Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de travis braddock
<< 1 9 10 11 20 31 >>
Críticas 152
Críticas ordenadas por utilidad
8
14 de julio de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
‘Los caballos de Dios’ es una visión honesta y sincera sobre los motivos que llevan a muchos a integrarse en grupos radicales que acabarán perpetrando atentados. Es una crónica sobre los yihadistas que puede valer para cualquier otra adhesión inquebrantable que establecemos los seres humanos con nuestros semejantes, cuando nos acabamos arrimando a aquellos que nos hacen sentir más apreciados. Porque los terroristas no crecen en la tierra ni caen de los árboles, son personas que en su niñez fueron uno más y su forma de ser y las circunstancias les llevaron a tomar unas decisiones que consideraron apropiadas para defender los intereses que creen justos. En la cinta de Nabil Ayouch se nos muestra en primer lugar a unos chavalines que actúan con relativa normalidad, con el hermano mayor haciendo de protector del pequeño y cada uno con sus esperanzas y sueños. Ambos viven en una barriada pobre, lejos de las comodidades y las ventajas de los que están en el centro y esta estratificación territorial se convierte en una estratificación social y personal, convirtiéndolos en los miserables de los que hablaba Victor Hugo en su novela, aquellos que “parecen totalmente depravados, corruptos, viles y odiosos; pero es muy raro que aquellos que hayan llegado tan bajo no hayan sido degradados en el proceso. Además, llega un punto en que los desafortunados y los infames son agrupados, fusionados en un único mundo fatídico. Ellos son los miserables, los parias, los desamparados”.

La violencia siempre engendra violencia, como impulso instintivo de satisfacción inmediata que es. Si algo o alguien nos fastidia (o creemos que lo hace, aunque no sea así) nuestra reacción primaria es devolver el daño, un caldo de cultivo tan simple que ha dado origen a tantas luchas en la historia. Los niños de ‘Los caballos de Dios’ no ven más que violencia en su entorno, la violencia de un mundo que los ningunea y que los convierte en mercancía prescindible, en ratas a las que no les quedará otro remedio que devorarse entre ellas para sobrevivir. Pero entonces descubren la posibilidad de una redención a través de la religión, una fe como un modo de escapar a esa violencia que les rodea y dedicarse a algo más elevado. Unas ideas que parecen buenas, pero que vienen convenientemente matizadas por unos líderes que se sirven de ellas para sus intereses. Esta vez son los líderes religiosos los que los violentan sin que se den cuenta y les impulsan a cometer acciones que pasan a considerar justas y necesarias, como un modo de poner orden en ese mundo que les había despreciado en un principio. Todo ello sin darse cuenta de que se han convertido en carne de cañón, pues los líderes, por supuesto, no se manchan las manos personalmente y observan desde la distancia, prefiriendo la vida terrenal a los placeres que prometen en el Más Allá, a la espera de que lleguen más miserables que buscan redimirse.

‘Los caballos de Dios’ es una estupenda película, narrada con brío y con la suficiente distancia como para ofrecernos un fresco bastante elocuente de las motivaciones que hay detrás de tanta barbarie. Una barbarie que puede surgir de cualquier rincón de nuestro mundo, no es necesario irse muy lejos para observar esas barriadas en las que se siembra el aislamiento y el descontento desde la infancia, germen de posteriores actuaciones contra el sistema que los ha ninguneado. Como la realidad nos ha enseñado, este círculo nunca se detiene y aunque desde Occidente se vendiera como un éxito la ejecución de Osama Bin Laden, luego han venido otros líderes espirituales que han encontrado un filón de pobres diablos a los que convencer de que ellos tienen la verdad de su parte, aunque les cueste la vida y se lleven otras por delante. Por eso resultan tan poderosas las lágrimas del personaje de Jessica Chastain en ‘La noche más oscura’ una vez conseguida su misión, porque no dejan de representar ese “¿Y todo esto para qué?” que dejan este tipo de luchas en las que se batalla por una idea que muchos creen justa, aunque solo sea para dar sentido a una existencia confusa y cruel.
travis braddock
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
30 de diciembre de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuadros como ‘El Temerario remolcado a dique seco’ o ‘Lluvia, vapor y velocidad’ nos hablan de Joseph M. W. Turner, un artista que no quiso conformarse con pintar paisajes y objetos con total exactitud, sino que quiso reflejar la sensación de la visión humana ante los mismos, con brochazos sueltos y sin acabar de definir del todo las formas, para capturar la sensación del momento, como si la acción se estuviese desarrollando ante nosotros.

Mike Leigh centra su película en el último tercio de la vida de Turner, desde mediados de los años 20 del siglo XIX, cuando ya es un artista reconocido, hasta su muerte, en 1851. Así, le vemos trabajar en sus pinturas y en sus relaciones con otras personas, donde no fue tan diestro como en su arte. Aunque estuvo presente en la vida artística de su época y trabó contacto con otros pintores, no fue muy dado al politiqueo y la compra de intereses que tantas veces contamina al mundillo cultural. Y en sus aventuras amorosas, vemos que tuvo una relación con una mujer con la que tuvo dos hijas a las que no prestó mucha atención y cuya existencia ocultó ante los demás, antes de pasar los últimos años de su vida junto a otra mujer a la que conoció en uno de sus viajes en búsqueda de la mejor forma de capturar la luz solar. Todo ello marcado por la presencia de su padre, con el que estuvo muy unido y cuya muerte le causó una profunda impresión y de su ama de llaves, una mujer no especialmente agraciada que estuvo a su servicio durante años de forma fiel y a la que usó como ocasional refugio sexual, en una de las licencias históricas que confiesa haberse tomado el director para desarrollar la trama.

Da gusto como Leigh sigue las tradiciones del biopic a la manera que Turner las de la pintura de su tiempo y difumina el trazo de la misma manera, dejando la información para que la vayamos absorbiendo. En "Mr. Turner" no hay desarrollo ni flashbacks de la infancia del artista, de la que se nos da una idea en breves líneas de diálogo, así como tampoco se le pinta como un incomprendido prodigioso que experimenta grandes sufrimientos y tiene alguna historia de amor redentor. No hay una gran lección o cambio vital, pues Turner acaba la película siendo básicamente el mismo que cuando la empieza, como un tipo poco agraciado físicamente, algo cascarrabias, que muchas veces expresa sus emociones con gruñidos y que no aspira a cambiar el mundo que le rodea ni la historia del Arte. De hecho, Turner asistirá con curiosidad al nacimiento de la fotografía como nuevo medio de reproducir la realidad, como parte de ese mundo mecanizado de la Revolución Industrial que se abría paso llevándose por delante lo tradicional, tal como reflejó en los cuadros antes citados. En uno se escenificaba el ocaso de un viejo buque de madera arrastrado por uno metalizado y motorizado y en el otro la llegada de un tren humeante a un paisaje agreste.

Otro de los aspectos a destacar es la magnífica interpretación de Timothy Spall, habitual del cine de Mike Leigh, que sin grandes alardes está excelente en su recreación de Turner y se merece todos los premios que le puedan dar por este trabajo. Un reconocimiento merecido para un actor con más de 30 años de carrera a sus espaldas y cuyo rostro de perro pachón podemos encontrar en infinidad de películas, algunas de escasa repercusión y en otras más exitosas, como la saga de Harry Potter, donde daba vida al personaje de Colagusano o en "El discurso del rey", donde fue el mismísimo Winston Churchill.

A Leigh se le puede reprochar una cierta morosidad que hace que en ocasiones la película se haga un poco larga, aunque ello es fruto de una trama en la que no existen agarres fáciles para el público, al estilo del personaje que se retrata, no muy dado a la empatía. Esa inmersión de la película en el carácter del personaje se deja notar también en la excelente fotografía de Dick Pope, habitual en el cine del director y que aquí propone una paleta de colores que habrían hecho soltar un gruñido de aprobación al propio Turner, mostrando un tono visual que resulta bello sin caer en el preciosismo.
travis braddock
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
20 de diciembre de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Medianeras" es el debut del realizador argentino Gustavo Taretto, que adapta un corto suyo, del mismo nombre, en una historia de soledades en la gran ciudad. Sus dos protagonistas son dos inadaptados que sobreviven en el día a día sin hacer mucho ruido, sin que se note mucho su existencia. Los dos tienen sus manías y sus excentricidades (él se pasa casi todo el día encerrado en casa en su ordenador y ella tiene fijación con los maniquíes), conocen a otras personas, pero ninguna es la adecuada. Son dos almas gemelas que aún no se han encontrado, no han encontrado a esa otra persona que está destinada a ser su hogar.

Merece destacarse la interpretación de Pilar López de Ayala, que aquí deja patente su talento con una sensible actuación que incluye hablar con acento argentino (no sé que opinarán los argentinos, pero a mí me resultó bastante creíble ese acento suyo). Es encomiable la búsqueda de buenos papeles por parte de la actriz, que no ha querido encasillarse en pelis o series de medio pelo y se ha ido a buscar roles fuera de España.

El filme está dirigido con brío y aunque tiene algunos momentos que rayan con la "argentinada", está bien llevado y consigues identificarte de verdad con los protagonistas. Además ofrece una serie de reflexiones sobre la influencia de la arquitectura en los comportamientos humanos, de las construcciones como metáforas de la personalidad.

Con todo ello, tenemos una interesante comedia romántica que se deja ver con agrado. Recomendable.
travis braddock
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
28 de noviembre de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
A algunos quizás les resulte curioso ver a David Cronenberg realizando un filme de época, pero los que hayan seguido la trayectoria del director canadiense ("La mosca", "Inseparables" o "Crash" sobre todo) verán como un paso natural que una película suya hable sobre Freud y las represiones y perversiones de origen sexual. Siempre ha habido un gran protagonismo de las ideas freudianas en su filmografía, con el sexo como fuente de vida y destrucción.

En esta ocasión toma como referencia una serie de hechos reales en los primeros años del psicoanálisis, cuando todavían se estaban sentando las bases del revolucionario movimiento, que proponía la escandalosa idea de que el sexo era el origen de todas las neurosis. La cinta nos ofrece la relación entre Freud y Jung, el cual se separó de las ideas de Freud, al considerar el sexo insuficiente para explicar todos los trastornos de la psique.

Y en medio de todo ello, la relación sentimental de Jung con una paciente a la que cura y que acabará ofreciendo sus propias ideas sobre el tema. Mucha influencia en la trama tendrá el doctor Otto Gross (Vincent Cassel en uno de esos persoanjes ambiguos que tan bien se le dan), que hace gala de no reprimir ninguno de sus instintos y que hará que Jung se replantee sus convicciones hasta el momento.

Así contado, suena apasionante para los aficionados a los temas psicológicos, como una historia potente de grandes ideas y grandes pasiones. Y es interesante, sin duda, pero es una lástima que la frialdad de la película acabe lastrando su resultado. En la primera parte del filme, cuando se empiezan a tejer las relaciones entre los personajes, esa frialdad resulta adecuada. Pero en la segunda parte, cuando las pasiones toman el primer plano de la historia, esa frialdad provoca que el espectador esté distante de todo lo que le cuentan, que no se involucre con lo que les pasa a los protagonistas.

De este modo, nos encontramos ante un filme bien dirigido e interpretado, con una mención especial para Viggo Mortensen como Freud, que me resultó muy convincente pese a que siempre me ha parecido un actor algo limitado. Tampoco me olvido de Keira Knightley, que aquí consigue transmitir la sensación de estar fuera de sí toda la película, incluso cuando su personaje se cura de las neurosis. Y Michael Fassbender cumple como el reconcentrado Jung, demostrando que es un actor con futuro.

Una cinta que no pasará a la historia como lo mejor de su director, pero que se deja ver y que estimula el interés por querer saber más de los personajes que retrata. Interesante.
travis braddock
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
18 de noviembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque la evolución del mundo nos afecta a todos por igual y, queramos o no, los sucesos que pasan en la otra parte del planeta acaban haciéndose sentir de alguna manera en nuestra vida, el ritmo de evolución sigue teniendo sus diferencias y hay lugares donde tarda más en manifestarse. El campo suele ser considerado un lugar donde parece aquilatarse el tiempo y donde muchos buscan refugio ante los agobios del día a día. Donde parece imperar un orden diferente, con sus propias leyes, de modo que los más urbanitas acaban sintiéndose desorientados ante esa comunión más franca que los allí nacidos establecen con la tierra que pisan. Sin embargo, por tranquilo y apartado que parezca un reducto rural, siempre acaba surgiendo el momento en el que el resto del mundo se manifiesta. Y eso es lo que les sucede a los protagonistas de ‘Rams: El valle de los carneros’.

‘Rams: El valle de los carneros’ es el segundo largometraje del islandés Grímur Hákonarson, que plasma la peculiar historia de estos dos hermanos que viven solos, en las mismas tierras, sin hablarse por viejas rencillas desde hace décadas y acompañados únicamente por aquello a lo que han dedicado sus mayores esfuerzos vitales: sus carneros y sus ovejas. Animales de los que ambos parecen haberse contagiado de su apariencia con sus barbas y cabellos desmadejados. Una sola cosa les mantiene en contacto; un perro, que hace de correo cuando deben transmitirse algún mensaje. Gummi parece llevar la situación mejor que Kiddi, entregado al alcoholismo, pero su aparente serenidad no deja de ser un parapeto tras el que camufla sus emociones.

La película es una historia a caballo entre el drama y la comedia. Con ese negro sentido del humor tan del gusto de muchas producciones nórdicas que, por momentos, provoca que uno pueda reírse y compadecerse al mismo tiempo de lo que le sucede a los personajes. Recuerda también a aquellas cintas británicas de los Estudios Ealing (‘Pasaporte para Pimlico’, ‘Whisky a go-go’ ) en las que un argumento sencillo envuelve a un excéntrico grupo humano para poner de manifiesto ideas sobre el sentido del mundo y de una vida en la que reír, parece la mejor opción ante las zancadillas del día a día. Porque lo bueno de estas historias es que, estando ambientadas en latitudes que nos pueden parecer lejanas, nos hablan de cosas muy reconocibles. El tono ocre de los paisajes islandeses es el escenario ideal para desarrollar un puñado de vidas no mucho más luminosas, tan conectadas a esos paisajes y a una forma de supervivencia que son tan antiguas como las rivalidades que enfrentan a los hermanos.
travis braddock
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 9 10 11 20 31 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow