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Voto de Chagolate con churros:
9
Drama A finales del siglo XIX, el doctor Frederick Treves descubre en un circo a un hombre llamado John Merrick. Se trata de un ciudadano británico con la cabeza monstruosamente deformada, que vive en una situación de constante humillación y sufrimiento al ser exhibido diariamente como una atracción de feria. (FILMAFFINITY)
14 de enero de 2008
76 de 79 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lynch se sabe extraño. Diferente. Tal vez no físicamente, pero sabe que en el interior de su cabeza se trabaja de manera distinta. Quizá por ello, David Lynch supo como no hacer “El hombre elefante”.

Lynch rodó “El hombre elefante” me imagino que obligado, porque se veía reflejado en la historia de John Merrick. Pasa que cuando quieres contar una historia cercana olvidas todo lo que has aprendido, dejas de lado tanta enciclopedia y las horas de escuela y tiras del corazón. Sacas todo lo que fluye sin poder evitarlo y ruedas con una ternura inmensa, con una sensibilidad dolorosa, con un poder visual arrebatador y con una banda sonora impecable. Así se hizo esta película.

Técnicamente no es perfecta, pero sabéis, me da igual y no sabéis cuanto. También podríamos decir que el trabajo de John Hurt es imposible de evaluar entre tanto maquillaje, pero yo diré que Hurt está tan inmenso como lo que representa John Merrick. Que me deshago cuando se va a la cama a pesar de casi no verle los ojos. Y quizá por ello, por como puede trasmitir sin mostrar un gesto en ese terrible rostro, me conmueve el Merrick que me ha recreado.

Anthony Hopkins no navega solo, pues. Batalla sólo, eso sí, casi toda la película. Su personaje es, digamos, el ficticio. Alguien que sabe ver a Merrick, no al hombre elefante. Y ya desde su inicio, vemos que no mira con los ojos de la gente normal. Su personaje no evoluciona, no lo necesita, no intenta aprovecharse de su monstruo, pero aún así, se atormenta, vemos a un Hopkins inseguro de sus acciones, del motivo que le atañe el ayudar a su paciente. Hopkins está fascinante, inmenso, tierno. Es el contrapunto entre tanta maldad, entre lo que impera. Entre lo real.

Y para postre, como colofón, nos coloca esa doloroso y hermoso Adagio para cuerdas de Samuel Barber. Que tendrá sus detractores porque rompe con un hilo argumental perfectamente compuesto por John Morris, pero el “Adagio for strings” es una de esas composiciones que personalmente me pone la carne de gallina y humedece mis ojos, así, sin motivo alguno, sin que venga a cuento. Y me imagino que es porque está compuesto con la misma sensibilidad con la que Lynch filmó “El hombre elefante”.
Chagolate con churros
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