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Mongolia Mongolia · Pandereta's Land
Críticas de tantra
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Críticas 190
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
8 de septiembre de 2009
17 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desconocía la existencia de esta película hasta leer la excelente crítica de jastarloa. El director, responsable de joyas como El hombre de Alcatraz, el a priori interesante argumento y un plantel de actores que ya lo quisieran para sí muchas películas me ha animado a verla. Lástima que la impresión final haya sido peor de lo esperado.

La película está catalogada como intriga, pero en ningún momento ha llegado a inquietarme, no he percibido tensión en ella. Me ha parecido muy burocrática, discursiva, quizá tan realista (desde el punto de vista administrativo, exceptuando alguna pifia de bulto) que me resulta excesivamente fría, carente de emoción.
Emoción que echo en falta en el director, que si bien utiliza muy bien la cámara en interiores, tanto por encuadres como por iluminación, mantiene una distancia excesiva con los actores, sin recurrir a primeros planos que enfaticen las situaciones peliagudas que se les presentan.
Estos, a su vez, interpretan sus papeles de forma muy contenida. Los secundarios se comen a mi parecer a los personajes que sustentan la trama: Edmond O'Brien está sobresaliente en su caracterización del amigo fiel del presidente, así como Martin Balsam, excelente en las escenas previas a la confesión de uno de los conspiradores.

Luego está el tema de la verosimilitud. Sería de agradecer que Frankenheimer se hubiese informado de dónde se encuentra Madrid. Sólo así hubiera evitado caer en el error de ubicarlo en México (el periódico de El Paso que informa del accidente), y sabría que hasta esta ciudad no llega el mar (poco antes de tomar el vuelo en Madrid, el hombre de confianza del presidente llega hasta allí en lancha motora. Quizá el Manzanares era navegable...) El general que supervisa las tareas de rescate no tiene precisamente un acento madrileño, sino más bien mexicano, ahondando en la cagada anterior.
Otra escena que sobra es la del discursito del presidente en su despacho con la banderita al lado. Ese afan de grandilocuencia que tienen directores y/o guionistas y que a mí me resulta impostado e innecesario.

Pese a ello, es una obra bien dirigida e interpretada, pero que carece de un elemento imprescindible como es la emoción. Quizá a los políticos les guste.
tantra
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8
5 de septiembre de 2009
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Qué pedazo director, dios mío! Ya podía ser western, que aventuras, que comedia, que cine negro...a él le daba igual, siempre conseguía hacer peliculones entretenidísimos.
Esta es una de sus cintas menos conocidas, pero no por ello deja de ser excepcional.
Primero, por la actuación de Edward G. Robinson, que como bien comenta Gilbert, se sale en su interpretación de charlatán portugués. Y con un acento que no da vergüenza ajena.
Segundo, porque la película es una excelente muestra para comprobar por qué Estados Unidos era ya una potencia mundial en lo que se refiere a la industria. Uno que se dedica a esto del pescado, alucina al ver el sistema de descarga y evisceración del atún que poseían en los años 30, con cintas transportadoras desde el mismo barco hasta la planta donde se procesaba, duchas de agua para limpiar el pescado y evisceradores en cadena. Un sistema que se sigue utilizando hoy en día, 77 años después.
También es una muestra estupenda para observar los métodos de pesca al currican, los indicios de la cercanía de atunes (con las gaviotas revoloteando) y la peligrosidad de las zonas de captura, con los tiburones rondando.
Vamos, que Hawks conocía el tema y no se dedicaba a rodar escenitas de acción sin informarse de lo que se cocía en alta mar.
Estoy seguro de que si Hawks hubiera conocido a los atuneros de Barbate, hubiera sido capaz de crear otro peliculón rodando cómo pescan con almadraba. Un auténtico espectáculo.
Y como en toda peli de aventuras que se precie, no faltan momentos de romance, de tensión y momentos de emoción como en ese final que todos intuimos.

Y es que el Galeocerdo es muy traicionero.
tantra
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9
2 de septiembre de 2009
33 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que películas como el maestro de Esgrima o esta tengan la misma nota media que Torrente dice mucho sobre la cultura cinematográfica de este país de pandereta. Luego oímos los lamentos de la industria, cuando la política de subvenciones y la gestión del cine en la televisión pública vienen gangrenando al público desde hace más de una década.
Lo que hay es desconocimiento del buen cine que tenemos y hemos tenido. Y si alguien me dice que aquí no sabemos hacer cine, le remito inmediatamente a esta película.
Una superproducción (sí, aquí también hemos tenido de eso) rodada en los bellos parajes leoneses de Riaño (lugar que conozco por veranear muy cerca), con una exquisitez técnica e interpretativa pocas veces vista en la historia del cine español.
De hecho, si no fuera por la fisonomía de los protagonistas, cualquiera diría que estaba rodada en Wisconsin.
A los mandos tenemos a Mur Oti, un director que desde ya pasa a mi lista de cineastas a descubrir. Su despliegue técnico a lo largo de la película es sobrecogedor: primerísimos planos, picados, contrapicados, travellings horizontales...
La fotografía es asímismo alucinante, destacando el juego de luces del final con la pareja abrazada, la llegada de los campesinos al lago o el rostro lloroso de la protagonista al descubrir que ha llegado "tarde" a casa.
Interpretativamente, todos los actores brillan a una altura descomunal, tanto por dicción como por interpretación. ¡Qué manera de representar el odio la de Cándida Losada (la madre)!¡Qué metamorfosis la de la hija pijilla (Marisa Prado) a mujer implacable!
Le priva de ser una película redonda la relación amorosa entre los protagonistas, que resulta empalagosa al principio y poco creíble al final.

Una joya absoluta que una vez más descubro gracias a Gilbert. Me quito el sombrero, compañero.
tantra
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4
25 de agosto de 2009
21 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es que el tiempo la haya envejecido, es que le ha caído un yunque de 3 toneladas encima. Alucinante que esta sea una de las películas más conocidas de Neville, un tipo que destacaba por su sentido del humor, que plasmó en varias publicaciones de la época. Hijo de una aristócrata española y un ingeniero británico, su condición de niño bien le permitió codearse con lo más granado de la clase intelectual (Mihura, Jardiel Poncela...), tocando palos tan diversos como la pintura, el teatro y el cine.
Posee alguna película destacable, como La torre de los siete jorobados, excelente intriga detectivesca basada en la novela de Carrere.
Sin embargo, la que nos ocupa no deja de ser una comedieta para aliviar las penas del maltrecho ánimo del público de la posguerra española. Y encima está protagonizada por su amante, Conchita Montes, que mira tú por dónde fue guionista y actriz. Algo que confirma que desde el inicio de los tiempos en este negocio, una cara bonita abría muchas puertas, aunque el talento brillase por su ausencia. ¡Qué horror de dicción! ¡Qué falta de espontaneidad! ¿Y el maquillaje? He visto a travelos más discretos. Y con una pinta de cabaretera que echa para atrás.
No recuerdo que haya salido película buena cuando dos amantes (director y prota) participan en ella. Pero es que aquí no se salva ni el apuntador.
Los protagonistas masculinos tienen una definición más plana que el torso de Kate Moss. Uno es puritano, monotemático y falto de tacto. El otro es verborreico, graciosillo y tiene menos naturalidad que Jordi Hurtado.

La película pretende criticar la actitud de la clase alta, sacando los trapos sucios de una familia bien: criticones con cualquiera que se ponga por delante, altivos, ultraconservadores y de un rancio que atufa a kilómetros. Pero lo hace cayendo en la obviedad, presentando unos personajes de lo más idiota, obviando los círculos intelectuales que bullían de actividad anti-fascista. Pero claro, había que hacer caja y pasar la censura...

Destaca el final por tener una de las resoluciones más ridículas que yo recuerde (la forma en que muere el marido de la prota), dejando la sensación de haber visto un chimichurri tombolero con un humor pleistocénico y un aroma a naftalina que tira para atrás. Una de las películas favoritas de ese inimitable dueto Pablo Sebastian-Parada.
tantra
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7
18 de agosto de 2009
20 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que no es otro que sobrevivir a la familia que le rodea. Es paradójico que Mackendrick, que tuvo una infancia desgraciada, dé a entender lo peligroso que puede resultar el amor cuando se trata de criar a un niño. La sordera de Mandy, aunque no lo parezca, es un tema tangencial. Aquí se habla de mucho más, se habla de envidias entre profesionales, se diseccionan las relaciones familiares, se critica la gestión de las instituciones, se detallan en definitiva todos los obstáculos que la infancia ha de superar para crecer, y los primeros son los más cercanos.
Una película atípica en la filmografía de Mackendrick, tanto por el ritmo (más pausado que otros films) como por el cuidadísimo uso de la fotografía y los primeros planos para enfatizar las reacciones de los personajes. Hay algunas escenas que parecen rodadas incluso con cámara en mano.
Destaca el maravilloso final: Una puerta abierta por la que penetra un rayo de luz iluminando una habitación que ha permanecido oscura tantos años.
Adelantada a su época, como cualquier trabajo de este magnífico director.
tantra
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