Este nuevo éxito de Daniel Monzón, tras Celda 211, nos satisface a los defensores del cine español, incluso a aquellos que, como yo, no somos demasiado seguidores del género de acción. Nos alegra constatar que nuestros creadores pueden competir con otras industrias más poderosas e invasivas, con la mitad de inversión y el doble de mérito. Que el falso mito de la "españolada" hace tiempo que está desterrado, y que a poco que se apoyen las iniciativas de nuestros jóvenes directores y deje deje de ser perseguida la fauna cinematográfica, por parte de los enterradores de la cultura, el séptimo arte español andará con mucha dignidad y seguiremos exportando calidad universal: Buñuel, Almodovar, Victor Erice, Carlos Saura....; orgullo patrio: Berlanga, Juan Antonio Bardem, Martín Patino, Pilar Miró, Fernán Gómez, José Luis Cuerda....; y consistentes mimbres: Fernando Trueba, Julio Medem, Álex de la Iglesia, Alberto Rodríguez, Icíar Bollaín, Amenábar, León de Aranoa, Jaime Rosales...

Sé que este discurso movilizará en mi contra a los detractores de nuestras películas, los que no se apean de las consignas oficiales, y comulgan con aquel fallido aserto de Unamuno: "...que inventen ellos". Los mismos que, entre erupto y erupto, lanzan soflamas del tipo: no pueden vivir sin subvenciones, "inútiles paniaguados", "titiriteros de la ceja", gentes de mal vivir, "no pierda el tiempo con semejante bodrio", etc... Y, lo reconozco, me causa un placer extraño provocar en ellos la indignación y el pataleo, máxime cuando no hacen esfuerzo alguno para huir de los clichés y critican ferozmente "...lo que no ven, pero se imaginan"

La obra de Daniel Monzón, que hoy nos ocupa, es un thriller digerible y bien aliñado con los ingredientes justos y las intenciones claras, que conecta con una gran mayoría de espectadores, cómplices de inmediato de la historia y visitantes periciales de los distintos estratos de la corrupción, en una zona fronteriza en la que lo que importa es el negocio, sin tener en cuenta el artículo a comercializar: hachís, cocaína, seres humanos....
Interpretaciones creíbles, persecuciones espectaculares, guión bien trenzado, música y fotografía más que correctas, publicidad adecuada, conforman un conjunto que ha triunfado de forma sobresaliente en nuestras salas de cine a lo largo del 2014, y habrá servido para que la publicidad negativa influya menos la próxima vez que, los menos avezados, vean en cartelera un estreno de estas tierras peninsulares.
Relájate y disfruta, amigo censor.