cinemascope con grandes presupuestos y temas de gran espectacularidad, pues pretendían luchar contra la televisión que ya se había infiltrado en todas los hogares americanos y estaba robándoles espectadores a la gran pantalla. Esta película fue una de las primeras que llegaron a los cines en este gran formato.

Tirone Power (actor de referencia en la Fox) encarna al capitán King, un mestizo hijo de padre militar inglés y madre india, mantiene su lealtad al ejército británico en la India, pero a la vez siente atraído por un mundo y una civilización que considera también parte de él. Su condición de mestizo le hace víctima de los prejuicios de algunos británicos, así como también es rechazado por sus hermanos de raza. Imagino que ya conocen la sinopsis por lo que solo quiero añadir dos frases que definen su situación personal:

1- Una está puesta en boca de Susan (Terry Moore), la hija del jefe de la guarnición, que se siente atraída por King, al enterarse de que las ordenanzas no permiten a King asistir a la fiesta de cumpleaños de la Reina: “Se le permite morir por la Reina, pero no festejar su cumpleaños”.
2- La otra frase se debe a Kurram Kham, jefe de los rebeldes: “Puedes morir por los británicos, pero no vivir con ellos”.


Es significativo que el capitán sea definido casi con las mismas palabras por representantes de los dos bandos opuestos. Finalmente resaltar la magnífica fotografía de Leon Shamroy en Cinemascope y tecnicolor, maravillosas localizaciones y sin olvidar la música del Hitchcockiano Bernard Hermann. Recomendable para amantes del cine de aventuras.
Antonio Morales
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow