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Voto de LennyNero:
10
7.0
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Drama. Fantástico
Oscar y su hermana Linda viven desde hace poco en Tokio. Él sobrevive traficando con drogas, ella trabaja como stripper en un club nocturno. Durante un forcejeo con la policía, Oscar cae herido tras un disparo. Aunque muere, su espíritu, fiel a la promesa de no abandonar a su hermana, rechaza abandonar el mundo de los vivos. Su espíritu vaga ahora por la ciudad y sus visiones son cada vez más caóticas. (FILMAFFINITY)
13 de octubre de 2009
176 de 209 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Se puede filmar la muerte? ¿Se puede retratar la agonía? ¿Se puede plasmar en imágenes el dolor ajeno fundido con el propio? ¿Se puede penetrar en el mundo de los traumas interiores? ¿Se puede ser cruel y tierno? ¿Se puede dibujar un mapa donde resida lo más noble y lo más bajo del ser humano? ¿Se puede convertir una experiencia cinematográfica en algo que trascienda la pantalla? ¿Se puede convertir un fotograma en parte de la epidermis?
A todas estas preguntas responde Gaspar Noé con Enter the Void, posiblemente una de las propuestas formales más arriesgadas y efectivas, que no efectistas, rodadas en los últimos tiempos. Es evidente que esta es una producción que no dejará indiferente por su vocación de moverse en el filo de la navaja estética y argumental, sin embargo resultan hasta cierto punto chocantes las reacciones airadas ante lo presenciado teniendo en cuenta que Noé no es un director novel. Efectivamente esperar algo convencional del director de films como Sólo contra todos o Irreversible resulta, cuando menos, de una ingenuidad terrible. No significa que sus obras sean buenas por decreto, pero está claro que tenemos a un cineasta, un autor, de rasgos cinematográficos muy marcados, cuya bandera fundamental es narrar historias cuya base argumental es aparentemente nimia, pero que desmenuzan con una carga de crueldad implacable las miserias del alma humana. Todo ello adornado, como no, con una potencia visual y un pulso narrativo siempre al límite de lo asfixiante, que pretende delimitar un espacio del cual es imposible sustraerse.
Si el travelling es una cuestión moral, cabría preguntarse si con este film Noé no ha transgredido toda frontera ética. Es difícil plantearse donde está el límite, y más cuando la subjetividad del tema (no olvidemos que, de facto, nadie sabe que pase cuando se muere) impide analizar adecuadamente si la proximidad o la lejanía del plano implica cercanía descarnada o distanciamiento irónico. Sin embargo, detrás de la pirueta formal, de la presunta subjetividad aérea se esconde la posición de un demiurgo que lo contempla todo desde arriba. Así al igual que el personaje, Noé nos ofrece una mirada desde la divinidad que le permite explorar cada recoveco de la trama, pero que al mismo tiempo le impide el don de la intervención. (sigue en spoiler)
A todas estas preguntas responde Gaspar Noé con Enter the Void, posiblemente una de las propuestas formales más arriesgadas y efectivas, que no efectistas, rodadas en los últimos tiempos. Es evidente que esta es una producción que no dejará indiferente por su vocación de moverse en el filo de la navaja estética y argumental, sin embargo resultan hasta cierto punto chocantes las reacciones airadas ante lo presenciado teniendo en cuenta que Noé no es un director novel. Efectivamente esperar algo convencional del director de films como Sólo contra todos o Irreversible resulta, cuando menos, de una ingenuidad terrible. No significa que sus obras sean buenas por decreto, pero está claro que tenemos a un cineasta, un autor, de rasgos cinematográficos muy marcados, cuya bandera fundamental es narrar historias cuya base argumental es aparentemente nimia, pero que desmenuzan con una carga de crueldad implacable las miserias del alma humana. Todo ello adornado, como no, con una potencia visual y un pulso narrativo siempre al límite de lo asfixiante, que pretende delimitar un espacio del cual es imposible sustraerse.
Si el travelling es una cuestión moral, cabría preguntarse si con este film Noé no ha transgredido toda frontera ética. Es difícil plantearse donde está el límite, y más cuando la subjetividad del tema (no olvidemos que, de facto, nadie sabe que pase cuando se muere) impide analizar adecuadamente si la proximidad o la lejanía del plano implica cercanía descarnada o distanciamiento irónico. Sin embargo, detrás de la pirueta formal, de la presunta subjetividad aérea se esconde la posición de un demiurgo que lo contempla todo desde arriba. Así al igual que el personaje, Noé nos ofrece una mirada desde la divinidad que le permite explorar cada recoveco de la trama, pero que al mismo tiempo le impide el don de la intervención. (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Lo que si tiene claro el cineasta francés es que el riesgo es una cosa y el engaño es otra muy distinta, por ello, pone desde un principio las cartas sobre la mesa en lo referente a lo argumental en un plano secuencia que nos pone en alerta sobre el proceso narrativo que vamos a ver. No por ello el viaje resulta más cómodo, todo lo contrario. Mediante la ejecución de constantes repeticiones en lo visual se incide en el retrato obsesivo de una vida marcada por pulsiones aparentemente habituales, como el amor familiar, el desenfreno de la juventud, el sexo o la experimentación con drogas, pero que esconden un sentido trágico de la propia vida. Así la cámara, con sus continuas transiciones en espiral o divagando entre lo pausado y lo desenfrenado, ofrece una metáfora de la pérdida de rumbo, de la desorientación que produce ser víctima de los impulsos y esclavo de las pasiones. Se trata de una mente que, al igual que el cuerpo en vida, muestra su incapacidad de centrarse en sus objetivos, de focalizar su rumbo.
El tiempo, pues deja de adquirir una dimensión real para trasladarse al terreno de lo relativo. Esta es una experiencia que por momentos puede parecer larga y sin embargo no hay más que analizar cual es la percepción temporal humana del dolor: agónica. Donde un segundo es eterno, donde el reloj se congela proyectando un inacabable segundo, de flash backs, flash forwards y digresiones que buscan una explicación, un motivo, un momento de paz.
Momento que parece trasladarnos Noé, en una llegada a meta de tintes aparentemente redentores, pero que no obstante muestran un juego especular perverso, casi rozando el sadismo de quién muestra la vida y la muerte no como una lucha entre dos polos opuestos, sino como una moneda cuyas caras giran en una espiral interminable de dolor. La vida causando la muerte, la muerte engendrando vida, castigo aparente para unos, redención impostada para otros. Al final lo único que queda es la violencia de una eyaculación, de un disparo en un lavabo sucio, de un feto abortado, de un tránsito que no es tal sino un vertedero de las emociones, una corriente incontrolable y sin sentido llamada vivir, llamada morir.
El tiempo, pues deja de adquirir una dimensión real para trasladarse al terreno de lo relativo. Esta es una experiencia que por momentos puede parecer larga y sin embargo no hay más que analizar cual es la percepción temporal humana del dolor: agónica. Donde un segundo es eterno, donde el reloj se congela proyectando un inacabable segundo, de flash backs, flash forwards y digresiones que buscan una explicación, un motivo, un momento de paz.
Momento que parece trasladarnos Noé, en una llegada a meta de tintes aparentemente redentores, pero que no obstante muestran un juego especular perverso, casi rozando el sadismo de quién muestra la vida y la muerte no como una lucha entre dos polos opuestos, sino como una moneda cuyas caras giran en una espiral interminable de dolor. La vida causando la muerte, la muerte engendrando vida, castigo aparente para unos, redención impostada para otros. Al final lo único que queda es la violencia de una eyaculación, de un disparo en un lavabo sucio, de un feto abortado, de un tránsito que no es tal sino un vertedero de las emociones, una corriente incontrolable y sin sentido llamada vivir, llamada morir.