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Voto de Chagolate con churros:
9
Drama Frederick Manion (Ben Gazzara), un teniente del ejército, asesina fríamente al presunto violador de su mujer (Lee Remick). Ella contrata como abogado defensor a Paul Biegler (James Stewart), un honrado hombre de leyes. Durante el juicio se reflejarán todo tipo de emociones y pasiones, desde los celos a la rabia. Uno de los dramas judiciales más famosos de la historia del cine. (FILMAFFINITY)
19 de julio de 2007
78 de 83 usuarios han encontrado esta crítica útil
Apagas el teléfono móvil, desconectas el fijo, apagas luces de casa, sacas una cerveza bien fría de la nevera y piensas en poner palomitas en el microondas. Desechas la idea rápidamente al comprender que puedes perderte, entre grano y grano de maíz, algunos de los maravillosos diálogos que abundan en la película.
Agarras tu cojín favorito, ese que tiene la forma de tu cabezota. Lo ahuecas con calma, sin prisas justo antes de encender el DVD e introducir “Anatomy of a murder”.

La pantalla se ilumina y ya sabes que te esperan dos horas y media de auténtico placer. Sabes que cuando termine y apagues la televisión te mirarás en el espejo y una sonrisa idiota estará dibujada en la cara.

“Anatomía de un asesinato” posee un guión que está entre los mejores de todos los tiempos. Y si sólo fuera esto, ya sería una gran película. Pero además, cuenta con un plantel de actores en estado de gracia. Todos y cada uno engrasan una máquina conducida maravillosamente por un austriaco judío, algo tosco, parcialmente calvo y con un avispado sentido del humor. Se burlo de la censura y golpe tras golpe consiguió derrumbarla.
Cuando escucho los diálogos de sus películas tengo la urgente necesidad de mirar la fecha de su producción y no dejo de sorprenderme que la censura no la quemara.

Anatómicamente, esta película es casi perfecta. Todo lo que hay a su alrededor está pulido, realizado con meticuloso cuidado. La fotografía en blanco y negro es maravillosa, como esas que ya no hay, como aquellas películas que te llenan de melancolía.

Pero para postre tenemos rondando por la cinta de Preminger, la música de Duke Ellington, ese pianista de raza negra y cara de bonachón que junto a otros grandes músicos mitificó el jazz.

La incertidumbre sobre la culpabilidad que acompaña toda la película y que no termina de desaparecer es el sortilegio utilizado para encandilarnos durante esas dos horas y media. Y el embrujo es tan efectivo que te quedas con ganas de más.

Guionistas de hoy en día: revisar los clásicos porque ellos tiene las respuestas.
Chagolate con churros
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