Pues nos encontramos ante otra película del que es tal vez el director más polivalente de la actualidad. Si miramos un poco su filmografía no encontraremos dos películas iguales. Y lo sorprendente es que toque el tema que toque, sale airoso. Tercera colaboración con (el ex novelista y ahora guionista) Alex Garland. Y de nuevo, como en 28 días después, el final tira por la borda el mucho trabajo realizado. Y es una pena, porque cuando director y guionista nos sumergen y embaucan con su mundo, salimos de la sala con la sensación de haber colaborado en un coitus interrumpu. Garland, que recreaba finales atroces en sus novelas, sucumbe al amor de Hollywood por los “finales felices”.
A pesar de ese giro argumental, que como el Ícaro II cuando gira para cambiar de trayectoria, provoca la quema de parte de la nave, una gran banda sonora y una excelente fotografía consiguen que la cinta, se aproxime un poco más al sol.

Lástima que no se profundizara en las interrelaciones entre los habitantes del Ícaro y que dicho sea de paso, consiguen todos salvar con creces sus interpretaciones.