En el amanecer de los tiempos, de nuestros tiempos, cuando homínidos de distintas tribus guardaban el fuego como fundamento de sus vidas cotidianas; cuando algunos monos avanzados enseñaban a reír y mostraban que las pinturas también sirven para cubrir la desnudez; cuando, como ahora, uno pocos tenían claro que la violencia es el camino para obtener lo que se desea; cuando algunos empezaban a descubrir que eran algo más que carne y vísceras, y que el placer también está en el abrazo.......apareció Jean-Jacques Annaud con una cámara y unos micrófonos y grabó este documento antropológico que es tan creíble y tan subjetivo como cualquier estudio científico que basa sus certezas en un trozo de cerámica, un supuesto bisonte trazado en roca y un colmillo que pudo ser de un hombrecillo rampante de trece años. Pero nos gusta creer e imaginar que aquellos primeros hombres se parecían mucho a nosotros....y tal vez no estemos tan descaminados, tal vez la evolución ha sido menor de lo que algunos estiman. Hoy se pueden encontrar ejemplares, más desnutridos que los de la película, sin fuego, y lo que es peor: sin agua.