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España España · Logroño | Madrid
Críticas de Jorge Pardo
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Críticas 74
Críticas ordenadas por utilidad
7
14 de diciembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi galaxia muy, muy lejana no es otra que mi antigua habitación, aquella que compartía con mi hermano pequeño, en mi primera casa, en Logroño. Allí se daban cita el bien y el mal, los jedis y los siths, Alderaan y Mos Eisley, y esa cama que deshacíamos y arrugábamos para simular las dunas de Tatooine. Recuerdo, incluso, bajar un poco la luz, con aquellos interruptores circulares, para simular, de alguna forma, una de las escenas más icónicas de 'Una nueva esperanza' –sí, el atardecer de los dos soles–.

Es increíble –y no me canso de repetirlo– la capacidad que tienen ciertas melodías para retrotraernos, en este caso, a la infancia. Como aquel perfume de tu primera novia. Me pasa con 'Jurassic Park' y Spielberg y me pasa con 'Star Wars' y Lucas. Le debo mucho a ese señor llamado John Williams, cuyas creaciones sonaron mil y una veces en esa mini cadena del tamaño, casi, del Halcón Milenario y en un casete más magullado que R2-D2.

Las tuve todas: el Aerodeslizador T-47, el caza estelar Ala-X e, incluso, el modesto Landspeeder de Luke. También las figuras de Skywalker, Leia, Han Solo, Obi-Wan o Chewbacca y, por supuesto, mi réplica del sable láser. La fuerza era poderosa en mí.

Quizás la capacidad de George Lucas para dirigir no sea perfecta, pero era en esa habitación de Logroño donde, gracias al universo salido de aquella cabeza, jugaba a convertirme en el mejor piloto de la galaxia, derribaba aquellas paredes y volaba hasta los confines de mi imaginación.
Jorge Pardo
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8
7 de octubre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cadencia y estímulo. Esos son, principalmente, los pilares sobre los que se asienta 'La Jetée', monolito inapelable del cine experimental. Como en (casi) todo, no hay que despreciar el contexto en el que se enmarca este preciosista mediometraje. A caballo entre la nouvelle vague y un neorrealismo ficticio —si es que existe algo así—, Chris Marker aúna el alivio, pero también la desesperanza, de haber dejado atrás el conflicto más terrible del pasado siglo y, también, el pesimismo de una inminente (?) guerra nuclear. Es en ese escenario postapocalípitico donde la imagen rebosa de energía y se transforma en un ente vivo.

En última instancia, Marker recuerda el futuro renunciado a este y, como anticipando a Antonioni y su 'Il deserto rosso', arrebata a su protagonista cualquier atisbo de infancia y felicidad —si acaso esto no significa lo mismo— mientras carga contra ese mundo, ultramilitarizado y mecanicista, que se asoma al abismo de su existencia. Curiosamente, la cinta que nos ocupa comparte temática con otra película notable, también del italiano, y lanzada ese mismo año, 'L'eclisse'. Pero si el director transalpino dejaba un rescoldo para la incertidumbre, el francés, en una misiva descorazonadora de 28 minutos, viene a decirnos que no. Que, efectivamente, todo está perdido.
Jorge Pardo
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9
10 de marzo de 2021
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las leyendas, normalmente, surgen en determinado contexto y terminan trascendiendo o convirtiéndose en algo "real" ayudadas, sobre todo, por la tradición oral y la literatura. Así, un episodio que en su mayor parte es ficción acaba por hacerse corpóreo y se ancla en el imaginario colectivo como un acontecimiento que de verdad sucedió o del que, al menos, cuesta discernir qué fue y qué no fue.

El talento de John Ford, sin embargo, es de tal magnitud que 'My Darling Clementine' consigue desandar todo ese camino para reducir el tiroteo del O. K. Corral –un episodio histórico del Far West– a una mera anécdota en comparación al desfile de imágenes que circula por la pantalla. Al contrario, aquí el esfuerzo se centra en acreditar que toda la belleza que atesora esta película es cierta en su cotidianeidad, nada impostada, y no imposible.

Y eso que, a priori, en este relato de vendetta típico del género no hay nada nuevo: vaqueros llevando de un punto a otro decenas de cabezas de ganado por las vastas planicies norteamericanas, un hombre íntegro que debe vengar la muerte de un ser querido, otro de dudosa moral y que, no obstante, alberga más principios que todo el pueblo junto, mujeres que deambulan por tabernas sin saber muy bien qué o a quién deben amar... Sin embargo, todo esto no ocurre en un punto cualquiera de la extensa geografía estadounidense: tiene lugar en Tombstone, capital del western.

Porque solo allí tienen su razón de ser todos esos personajes, insignificantes bajo el inabarcable cielo salpicado de nubes del Monument Valley, pero tan universales como el propio cine. Solo allí, y frente a la cámara de Ford, el celuloide se transforma en una poesía cuyos versos se traducen en siluetas recortadas contra el horizonte, guardapolvos que refulgen en la lluvia o el silencio que precede al eco de las balas y las despedidas.
Jorge Pardo
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6
30 de marzo de 2022
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un artefacto continuista, al menos en el tono, dentro de la senda abierta, hace ya unos años, por la trilogía 'The Dark Knight', de Christopher Nolan. Y no tanto por la atmósfera, mucho más oscura aquí (en todos los sentidos) que en las películas protagonizadas por Christian Bale, sino por ese sentimiento apesadumbrado, reflexivo e intimista (¿o habría que decir solemne?), que hace que pasemos de un Batman más ácido (e incluso humorístico) a otro más 'grunge' (menuda sorpresa ese 'Something in the Way', de Nirvana, como elemento decorativo de los soliloquios del protagonista), pero que en ningún momento se siente lejano o impostado.

La cinta, que comienza siendo un thriller, al estilo 'Se7en', de David Fincher, y flirtea con el 'neo-noir', alejada de los parámetros de otras obras del género, termina, sin embargo, resultando un embrollo de subtramas en el que tanto la historia que involucra a Catwoman como la que rodea a la mafia no terminan de funcionar del todo y se sienten, además, algo deslavazadas, con elementos que cuesta asimilar (¿el Rata Alada? really?) y que a mí, a ratos, no acaban de convencerme.

Es de agradecer, por otra parte, la decisión de trasladar al murciélago a las sombras, a un entorno industrial (y de techno) en el que el bien y el mal, como en la cabeza del protagonista, se confunden y pugnan por hacerse un hueco en una metrópoli, Gotham City, que se asemeja a los mejores escenarios preapocalípticos, al borde de la hecatombe. También es interesante el papel que juegan las redes sociales como catalizadoras de lo maligno y la facilidad que tienen para radicalizar y hacer comunidad entre individuos que no tienen nada que perder. Esto último, precisamente, ubica de forma certera al superhéroe en una realidad contemporánea con la que es más sencillo sentirse identificado.
Jorge Pardo
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6
23 de enero de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bryan Singer ha abordado la empresa de dirigir una película sobre Queen –o sobre Freddie Mercury– de la manera más cómoda –y, por qué no, de la más inteligente, comercialmente hablando–, esto es, centrando sus esfuerzos en los números musicales. Porque, seas o no un big fan del grupo, himnos como 'Radio Ga Ga', 'Killer Queen', 'We Are the Champions', la propia 'Bohemian Rhapsody', que da nombre a la cinta, y un largo etcétera son irresistibles.

El resultado, no obstante, es mejorable, de montaje ágil, pero plagado de altibajos y con un problema gordo de guión, en el que apenas se nota el paso del tiempo, donde la química entre los miembros de la banda es casi inexistente, todo ello consecuencia –lógica– de unos personajes desdibujados, a excepción, claro, del megalómano –y excepcional– líder al que da vida un Rami Malek que ya desde el rodaje sabía que el Óscar le pertenece.

Y, entonces, ¿qué pasa con la película? Pues que viene a ser, más o menos, un reflejo de lo que, en mi modesta opinión, son Queen: una montaña rusa plagada de hits elevados a la categoría de obras maestras –algunas, sí, lo admito, lo son– más un puñado de canciones normalitas que te rellenan una discografía. Nótese, efectivamente, que no soy un groupie, pero, por supuesto, me dejo la garganta si suena 'Don't Stop Me Now'.
Jorge Pardo
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