Antes de dedicarse a realizar infumables adaptaciones de superheroes el tal Mark Steven Johnson nos obsequió con este dramón sensiblero no apto para aquellos que sufren diabetes y susceptible de originar esta enfermedad en cualquiera que visione el film.

La receta es de un simplismo que asusta, se trata de mostrar a alguien con discapacidad y su lucha cotidiana contra las adversidades diarias que se le presentan. Todo ello aderezado con una ración abundante de moralina familiar, un mensaje de mesianismo cristiano enculcado hasta la nausea, dosis elevadas de buenismo con mensajes trillados sobre la amistad y para acabar unas cuantas postales bucólico pastoriles con simpáticos cervatillos que supongo quieren representar la inocencia y todas esas zarandajas que facilitan el uso constante de kleenex.

Total, que está hecha para que las almas sensibles se emocionen y saquen un mensaje positivo de ella. Personalmente creo que es un producto perverso digno de ser exhibido, por ejemplo, en cualquier agrupación de evangelistas renacidos y a ver si así conquistan a alguién más para la secta.

Lo mejor: La breve actuación de Ashley Judd.
Lo peor: Que quiera vender gato por liebre con su mensaje.