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España España · Málaga
Críticas de Kaori
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Críticas 2,113
Críticas ordenadas por utilidad
6
14 de julio de 2012
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quién no iba a querer al único héroe de esta película. John Wayne en blanco y negro me ha enamorado. Yo te quiero a ti, Tom Doniphon, porque amas con pasión, porque eres fuerte y noble, porque eres el verdadero idealista, sin presunciones de leyes ni libros bajo el brazo.

Sí, «El hombre que mató a Liberty Valance» es una especie de despedida el viejo oeste. Pero, ¿de qué nos estamos despidiendo en realidad? No es de las pistolas ni de la violencia; tampoco de la muerte, de la ilegalidad o de lo salvaje. Según Ford, nos despedimos del valor y del sacrificio; de la fortaleza bien empleada, del romanticismo del drama, de los hombres que dan la vida por amor, por amistad, por la justicia, por el bien. Nos despedimos de la grandeza para dar paso a la mediocridad o, lo que viene a ser lo mismo: nos despedimos de Tom Doniphon, que encarna todos estos valores positivos, y damos la bienvenida a Ransom Stoddard, personaje hipócrita, soberbio, gris y sin ninguna virtud para que enamore o tan siquiera despierte simpatía. Como mucho, pena.

Si Ransom y compañía tendrían que besar el suelo por el que pisa Doniphon después de todo lo que hace por ellos, sin presumir de nada, sin pedir nada, sin una queja, siempre de corazón. Asco produce el desenlace de la película en las elecciones a delegados, donde el simple de Ransom ni le da un cordial «gracias», y rabia nos despierta la tonta de Hallie, a la que siempre creeré desgraciada muy en el fondo de su corazón.

La parte de política es exasperante, sobre todo cuando están en la escuela, con un discurso repelente sobre la igualdad en boca de una mujer sin derecho a voto y de un hombre de raza negra que ni votaba ni podía beber con los blancos. Encima recochineo, ¿no? El sheriff es totalmente insoportable, así como algún otro secundario de chiste malo.

Mi nota se la dedico a él, a un John Wayne cincuentón que transpira amor por cada fibra de su ser y que busca y mira constantemente a su amada (atención a este detalle). A él, hundido entre las llamas de una casa, al ranchero sucio de polvo, al que se tumba en una escalera negligentemente, al que sonríe tranquilo vestido de sábado por la noche o enciende un cigarrillo en un quinqué. Su historia es tan triste como hermosa.

De lo mejorcito de Ford.
Kaori
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2
13 de febrero de 2022
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede que sea muy estúpida, quizá muy retorcida, quién sabe si las dos cosas, pero es que leo que «Asesinos natos» es una crítica de la violencia y me quedo anonadada.

Perdona, ¿cómo que crítica? Una historia en la que todos son alegres psicópatas y se hace culto al crimen, difícilmente puede considerarse una condena a la violencia. Al contrario: el crimen es sinónimo de liberación de la persona, de empoderamiento. «Tú preguntas por qué y yo pregunto por qué no», dice Mickey en un momento dado. Hay personajes que afirman sentirse «realmente vivos» cuando deciden matar. Esa visión despreciativa y burlona de la policía y las fuerzas del orden, que quedan retratados como represores y malignos frente a los rostros amontonados de los presos, que se tomarán su venganza en un supremo acto de libertad y castigo.

Detalles que se suman al intento de despertar nuestra lástima hacia Mickey y Mallory por sus traumas familiares; que sí, que es horrible todo, pero ahora son ellos los monstruos y se sienten orgullosos de sus actos, hasta dicen que son «asesinos natos» con satisfacción, así que de pena, nada. Por si queda alguna duda de esa pasión por la violencia, ahí está el final, que comento en spoiler.

Eso en lo que respecta a la historia, pero sin duda lo que más llama la atención de la película es la dirección de Oliver Stone, absolutamente desatado, o drogado, a saber. Sin duda es una obra muy original en cuanto a la forma. La mezcla de estilos es impactante. Mete animación con formato documental, formato televisivo, blanco y negro, color… En fin, de todo. ¿Resultado? Agobiante, irrelevante, postureo. No me aporta nada realmente. Excepto alguna fotografía en blanco y negro y de Woody Harrelson con gafas de sol redondas, que me flipan, «Asesinos natos» es una película fea. Por fuera y por dentro.

Por supuesto, la violencia va unida al sexo, y aunque no hay escenas explícitas todo está marcado por el deseo sexual, la dominación y lo obsceno desde el punto de vista de la fantasía masculina. No entiendo y nunca entenderé el fetichismo hacia Juliett Lewis; o puede que sí, ¿es por su aspecto infantil de lolita? ¿Es eso?

Como curiosidad, las películas que está viendo Mickey por televisión: «Grupo salvaje», «El expreso de medianoche» y «El precio del poder», las dos últimas con guion de Oliver Stone. «El expreso de medianoche» y «El precio del poder» son peliculones y precisamente las escenas que escoge Stone para esta película son ejemplos de un uso magnífico de la violencia.

Pero este no es el caso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Kaori
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2
28 de enero de 2022
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Habría que hacer la lista de las peores adaptaciones de libros de la historia e incluir en ella «La maldición de Bly Manor». No hay perdón. Sé que me vais a preguntar: «¿pero la serie está bien con independencia de la novela?»; y yo os respondo un «no» rotundo. No está bien desde ningún punto de vista, porque sencillamente es basura.

He hecho esfuerzos por valorarla como producto cinematográfico fuera de las páginas del libro, prometo que lo he intentado, pero es que ni por esas. El primer capítulo aguanta. En el segundo me dio repelús la escena en el desván; es un buen elemento de terror eso de los rostros sin cara y lo que se arrastra, aquí desaprovechado por el camino. En el tercero me volví a enamorar de Oliver Jackson-Cohen, que repite su papel de hombre seductor, apuesto, irresistible y maltratador; mira cómo saben lo que es un hombre guapo y atractivo, lo saben y lo destruyen. A partir del cuarto todo va de mal en peor hasta un desenlace desastroso. No os engañéis: desde el principio iba mal, solo que había cosillas que se salvaban. Luego ni eso.

Dejemos a un lado la obra maestra de Heny James, que lo es. Uno de los libros más perturbadores y ambiguos que puedo recordar. En 1889 sí se podía escribir, pero hoy no se puede adapatar. Hoy somos unos palurdos, unos mojigatos inaguantables. En fin, que Mike Flanagan (y los diez guionistas y ocho directores) digamos que se inspira, solo se inspira, porque ni siquiera se puede considerar una adaptación real, la mayoría de historia es inventada.

Total, que una niñera llega a Bly Manor para cuidar de dos niños que tienen algunos comportamientos raritos, pero no mucho, que no hay que escandalizar. La mansión tiene fantasmas, obvio, pero también los personajes sufren los suyos propios. Buah, qué metafísico, qué profundo… Venga a contarnos penas, venga a hablar. Luego nos desvelan la historia del origen de la maldición que es basura pura y dura, porque no tiene ningún arraigo ni ninguna fuerza para impactar como mito y que, aún peor, es basura de género. Otra vez el mismo puñetero fantasma de las narices que en el fondo es bueno y quiere mucho a su hijo… Es que no puedo, no lo resisto.

Los fenómenos son absolutamente aleatorios, cada fantasma hace lo que le parece y actúa según la droga que haya tomado el guionista; la historia de amor lésbica me trae sin cuidado, la heterosexual se disipa sin conclusión ni leches cuando es la base de toda la serie, al menos en apariencia; las escenas están mal concebidas, el terror desaparecido.

Creo que ha quedado todo claro, pero vamos a seguir en spoiler para que termines de convencerte de la porquería que es esto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Kaori
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El castillo en el cielo
Japón1986
7.5
16,000
Animación
4
13 de noviembre de 2021
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Miyazaki repitiéndose y yo repitiéndome. Lo siento.

Otra aventura en el cielo. Este hombre siempre tiene que estar volando aunque lo haga de forma peñazo (para Freud sería altamente interesante); que entiendo que cada uno tiene sus obsesiones pero, hijo, dame algo en condiciones. Otra vez piratas, muy libres y anti sistema, pero sin renunciar al dinero; antes muertos que pobres. Vaya hipocresía más grande: si el dinero se lo llevan los piratas, son graciosos, unos pillos, está bien; si lo hacen los militares, que como símbolo de la guerra y el Estado merecen morir, está mal, ¿no?

Porque esa es otra, el pacifismo de «El castillo en el cielo»: se mata sin contemplaciones a los que se considera enemigos, esos está bien que mueran. Pero, eh, yo no soy violento, quiero la paz y salvo a una planta o a un robot, cualquier criatura siempre que no sea humana. Vete un poquito a tomar viento, señor Miyazaki. No solo eso, sino que tienes que dejar morir a toda una civilización por narices, abandonar una cultura de siglos, de milenios, simplemente porque me quieren convencer de que está mal desenterrarla, recuperarla, conquistarla y estudiarla. Pues no me lo parece.

Como curiosidad, me llama la atención a la vez que me inquieta la glorificación que Miyazaki suele hacer del trabajo infantil en sus películas. En «El castillo en el cielo» se ve de lo más normal y positivo que un chaval de doce años esté en una mina o sirva en un barco. Esto también puede tener que ver con la fantasía infantil de ser mayor, pero tengo la sensación de que va más allá de eso y en realidad se trata de una concepción utilitarista de la vida, un afán de eficiencia y eficacia por el que regir el valor de las cosas. Los personajes de Miyazaki, en su mayoría niñas, están siempre haciendo cosas, en una actividad frenética y desbocada. En definitiva, hay que ser productivo. El concepto de Naturaleza que habitualmente maneja puede que incluso vaya por ahí: porque es útil, porque nos protege de no sé qué, porque sirve de ayuda… Me acuerdo ahora de los insectos de «Nausicaä del Valle del Viento», por ejemplo. Bueno, esto es solo una reflexión, una hipótesis.

«El castillo en el cielo» empieza de manera muy correcta, de hecho te da ciertas esperanzas, pero en cuanto mete su agenda ideológica todo se va al traste. Ya no hay remedio.
Kaori
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3
15 de diciembre de 2018
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hacen falta más de dos minutos, por no decir uno, para saber que con «La gran belleza» te vas a encontrar con una obra pedante, superficial y ridícula que, por supuesto, por ser italiana gana caché. Pues, mira, no.

Para empezar, esto ya lo hizo Fellini con «La Dolce Vita». Es que son iguales, calcadas, y si la otra era mala de narices podremos imaginar que la de Sorrentino no va a ser mucho mejor. Esta historia de gente decadente, en teoría, y muy desilusionada de la vida la hemos visto unas decenas de veces de una manera o de otra y aunque se pueden hacer temas recurrentes el problema fundamental de «La gran belleza» es que pretende abarcar mucho pero en realidad no abarca nada.

La sensación definitiva que me deja esta película es que Sorrentino se dedica a criticar por criticar, como si se pusiera en la puerta de su casa a decir por la espalda lo mal que le cae Manolita sin más argumento que la manía personal. Eso está bien para la puerta de tu casa o en un corrillo de amigos pero no para gastarse el dinero en una película. Se necesita un discurso elaborado, algo que justifique el porqué de esos personajes. Hablar de causas, aunque sea en hipótesis, y efectos. No echar solo basura encima.

Vayamos a un ejemplo, que quiero que se me entienda. El tema religioso se despacha con un «yo sé que usted no tiene respuestas» a un obispo inútil obsesionado con la cocina. Ya está. Parece que va a haber debate pero ¿de qué vas a reflexionar si lo único que te interesa es criticar a la Iglesia porque ya sabemos que es muy mala? Sorrentino recurre, en esto y en todo, a la forma fácil y obvia de criticar lo que se espera que sea criticable y poder quejarte aunque no expliques de qué te estás quejando realmente.

Porque es muy fácil poner ricos y artistas que se drogan…, lo difícil es hacer comprensibles a estos seres humanos, tratarlos como seres inteligentes y no como caricaturas grotescas a los que juzgas como vacíos sin, repito, justificárnoslo. Es posible que a fin de cuentas haya ternura en Sorrentino hacia estos personajes y de que la gran belleza esté en todas partes, pero ninguna de esas conclusiones evita las dos horas y media de esperpento que no va más allá de lo evidente. ¿Esa escena del bótox de dónde diantres sale? ¿Esas fiestas con señoras de cincuenta años bailando borrachas? ¿La religiosa decrépita? ¿Las cigüeñas en la terraza? ¿La relación entre el amigo y la aspirante a actriz que no hay quien se la crea? ¿Una señora enana como directora de un periódico romano? ¿El espectáculo de la niña pintora...? Vamos, hombre.

Lo mejor es la música de Lele Marchitelli.
Kaori
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