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Estados Unidos Estados Unidos · Chicago
Críticas de Donald Rumsfeld
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Críticas 80
Críticas ordenadas por utilidad
Esto es pop (Serie de TV)
SerieDocumental
Canadá2021
6.3
236
Documental, Intervenciones de: Benny Andersson, Michael Lamone Bivins, Billy Bragg, Shania Twain ...
6
23 de julio de 2021
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más que de drogas y fiestas, o de traumas y recaídas, de lo que se habla en esta serie es de talento, de innovación, de esfuerzo, de lo importante que es la afinidad entre los músicos o de la fortuna de haber estado en el momento y lugar adecuados. Además, en aras de intentar comprender la música pop desde sus diferentes manifestaciones, en vez de ceñirse a una secuencia cronológica y a una serie de temas y artistas archiconocidos, prefiere centrarse en aquellos aspectos y autores que hicieron el trabajo de zapa para los posteriores avances del mainstream, prestando especial atención a dos de las figuras más importantes de la escena pop contemporánea hasta la llegada de internet: los sellos discográficos y los productores.

Sin embargo, esa misma variedad provoca que la serie sea excesivamente arbitraria y dispersa, por ejemplo: ¿por qué dedicar un capítulo entero a la influencia del country y no decir una palabra acerca de la del hip-hop? O, relacionado con lo anterior y aún más llamativo, ¿por qué guardar un silencio casi sepulcral sobre lo que ha pasado en la música pop durante los últimos 20 años? Viendo el documental podría concluirse que durante las últimas dos décadas no ha sucedido nada digno de interés. Y eso no es del todo cierto… Sin embargo, a pesar de sus defectos (también, por supuesto, hay que pagar los correspondientes peajes seudoinclusivos en forma de secciones absolutamente prescindibles y extremadamente redundantes), he de admitir que la serie suele saber ingeniárselas para acabar mostrando algo relevante sobre las cuestiones abordadas.

Y es que aunque desde cierta perspectiva el sustrato ideológico de la serie pueda resultar convencional, quizá no lo sea tanto si observan las circunstancias de la misma: lo fácil, lo previsible, hubiera sido una serie que se limitara a poner un hit detrás de otro mientras se recrea en la vida de sus protagonistas, pero apenas hay nada de eso aquí. En vez de bosquejar biografías, prefiere centrarse en las ideas de esos artistas y en como estas se relacionaban con la música, en función sus capacidades y herramientas, para producir un determinado impacto en sus contextos. Así que, a fin de cuentas, es una serie eminentemente política. Con momentos incluso brillantes: presten atención al capítulo del britpop.

Y también admito que me parece totalmente acertada la decisión. Porque todo es político. Pero la música más.

Platón ya advirtió a sus discípulos del peligro. Según él, las fuerzas que subyacían tras la música eran demasiado poderosas para que la sociedad pudiese controlarlas. Así, mucho antes de que Marx lo constatara, él ya apuntó que los cambios en las formas de la música podían reflejar cambios profundos en la estructura social, quizá, pensó, incluso podían estar ligados estrechamente a los cambios que afectan a la esencia de la misma, como las revoluciones. Su recomendación: prohibirla por completo, a ser posible junto con la poesía.

El tiempo no ha hecho más que darle la razón: cada civilización ha tenido su propia música. Y siempre que una civilización ha mutado (digamos que a través de la explotación de una nueva fuente de energía) la música ha reflejado esos cambios transformando su misma esencia de manera cualitativa. La música de la globalización es el pop en todas sus formas y variantes. Desde rock ligero hasta el trap, desde Glastonbury hasta Coachella, desde el single hasta el videoclip. Su denominador común: ser música para adolescentes.

Un capítulo entero dedica la serie al Auto-Tune; herramienta musical mediante la que es posible, entre otras cosas, ajustar la voz con precisión al ritmo del sintetizador, y sin la cual no existiría ni el reguetón ni ninguna de sus evoluciones. Es decir, los géneros que durante las últimas décadas han dominado la escena. Es un hecho. Actualmente gran parte del pop lo usa de una manera u otra. Pues la voz humana no puede competir contra la mecánica exactitud del computador. Además, tiene errores. Así, la imperfecta realidad es sustituida por su reflejo virtual, un simulacro que le expurga sus miserias fusionándola con la máquina.

Otro capítulo dedica al auge de los festivales. El cambio más importante de las últimas dos décadas. Creo que justo ahí está la clave. Según dicen, los festivales son, desde un punto de vista económico, la tabla de salvación de la música (pop), una manera de dar a conocer nuevos artistas y un espacio para la música.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Donald Rumsfeld
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8
6 de febrero de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizá lo más sorprendente de Gravity sea que alguien haya puesto la pasta (mucha) para hacer una película que deja en evidencia a gran parte del cine independiente tanto por el riesgo de la propuesta como por su audacia.
Y es que para empezar Gravity no es una película de ciencia-ficción convencional. Pues la ciencia ficción suele ser mucha ficción y algo de ciencia. Sin embargo, Gravity es tan meticulosa y poco dada ficcionar en su realismo que rechaza incluso el hiperrealismo habitual en estas lides: ni planos imposibles, ni cámaras lentas y ni tan siquiera sonidos amplificados. Tan sólo una cámara que se mueve en ausencia de gravedad y poco más que un documental dramatizado. Pues lo que se busca aquí no es la espectacularidad, que la hay, sino dar una imagen verosímil (que no siempre exacta) de lo que es estar en el espacio, imagen trazada exclusivamente a través de sus propias variables físicas. De ahí, quizás, el título de la película.
El espacio es hermoso, pero como es sabido también es brutal, imprevisible, inabarcable, prácticamente inhabitable y completamente letal. Cuarón sitúa la acción a tan sólo 500 km por encima de nuestras cabezas: en realidad los protagonistas están aquí al lado. Pero lo mismo daría que estuvieran en Alfa Centauro o en otra galaxia. Una vez se quedan sin gravedad están completamente indefensos. Así, en lugar de épica, monstruos, psicópatas y demás trasnoches tan lamentablemente habituales en la CI-FI, la película se construye a través de la lucha por la supervivencia en ese entorno inhóspito en el que la verdadera amenaza puede ser la simple ausencia de una fuerza elemental apenas tangible.
Gravity tiene acción, pero está mucho más cerca de Solaris que de Star Wars. Y no sólo por la presencia de Clooney haciendo un anuncio de sí mismo. Hay reencuentros. No hay referencias. Todo está en incesante movimiento y simultáneamente quieto. Y justo por esto lo que Bullock tendrá que hacer es reflexionar y sentir.
Por supuesto, Gravity es técnicamente perfecta. Y aún mejor: en Gravity, como en 2001 o Solaris, cada efecto tiene un por qué. Así, si en Avatar el 3D contribuía únicamente a la ambientación siendo completamente innecesario a nivel narrativo, aquí, por primera vez en una película de este tipo y presupuesto, el 3D tiene función diegética, pues es en su uso en el que reposa buena parte de su propio significado, de la misma manera que sucedía con la perspectiva en la pintura renacentista.
Por otro lado, la película tiene que pagar un peaje comercial: la forma clichada en que se dramatizan ciertos aspectos del personaje principal. Sin este elemento hubiera podido ser más reflexiva.
Y encima ni siquiera nos regalan un buen par de panorámicos de las piernas de Sandra... bien que se lo merecían.
Qué maciza está la jodía...
PD: Que nadie se imagine que la película está ni remotamente cerca de los logros de 2001. Es inferior en Todos los aspectos menos en el realismo visual; y es que cuando se hizo 2001 ni siquiera había fotos en color de la Tierra desde el espacio.
Donald Rumsfeld
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3
1 de marzo de 2023
7 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
-Bueno, no era cualquier cosa. Era dejar clarinete que él seguía siendo el alfa a pesar de la edad.

-Sí, me imagino que eso debe de llegar a la patata de los viejos.

-Además, un respeto, que no se folla a la camarera, sino a la dueña del Pub. El puto amo. ¿No te fijaste en su moto?

-Las gafas, la moto, el botox, los abdominales, la experiencia, los reflejos de alguien de veinte años, la agudeza visual de un águila, lo tenía todo salvo la calvicie.

-Era como entrar en un museo de la virilidad.

-Y lo mejor de todo es que, cuando acaba la película, él sigue siendo un enano.

-No es necesario que hables así.

-Pelirroja, no te enfades conmigo, si alguien respeta al cien por cien a los enanos, ese soy yo. Si hubiera sido por mí, en vez de siete, habría quince o dieciséis enanitos viviendo con Blancanieves. Además, hay muchos buenos actores bajitos en paro.

-Mi Teniente, los acondroplásicos han aportado mucho; y no solo al cine, sino a la historia de la humanidad. ¿Sabes cuánto medían Chaplin y Keaton? Y luego, si es de lo que se trata, Tom siempre ha sido un gran actor.

-Ahí te voy a dar la razón. Ya ves que te escuchó. Es más, desde que se rellenó de botox la cara, las escenas dramáticas las clava. Igual que su ex.

-Me encanta Pe. Tengo una camiseta con su cara xerografiada. Lo malo es que no me la puedo poner porque solo de verla me echo a llorar. Mira mi nuca, ¿ves?, solo de pensar en ella se me ponen como escarpias.

-¿Te he dicho ya que las mujeres con sensibilidad son mi debilidad?

-Tres veces.

-Siempre y cuando sean pelirrojas, claro.

-Eso me lo imaginaba.

-Sí, sabía que lo hacías. Pero no, no me refiero a Pe, a la cual admiro muchísimo, me refiero a la otra, a la tísica con cara de cabreo.

-Qué va, esa no es su cara. Su cara ya pasó a mejor vida. Pero es verdad, con esa incluso las escenas cómicas dan un poco de miedo.

-Lo que quiero decirte es que, como espectador, me parece fenomenal todo eso de un poner a un montón de enanos con poca autoestima metidos dentro de unos aviones muy tochos y extraordinariamente caros para cargarse a los malos y permitir que nuestra civilización siga funcionado con respiración asistida. La violencia asimétrica siempre es la respuesta.

-A mí las escenas aéreas me gustaron mucho. No te imaginas la cantidad de energía que se necesita para romper varias veces la barrera del sonido.

-El problema, Sargenta Ortiz, y presta atención a lo que te digo, el problema son los calvos. Porque está muy bien eso de que haya un montón de enanos en cualquier época y en todas partes, y aún mejor que los latinos, en vez de sobre, sigan infrarrepresentados, ¿qué se le va a hacer si a pesar de ser bajitos son tan feos?, pero lo de los calvos es una espinita que tengo clavada. Es algo que me pregunto cada vez que veo algo ¿Por qué apenas hay calvos? ¿Es que las vidas de los calvos no importan?

-Bueno, algunos se rapan el cero.

-Sí, pero no es lo mismo en absoluto. No son calvos de verdad. Y para un calvo de verdad ver a una persona rapada puede ser, en función de su autoestima, tan hiriente como ver a esos blancos que se untaban en betún para simular ser negros. Estrictamente hablando, salvo por temas militares, raparse la cabeza es algo tan ofensivo que me asombra que Breaking Bad aún no haya sido censurada. O eso o que financien injertos de pelo para todo el mundo. Una de dos.

-¿Pero no tenía cáncer?

-Justo ese es el problema. La estigmatización. Pero los calvos no son malos, son personas normales como tú y yo, solo que sin pelo.

-¿Y los calvos que quieran seguir siendo calvos?

-No le busques los tres pies al gato, pelirroja. Te estoy hablando de un problema muy serio. Y ya ves que ni siquiera es una movida personal. El tema es que, si bien es de agradecer que haya tantos enanos con su propio vehículo de combate, creo que no se está ponderando adecuadamente la importancia que los calvos tienen en el mundo. En mi opinión, habría que nominar a… no me acuerdo de cómo se llamaba… a la mujer de Will Smith al Oscar. Solo por su calvicie. Más películas de calvos y lo mucho que han tenido que sufrir. Eso es lo que se necesita. Ya la veo subiendo a recoger su Oscar mientras su enorme cabezón brilla cual orgullosa bola ocho, soltando un emotivo discurso sobre toda la mierda, las injusticias y las estúpidas bromitas que ha tenido que superar mediante la fe y el sacrificio. Sí, esa mujer, con la ayuda del cornudo, sabría como tapar unas cuantas bocas.

-Cuándo lo dices así es que hasta me emociono, mi Teniente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Donald Rumsfeld
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The Boys (Serie de TV)
Serie
Estados Unidos2019
7.7
26,716
Evan Goldberg (Creador), Seth Rogen (Creador) ...
8
20 de diciembre de 2020
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
(Contiene spoilers).

The Boys es un retrato sarcástico, y menos cínico de lo que puede parecer, de la situación política estadounidense. Desde esta perspectiva, Homelander, eje de la trama, puede representar varios aspectos: la alianza entre los sistemas de creencias (la religión), propaganda (internet y los medios de comunicación de masas) y entretenimiento (Disney) mediante la cual se establece un criterio de normalidad; el intervencionismo como método de preservación del poder; la toma de control de las fuerzas armadas por parte de intereses privados… La intervención de Homelander en el extranjero ya contiene en sí cualquiera de esos tres niveles: primero fabricando un enemigo que luego ha de combatir, después eliminándolo a sangre fría (escena que podría ser el reverso de aquella en la que los Vengadores, mediante el asesinato de Thanos, legitimaban la ejecución de Bin Laden) y, posteriormente, vendiendo la operación como un éxito que por sí mismo justifica la concesión de una mayor cuota de poder.


Sin embargo, detrás ese horizonte social caótico, de la tensión inherente a la lucha por el poder, The Boys perfila un retrato más humano y tenebroso, en el que incluso el ser más superpoderoso del mundo, Homelander, no es más que otro payaso.


Pese a lo que puede parecer, no es malo; y ni tan siquiera ambicioso. No, al menos, de la manera que cabría esperar. Observad su trono por un momento: es el ser más fuerte conocido, nada escapa a su percepción por mucho tiempo, y sin embargo, a lo largo de su vida y como consecuencia directa de esas mismas características, jamás ha recibido la más mínima muestra de afecto. Peor aún, aquellos que se le han aproximado lo han hecho con miedo y por interés, con la única finalidad de usarlo en su beneficio y sin tan siquiera molestarle en aclararle el por qué. Por supuesto, en vez de la verdad, se esforzaron en engañarle cuanto es posible con el objetivo de que nunca hiciera o dijese nada fuera del margen establecido. Con su mirada puede destruir edificios y con voluntad podría someter a la humanidad; pero no quiere hacerlo, no aún, porque está tan desesperado por un poco de afecto que teme que algo así pueda volverse en su contra. Al fin y al cabo, para servir a sus amos ha tenido que hacer cosas que no le gustaría que salieran a la luz: nadie sabe mejor que él que todo es una cuestión de marketing; y nadie está tan firmemente atado a esa rueda como él: pese a todos sus superpoderes, no es más que la cobaya final. Lo sabe. Toda su vida es tan falsa como el marketing y creer en algo en esas circunstancias es prácticamente imposible. Sin embargo, su paciencia tiene un límite humano: saber que los líderes no nacen, se hacen; porque eso significa que los tíos que le han permitido estar donde está (algo que ni eligió ni parece disfrutar) pueden pasarlo a la reserva en cualquier momento, solo tiene que mirar lo que le hicieron a Deep por mucho menos de lo que él ha hecho en nombre de la paz. Y el amor. A fin de cuentas, es muy incómodo estar en la cima, o a un peldaño, y saber que la estructura sobre la que te apoyas ha sido construida, pues en tal caso la estructura puede volverse a recombinar en cualquier momento. Y eso por no hablar de las variables imprevistas. Así, el miedo, algo desconocido hasta entonces para él, comienza a hacer acto de presencia. Y desde ese instante ya no sólo es una marioneta sino que también ha de esforzarse, a perpetuidad, en demostrar a los demás, a sus jefes, que siempre será el cabronazo más duro del corral. Cualquier muestra de debilidad, no digamos ya de afecto, ha de quedar proscrita indefinidamente. En definitiva, está tan jodido que su único consuelo es mamar de las tetas de una fulana que se hace pasar por la madre que nunca conoció. No exageran: solo le quedan las pajas.


Por otro lado, Homelander también funciona como un espejo de la sociedad que lo crea. Y no simplemente porque esta puso su empeño no tanto en crear algo mejor como en fabricar el arma definitiva, una bomba de relojería cuya superioridad es interpretada por sus hacedores como una amenaza potencial hacia ellos mismos. Los cuales, para intentar neutralizar cualquier conato de rebelión, para someterlo, han explotado sus vulnerabilidades (la relación de la segunda temporada con la agente del KKK se basa en esa premisa: no es que Homelander sea necesariamente racista, pero puede llegar a serlo si ve que así puede obtener un poco de afecto –el paralelismo con los republicanos, los abolicionistas, es obvio) para mutilarlo emocionalmente. Así las cosas, no es de extrañar que Homelander se revele una y otra vez como una persona profundamente dependiente.


Y sin embargo, a pesar de todos los cortafuegos, él, como el resto de personajes centrales (Starlight, Butcher, Hughie), acaba rebelándose contra ese orden establecido; y al igual que los demás: no tanto por ambición como por desesperación: han sido duramente golpeados, están bastante rotos y tienen poco que perder. De momento, el resultado es una tragicómica lucha de títeres cargados de falacias construidas ex profeso para no tener que admitir lo mucho que odian su situación y, especialmente, a sí mismos, intercalada por pequeñas y breves explosiones de furia en las que lo individual se revela rebelándose, en ocasiones con gran sutileza, contra lo (políticamente) correcto. Lo mismo da el feminismo que los evangelistas, Disney que el Pentágono, los republicanos que los demócratas; el caso es retratar, entre veras y burlas, una sociedad bárbara (es decir: sin pasado) y fragmentada cuyas ideas no son más que marketing de la ley del más fuerte. Así, después de todo, quizá lo verdaderamente heroico, la autentica lección de las dos primeras temporadas, sea la piadosa resignación mediante la que Homelander sobrelleva la situación. Otros, no necesariamente supers y puede que incluso al contrario, con mucho menos ya han hecho mucho más, y no precisamente en beneficio de la humanidad.
Donald Rumsfeld
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2
10 de octubre de 2016
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que bella parece la Tierra al contemplarla desde la Luna. A la altitud suficiente se torna opalina, la atmósfera viste su silueta de un fulgor irisado, los ribetes de vida se inscriben en su superficie en forma de majestuosas pinceladas de blanco celeste, de amarillo evanescente, de azul marino. Es simplemente perfecta: esférica y estática, frágil y colosal. Y limpia. Muy limpia. Jodidamente limpia. Desde la estratosfera sus mares acidificados de plástico flotante se vuelven impolutos, y su aire corrompido (para la vida) baila inocentemente en eternos círculos concéntricos. Desde allí ya no hay lugar para el hambre, el exterminio, las armas y o los cientos de millones de toneladas de basura que nuestra civilización simplemente excreta como resultado de su peculiar fisiología. Desde allí la Tierra no es más que una hermosa canica que aguarda impaciente los más audaces proyectos de geoingeniería.

Richard Branson (aka Iron man) que estás en los cielo, elévanos contigo, perdona nuestros pecados y acógenos en Marte cuando esta pequeña canica se vaya definitivamente a tomar por culo. Amén.

Desde la altura suficiente 190 bases militares en el extranjero petadas de armamento nuclear (aka escudo antimisiles…) o todas esas innumerables intervenciones en el extranjero, incluyendo financiación paramilitar y golpes de estado, no son nada más que un esfuerzo altruista por mantener la paz.

Paz por la fuerza, reza el lema del auténtico Capitán América, el portaviones más poderoso de de los EUA, el Ronald Reagan. Y nadie se tira por la borda.

Desde la altura suficiente, digamos que desde una altura adecuadamente disneyniana, los eficientes drones que dejan caer bombas inteligentes y asesinan poblados enteros de mujeres y niños no son más que heroicos protectores de la paz, y las propias victimas poco más que daños colaterales.

A ver si nos entendemos; esos (pocos) asesinatos por acción y esos otros (muchísimos más) por omisión, no son el resultado de la unión de la tecnología y un proceso burocrático tan deshumanizador como el que se pudo dar en la Solución Final. Ni tampoco el resultado de una maquinaria que hace tiempo que no está bajo el control de nadie pero que de hecho nos controla a todos, son una decisión perfectamente racional y rebosante de humanidad, en la que tras sopesar cuidadosamente los elementos que intervienen en la ecuación y tras minimizar los “costes” que supondrá la operación, se elige el curso de acción. Y las víctimas, perdón, los daños colaterales (aka “recursos humanos”) son sencillamente inevitables.

He aquí el mantra: Vivimos en el mejor de los mundos posibles, los tipos que están ahí arriba (es decir, al frente de Wall Street o el Ibex 35) y sus lacayos (publicistas, muchos políticos, periodistas e ingenieros; Hollywood al completo) saben lo que hacen, controlan lo que sucede y toman las decisiones única y exclusivamente pensando en el bien común. A veces un fallo de logística genera pequeños contratiempos: Chernobyl, Fukushima… 2º Guerra Mundial, Guerra fría… crisis financieras, “reformas” estructurales… colapsos de ecosistemas… un minúsculo aumento de las temperaturas… Nada grave, si acaso todos esos problemillas sólo sirven para poner a prueba la grandeza del ser humano, al fin y al cabo siempre hemos sabido como sobreponernos a la adversidad y controlar la naturaleza. Es lo que hacemos. Es lo que somos.

¿O ya habéis olvidado Tomorrowland?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Donald Rumsfeld
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