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España España · barcelona
Críticas de avanti
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Críticas 313
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
10 de abril de 2017
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El afán de John Ford en su vida fue hacer películas como oficio para vivir, sin otras pretensiones que pasar un buen rato con su trabajo, como nos muestra sobradamente en La taberna del irlandés (1963). Precedido por el amplio bagaje de su interesante filmografía, múltiples reconocimientos y más de cincuenta años de carrera cinematográfica, Ford no puede obtener otro resultado que el de considerarse imbuido por la inmaterialidad de cualquiera de los personajes tratados en sus historia, cuasi de forma coral entre significativos planos, tratando la cámara como un espectador más, centrando la acción en los personajes y no en los intencionados y sesudos movimientos de cámara que pudieran sugerir nada que no sea la pura imagen de acción, o la composición escénica que tanto le gustaba cuidar.

En Donovan's Reef, nos muestra, una vez más, la calidad en el tratamiento de sus personajes en el conjunto de su abundante filmografía: como el temperamental marinero Thomas Aloysius 'Boats' Gihooley (Lee Marvin), quien abre la acción con una buena zambullida rumbo a Haleakaloha en la Polinesia Francesa; el almirante colaborador Michael Patrick 'Guns' Donovan (John Wayne), el 'acomodado' gobernador de la isla Marqués André de Lage (César Romero) tratando de mejorar su eterno descontento por las primitivas formas de vida en las que le toca vivir, y el doctor William Dedham (Jack Warden) siempre alerta prestando sus servicios a quienes les acogieron en tiempos no muy lejanos, nos deja un reguero de carismáticos personajes propiciatorios para generar la colorida comedia que se cuece en el apacible paraíso, junto a unos jóvenes personajes imprescindibles para la evolución de los acontecimientos: Lelani Dedham (Jaqueline Malouf), Sarah 'Sally' Dedham (Cherylene Lee), y Luki Dedham (Tim Stafford).

A unos miles de quilometros la estirada Amelia Dedham, de la compañía naviera Dedham Shipping Company, ultima los detalles de su viaje a las islas por asuntos personales y empresariales. Con el recurso de la elipsis Ford nos ha presentado a los carismáticos personajes. Las maquinaciones para 'espantar' a la desconocida Amelia de su propósito en la isla, se reflejará en el ajetreado desembarco con el oculto deseo de hacerla desistir sobre sus pretensiones. A esta comedia de situación, el cineasta añade a la eximia Miss Lafleur (Dorothy Lamour), el 'chino listo' y secretario del gobernador Míster Fu (John Fong), el emocional y variable Padre Cluzeot, o el sargento Monk Menkowicz (Mike Mazurki) los que, de alguna manera, se compincharán para espantar a la desconocida bostoniana a punto de irrumpir en las vidas de los apacibles isleños de Haleakaloha.

La sucesión de los acontecimientos entre festivos borrachines, broncos marineros, alguna cantarina armada al ritmo de la preciosa melodía Walter Matilda, y lugareños expectantes de acción, nos coloca en mitad de confusas situaciones, que derivan en alguna divina moneda, pianos destrozados y dañados tejados incapaces de resistir la copiosa lluvia atraída por los desafinados susurros melódicos iniciales surgidos de la delicada voz de Miss Lafleur con un memorable arranque en la interpretación del clásico navideño Silent Night, entre oportunos paraguas y unos sorprendentes magos llegados de...

Con La taberna del irlandés, John Ford completa una de sus últimas realizaciones en su larga y fructífera carrera. Película de puro divertimento cinematográfico en la que no faltan los amigos, la fiesta, los mamporros, la familia y los orígenes, temas que no por largamente tratados en su filmografía son menos interesantes en La taberna..., entre las músicas de Cyril Mockrigde, la fotografía de William Clothier, y el texto de Rank Nugent y James Edward Grant sobre una historia de Edmund Beloin. Una comedia para disfrutarla sin otras pretensiones que las de pasar un buen rato por cuenta del maestro que lo fue hasta el final.
avanti
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7
2 de abril de 2017
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rey de Reyes es una visión sentida, parece que vivida por el mismo Nicholas Ray a tenor del carismático elenco que sin medias tintas representan a los numerosos personajes del entorno histórico de Jesús de Nazaret. Un colosal gran plano general nos abre las puertas al desfile de las legiones romanas a la conquista de Judea, guiadas por el general Pompeyo (Conrado San Martín), donde creyendo encontrar oro, solo encuentran un pergamino, guardado y custodiado por los que esperan la venida del Mesías.

Una decidida elipsis nos traslada medio siglo más tarde al nacimiento de Jesús de Nazaret. La cruel decisión de Herodes El Grande (Gregoire Aslan) por conservar su trono y la traición de su hijo heredero Herodes Antipas (Frank Thring), coronándose nuevo rey ante la inesperada muerte de su propio padre a quien le niega asistencia en su agonía. Los primeros planos de Antipas cargados de ira, enfrentados a la misericordia suplicada de quien no supo aplicarla sobre los inocentes, convierte la escena en dolorosa y altiva venganza de alto calado, culminando en un aplastante gran plano zenital en el que Ray nos muestra al destronado Herodes el Grande, rechazado y tirado a tierra por su codicioso hijo Antipas.

Pasados unos años nos encontramos situados junto al centurión Lucio (Ron Randell) revisando empadronamientos en casa del carpintero, convirtiéndose así en el hilo conductor de los acontecimientos venideros que irán cercando el destino del Mesías. El revolucionario Barrabás (Harry Guardiano) lucha por la liberación de Judea, Juan el Bautista (Robert Ryan) predica y bautiza la palabra de aquel que ha de venir, Jesús de Nazaret (Jeffrey Hunter). El encuentro entre ambos personajes representado por Ray en emotivos planos, contraplanos y planos detalle, nos muestra la fraternidad del momento, tras lo cual se produce la retirada de Jesús al desierto.

La fatal Salomé (Brigid Bazlen) persigue el trofeo en bandeja de plata que tanto ansía, utilizando como moneda de cambio para conseguirlo la sinuosa y embriagadora danza que tanto perturba al inestable Antipas, ajeno a los problemas de orden en las calles que preocupan al prefecto Poncio Pilatos (Hurd Hatfield), sucediéndose los acontecimientos entre algaradas y rebeliones contra la dominación romana, la prédica de Jesús entre los necesitados y la ayuda a los desheredados: al ciego (Paco Morán), o al loco (Fernando Sancho) entre otros.

La aparición de María Magdalena (Carmen Sevilla) en escena, nos presenta a un personaje pecador, perseguido, arrepentido y oprimido por quienes se creen en el derecho de ser juez y parte, se trata de un gran momento interpretativo, creíble y asumido en su esencia por el gesto y la temerosa mirada de quien pretende salvarse de la desatada muchedumbre frente a la mirada conciliadora de Jesús que la rescata de la ira del gentío.

Nicholas Ray concentra finalmente la acción en Pilatos, Antipas y Lucio, enfrentados ante el frágil destino de Jesús de Nazaret, donde los acontecimientos se precipitan provocados por Judas (Rip Torn) entre planos medios, primeros planos y generales que nos muestran las indecisiones de los mandatarios enfocados hacia el juicio que determinará la crucifixión del Mesías en el Gólgota junto al mal ladrón (Barry Keegan) y al buen ladrón (Luis Prendes).

Un desgarrador plano objetual nos muestra finalmente el levantamiento y fijación de la cruz ante las dolorosas compasiones de María (Siobhan Mckenna), María Magdalena, José de Arimatea (Félix Pomes), el centurión Lucio y Claudia (Viveca Lindfords) esposa de Pilatos, contrastado con el portentoso final en el que un emotivo primer plano de María Magdalena refleja en su rostro la piadosa mirada reencontrada, la resurrección del Mesías y el mensaje a los apóstoles para predicar su palabra.
avanti
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7
27 de marzo de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lola (Emma Penella), nos aboca desde los títulos de crédito a interesarnos por su incierta aunque deseada vida acomodada en el placer del dinero, por la posesión de bienes materiales que nunca tuvo, por la vida alegre y sin demasiados escrúpulos que a una chica le pueda interesar según el objetivo: ingenua para unos, madura para otros, desgarrada, burlona, apasionada o divertida para los demás. Lola, para mantener solvente su status económico, puede ser y simular todo eso y más, enfrentándose sin más defensa que su máscara de arrogancia frente a los que pretenden de alguna manera poseer su confianza y sus servicios a cualquier precio.

José Luis Dibildos escribió el guión basado en la novela Lola, espejo oscuro de Darío Fernández Flórez, donde perfiló los diferentes tipos de contrapuestas personalidades poco o nada concordantes en una sociedad media cambiante y deseosa por hacer realidad los objetivos de cada cual: Lola busca diversión a cuenta de los circunstanciales enamorados de cualquier estamento social que van floreciendo en su camino. Esta película hace una más que correcta adaptación cinematográfica de un personaje y su entorno tomando un cariz pretendidamente visual y provocativo, reflejando la sociedad del momento encajada entre la comedia crítica y el drama emocional, reflejado en los deseos de liberación y acción; esta mezcla de emociones psicológicas, modalidad de producción y rodaje enfrentados, Dibildos lo llamaría 'Tercera Vía', desarrollado posteriormente.

Lirio (Elena María Tejeiro), Rodolfo (Manolo Gómez Bur) y el Dr. Juan Vivar (Carlos Estrada), representan tres aproximaciones opuestas aunque complementaria para el entorno de Lola: Lirio pretende vivir sin grandes aspavientos y el deseo de casarse para poder salir del circuito. Rodolfo pretende ser el salvador moral de la descarriada Lola, ofreciéndole protección económica y colmarla de vanos caprichos pasajeros, atendiéndola con la devoción del enamorado fracasado, imparcial y sumiso. El Dr. Juan Vivar es el maduro y seguro personaje de clase alta que no entra al juego que le propone nuestra protagonista, pero las argucias de una sobreviviente como Lola, necesitada de protagonismo y reconocimiento, de su cara y agitada forma de vida, hará que Juan se replantee su status, la moralina en la que vive y su relación con Lola.

El envoltorio provocativo y amoral interesado de los personajes Dorigan (Alfonso Paso), Franky (Álvaro de Luna), Roberto (Félix Fernández) o Julito (Pastor Serrano) entre otros, reducen las relaciones entre ellos a diálogos interesados, inacabados, insustanciales y socialmente enmarañados de melancólicas arremetidas, bajo la interesada visión de nuestro casquivano personaje al que solo le interesa de ellos el poder económico y social que le puedan ofrecer para asegurarse la supervivencia de sus hábitos por medio del cinismo más rancio frente a cualquier estamento social a lo que ayuda el patetismo de Rodolfo el 'espichao' y la aparente dudosa indiferencia de Juan.

Lo que se dibuja en principio como una comedia de costumbres, termina convirtiéndose en un inesperado drama en el que la moralina le ofrece a Lola la oportunidad de redimirse ante la sociedad que la ha ignorado, o de la que se aprovecha según convenga, y donde ha sobrevivido pese a los enamoradizos sentimientos de Juan. En el tramo final de este rotundo film, fiel reflejo de la supervivencia humana, los personajes en liza asumen su situación, liberando presiones emocionales y enfrentándose, en un gran plano general a cielo abierto, a lo que sus destinos les puedan continuar deparando. Buen trabajo de Fernando Merino en una película que pudo sortear censuras para beneficio del cine y la memoria de la gran Emma Penella.
avanti
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9
17 de marzo de 2017
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Robert Stevenson (1905-1986), se inició en la dirección con su obra prima codirigida con Paul Martin, Happy ever after (1932), poco sospechaba que cuatro años más tarde iba a realizar una de las más logradas adaptaciones para el gran cine de la inmortal obra de Charlotte Brontë: Jane Eyre, escribiendo el guión junto a John Houseman y Aldous Huxley, la música de Bernard Herrmann y la fotografía de George Barnes. Desde un primer momento todo presagiaba turbulencias, enconadas pasiones enfrentadas, rencores no superados y clamorosos arrepentimientos no perdonados. La fuerza arrebatadora de la historia en manos de Stevenson, nos traslada, sin solución de continuidad, al embravecido enfrentamiento entre inocencia y maldad, vileza y bondad, vacuidad y pensamiento.

La infancia de la pequeña huérfana adoptada Jane Eyre (Peggy Ann Garner) se nos muestra entre la mísera oscuridad de un trastero, y las innecesarias precauciones del servicio, exceptuando a la bondadosa sirvienta Bessie (Sara Algood). Ya, en las primeras escenas, Robert Stevenson utiliza las imágenes con fuertes cargas emocionales: claroscuros, subjetividad en planos, siniestra inquietud en los personajes acompañados y el plano detalle de la temblorosa vela que apenas ilumina los acontecimientos previos a la solución interesada de Mrs. Reed (Agnes Moorehead), de su caprichoso, vanidoso redomado, vago y consentido hijo, así como del oscuro e intransigente educador Henry Brocklehurst (Henry Daniel) quien dará credibilidad a las falsas acusaciones de la 'compungida tía' desligada emocionalmente de nuestra protagonista.

Ante las expectativas de un futuro mejor, Jane se da de bruces con la fría realidad en la Institución Lowood para señoritas huérfanas. Stevenson despierta a nuestra protagonista al crudo, desangelado y frío centro, y a la implacable intransigencia del director convencido que las bondades divinas solo se consiguen por medio de la disciplina, de la sumisión y del sacrificio severo. Tras el agrio recibimiento y la posterior soledad aplicada a Jane, sobre un trágico aunque brillante plano general, la pequeña Helen Burns (Elizabeth Taylor) se convertirá en su bienhechora, compartiendo juntas todo tipo de vicisitudes bajo el atento cuidado del Dr. Rivers (John Sutton) que se enfrentará a la indolente actitud del severo director del centro.

Una acertada elipsis en el tiempo nos sitúa, a la joven Jane Eyre (Joan Fontaine) ante la decisión de elegir entre impartir clases en la institución, o la suya propia: sentirse libre para encontrarse con su propio destino como institutriz, hallado en la mansión Grace Pool. El giro radical que provocan los acontecimientos venideros despierta a Jane del aletargado e irreal estado emocional en el que vivía entre los muros de la institución, a golpes de realidad y del sobresaltado jinete Edward Rochester (Orson Welles), quien entre la densa bruma del abrupto paraje que rodea la mansión, maldice sorprendido el accidentado encuentro entre la sorpresa y el estupor con la nueva institutriz, tratando de hallar respuesta entre los apropiados primeros planos contraplanos y planos detalle a la inesperada situación vivida, acompañada por los sonoros ladridos del gigantesco gran danés convertido en elemento trascendente para el desarrollo final de los acontecimientos.

La diversidad procesional de insustanciales personajes con distintos intereses volcados sobre la interesada belleza de la cazadotes Blanche Ingram (Hillary Brooke), entre planos generales de aparente tranquilidad emocional con el acento en iluminaciones planas, dan paso a los dramáticos planos medios y generales bañados en presagiados claroscuros, acompañando a la inevitable y dolorosa espiral que producirán los acontecimientos inmediatos, en oposición a la total indefensión de la pequeña Adele Varens (Margaret O'Brien), situada por las circunstancias en mitad del torbellino emocional provocado por el maldito pasado, y la realidad a la que nuestros protagonistas han de enfrentarse por diversos motivos, contrastando la necesidad de redimir tiempos pretéritos por medio de la bondadosa empatía de Jane Eyre, con la inesperada causalidad de Edward Rochester enfrentado al imparable torbellino de las desatadas locuras ocultas bajo llave durante tanto, tanto tiempo.
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6
14 de marzo de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Francisco Rovira Veleta (1912-1999) dirigió en 1958 Historias de la feria, atrás quedaba su formación en arquitectura y derecho; ya entonces, como aficionado tenía predilección por sus incursiones en el séptimo arte. Con inicios algo tardíos, decidió finalmente que su mundo profesional sería el cine, y con él la dirección iniciada en 1948 con Familia provisional. Trabajó el cine negro en una conocida trilogía: Hay un camino a la derecha (1953), El expreso de Andalucía(1956) y Los atracadores (1961). Dirigió dos grandes películas que le otorgaron sendas nominaciones a los Óscar: Los tarantos (1963) y El amor brujo (1967). Su amplia filmografía le valió nominaciones, premios así como la revisión de su obra por la Cinémathèque de París.

Historias de la feria se desarrolla durante la XXV Feria de Muestras de Barcelona. Desde los títulos de crédito y la voz en off de Matías Prats, nuestro director realiza un amplio travelling de seguimiento sobre escenarios reales usados como atrezzo con algún decorado añadido, solo hubo que plantar las cámaras, situar el elenco, y poner en funcionamiento el guión escrito por Manuel María Saló Vilanova sobre argumento de José María Forn y J. León, con guión técnico de Francisco Rovira Beleta y rodar. El sugerente plano subjetivo bajo la gran pancarta de la feria, a dos de nuestras protagonistas, da inicio a las entrecruzadas historias, convirtiendo en constante el ritmo de la película reflejado en planos y contraplanos, generales y americanos, entre otros. Beleta generó el ritmo necesario a una película en la que varios destinos, por múltiples razones, han de solucionar sus problemas, a lo que ayuda un pertinaz inspector de policía y un ambulatorio que despierta a la realidad los propósitos de uno de nuestros protagonistas.

Suzette (María Rosa Salgado) pretende encontrarse con ella misma al dejar el hogar familiar debido a una trágica noticia de la que ha tenido conocimiento. Teresa (Mara Lane), es empleada ocasional en un stand de maquinaria, en detrimento moral por el rechazo recibido al pretender ser modelo de pasarela debido a su exuberante figura, teniendo el propósito de ayudar a sus padres y vivir el momento, para el que se ofrece el vendedor del stand (José María Cafarell). Alfredo (Frank Latimore) es el multimillonario empresario al que, con el riesgo de perder su patrimonio personal, solo le interesa la diversión, pero algo cambiará su perspectiva de las cosas durante el desarrollo del evento.

Félix (Antonio Vilar), representa al inadaptado bohemio al que la complejidad de las experiencias sociales que vivirá en la feria, le harán replantearse el estado de sus cosas, su propio destino. Gomis (Manolo Morán), es el veterano carterista que pretende enseñar el oficio a su torpe hijo (Luis Moscatelli) bajo la estricta vigilancia, para desgracia del delincuente, del Inspector de policía (Francisco Piquer). El aspirante a conducir un coche 'colorao' (Miguel Gila), es la contraposición a todos los problemas humanos presentados; su única obsesión es encontrar el coche de sus sueños (un breve y delicioso gag con teléfono adereza su paso por esta multiplicidad de destinos.

El film rezuma frescura narrativa al intercambiar los diferentes intereses de los personajes en las múltiples situaciones en las que un evento como el de la feria, pueda dar, que son muchas, como el variopinto elenco de personalidades preocupadas por la iniauguración, bendecir y desfilar, para mayor gloria de la XXV Feria de Muestras que durante unos días vivirá un evento único, multitudinario, multicultural y comercial, gastronómico y económico de grandes proporciones.

El inteligente uso que de la elipsis narrativa nos hace Rovira Beleta en mostrarnos origen y final del evento, sirviendo como escenario a las experiencias vividas, proporciona a Historias de la feria un interesante entramado multi emocional muy válido, cercano a la realidad del momento. Película merecedora de ser revisada por su tratamiento del eastmancolor, la fotografía de José F. Aguayo, la música de Federico Martínez Tudó, el interesante entramado narrativo del director, y la temática coral de los personajes tratados en el entorno cerrado de la feria abierto a los destinos de nuestros protagonistas.
avanti
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