Me hallo recostado en mi cama. Es viernes por la noche, y a pesar de ser una hora temprana, lo único que me apetece tras una semana infernal es abrazar a Morfeo y obtener una tregua. Bajar por fin de la montaña rusa de emociones que es mi vida y entregarme al desmayo del sueño, pero me resulta imposible. Los pensamientos se acumulan hasta anular el repiqueteo de la llovizna en la ventana. Me planteo qué hacer para tratar de cansarme y dormir, desisto de ordenar un poco el dormitorio tan pronto como reparo en que sería una tarea titánica. Decido encender la tele y abrir Netflix. Mientras me distraigo respondiendo a los últimos mensajes pendientes del móvil, un tráiler comienza a reproducirse en la pantalla: veo a Emma Stone, veo muchos colores y una estética retrofuturista, pero no le presto mucha atención. Cuando acabo con el teléfono busco el mando y al cogerlo pulso "Play" sin querer. Acabo de ingerir la pastilla "M".

Lo siguiente que recuerdo es estar devorando, capítulo tras capítulo, como si de las propias píldoras "A", "B" y "C" se tratase, una maravilla que derrocha humanidad por los cuatro costados. Hasta el punto de no querer acabarla y estirar un par de noches más su resolución. Estaba enganchado, como Annie a la pastilla "A".

Me enganché a la conmovedora lucha de Owen contra su peor enemigo; su propia mente, y a la agónica redención de Annie, y a los esfuerzos de Gertie por "comprenderse", y al único hilo capaz de trascender el tiempo, el espacio y hasta la realidad: un amor cósmico tan poderoso como la bellísima banda sonora que acompaña una obra que trata la soledad, la aceptación y la diferencia de lo "normal" con un tacto sublime y con un humor negro que como la llovizna de aquel viernes, te calará e impregnará sin necesidad de chaparrones en forma de golpes de efecto o giros bruscos de guion.

Finaliza "Maniac". Hoy vuelve a ser viernes, y los efectos han cesado. Mi vida seguirá siendo el mismo desastre, pero la píldora "M" me ha dejado una resaca deliciosa. Ha sido la tregua idónea en el momento justo. No tardaré en repetir para disfrutar de esos resquicios que siempre encontramos ante un segundo visionado de una obra que nos ha dejado huella.

Sensaciones encontradas las que nos deja esta miniserie de Netflix. "The Sinner", no lo vamos a negar, comienza de manera más que interesante: Una mujer joven, con una vida aparentemente idílica, asesina a un desconocido de forma repentina, a plena luz del día y rodeada de gente. Pero, lamentablemente, lo que podría haber sido un thriller potentísimo se termina diluyendo como un azucarillo en agua a través de un desarrollo fallido, en el que a pesar de los oscuros (demasiados, a nuestro juicio) que la lastran, destacamos la complicadísima interpretación de una magnífica Jessica Biel, y de un reparto en general que cumple con nota.

Sin embargo, por más que las interpretaciones logren salvar medianamente la serie, no se puede hacer mucho cuando la moda de dotar de una complejidad extrema a los personajes se impone, ya que lo único que se consigue con esto es que sus acciones terminen siendo ridículas, inexplicables y hasta desagradables. Señores guionistas: Basta, por favor. Admitimos que la intriga es necesaria, que el ritmo es necesario, que el sentido común está en cada uno de nosotros como individuo, pero de verdad, hay situaciones demasiado inverosímiles que si no eres una máquina de consumo sin un mínimo de raciocinio te van a resultar irrisorias y harán que concluir "The Sinner" se convierta en un esfuerzo titánico (resumimos algunas en spoiler).

La premisa no puede ser más sencilla: Dos hermanos se han perdido y tratan de volver a casa. Piensas que no puede dar para mucho, que será una historia sin muchos vericuetos, pero de repente ahí estás tú, cuando quieres darte cuenta, absorto por la maravilla que tienes delante, devorando un capítulo tras otro y fascinado por la originalidad del guion, el cual combina a la perfección la reflexión más profunda con la inocencia más tierna.

“Más allá del jardín” es una joya, es una perla rara en la época de los dibujos “transgresores”, porque demuestra que la apelación al adulto, el tocar nuestras fibras más sensibles, se puede lograr sin un lenguaje soez, sin ponernos un letrero luminoso que nos diga lo que debemos sentir en cada momento y sin recrear explícitamente una situación en la que podamos sentirnos reflejados. Nada más lejos de la realidad, “Más allá del jardín” construye un universo completo de fantasía, una ensoñación llena de personajes inverosímiles a la que ingresamos en un punto indeterminado en el que ya está construida, de tal forma que desconocemos su origen, pero de la que ya no podemos escapar.

En este mágico viaje hay lugar para todos los sentimientos que experimentamos en la vida y con los que aprendemos a convivir: la alegría, la tristeza, la desconfianza, el miedo, pero también la amistad, la esperanza, la valentía, y sobre todo, el amor. “Más allá del jardín” es una oda al amor, al amor fraternal, al amor incondicional que prevalece a pesar de la zozobra.

En el aspecto técnico, todo funciona a la perfección en “Más allá del jardín”. Desde la música hasta el diseño de los personajes pasando por un soberbio doblaje. Quisiéramos hacer una mención especial a Greg, cuyo personaje es simplemente una delicia. Resulta imposible no reírse con sus ocurrencias o no conmoverse con la ternura e ingenuidad con las que afronta las situaciones difíciles. “Más allá del jardín” logra algo que no es tan sencillo como pareciera, porque no solo te saca la carcajada, sino que te mantiene con una sonrisa durante gran parte de su desarrollo.

En definitiva, si queréis aventuraros a viajar más allá del jardín, también lo haréis como reza el título de esta crítica, más allá del tiempo, porque no solo volveréis a vuestra infancia, volveréis a ser niños durante 110 minutos… pero que nadie se lleve a engaño, no volveréis a serlo porque “Más allá del jardín” sea infantil, sino porque te convertirá, desde tu adultez, en ese niño que nunca quisiste dejar de ser.

PD: Si a alguien le ha parecido demasiado edulcorada esta pequeña crítica que sepa que... ♪♫♪…hay pa-ta-tas y me-la-za…♪♫♪♫

Truño. A secas. Esta película no hay por dónde cogerla. Desconocemos el presupuesto que habrá tenido (aunque viendo los logrados efectos que tiene debe ser bastante alto), pero para ser una película de zombis, no tiene ni zombis, sino que se tratan de una suerte de infectados con habilidades portentosas que en algunos momentos nos regalan escenas tragicómicas.

El argumento es completamente inverosímil: Un experto de la ONU asiste al fin del mundo y tirando de contactos logra llegar a un centro de investigación para poner a salvo a su familia y de paso salvar el mundo. Haciendo un esfuerzo podemos salvar los minutos iniciales en los que se nos presenta el apocalipsis y hasta ahí. Las lagunas son inmediatas, las preguntas sin responder se suceden una detrás de otra, los personajes son totalmente increíbles, por no decir que muchos de ellos son directamente innecesarios, y cuando piensas que la película no puede ir a peor te topas con la llegada a Jerusalén y lo que sigue. Una película incoherente y vacía que ni hace reflexionar, ni asusta, ni emociona, ni divierte. Un quiero y no puedo permanente que se extiende exageradamente en sus casi dos horas de duración. Le ponemos un 2 por la calidad de algunas tomas y efectos y algún sustillo. No la recomendaríamos ni a los amantes del género.